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Ecuador, 28 de Diciembre de 2024
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El Telégrafo
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“Todos los cementerios son patrimoniales”

 Mausoleo de la familia Palacios -Alvarado, en el Cementerio de San Diego. Prácticas, ritos y sentidos funerarios son parte de las agendas de investigación en el campo, con la participación de las comunidades.
Mausoleo de la familia Palacios -Alvarado, en el Cementerio de San Diego. Prácticas, ritos y sentidos funerarios son parte de las agendas de investigación en el campo, con la participación de las comunidades.
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Ver a los cementerios como simples receptores de cuerpos es taparse los ojos frente a todo lo que significan. Contrario a lo que se cree, estos lugares son espacios en continua transformación.

En ellos se plasman las modas, las demandas sociales, las diversas advocaciones religiosas vigentes, las clases,  las diferencias políticas. Esta noción de patrimonio funerario es lo que defiende la Red Ecuatoriana de Cultura Funeraria desde sus orígenes.

Este grupo de investigación y estudio se enfoca en los fenómenos sociales,  culturales y económicos relacionados con la muerte.

“Concebimos una dimensión de lo patrimonial contraria a perspectivas nostálgicas o centradas en la búsqueda de orígenes y verdades”, le explica a este diario Leonardo Zaldumbide, uno de los coordinadores nacionales de la Red.

Se trata de “una visión de lo patrimonial en cambio, disputa y constante redefinición por parte de las comunidades”, agrega. Una visión que se plantea ser dinámica, participativa e incluyente.

“Nuestro objetivo es hacer lecturas políticas, históricas, sociológicas, económicas y antropológicas de la muerte para que sirvan como sustrato para intervenciones públicas, privadas o comunitarias”, dice Zaldumbide, doctor en Historia.

Los estudios de este grupo apuntan a extenderse en todo el país y, en Quito, se han localizado en parroquias que enfrentan procesos de conurbación, especulación inmobiliaria y problemas sociales.

“Aquellas poblaciones que están enfrentando problemáticas en las que la memoria pudiese servir como insumo de resistencia”, cuenta el especialista mientras prepara un viaje a Cochabamba, donde participará en el XIX Encuentro Iberoamericano de Valoración y Gestión de Cementerios Patrimoniales, del 1 al 13 de noviembre.

Durante la década de los 90 del siglo XX y en los primeros años del siglo XXI, en la región hubo un inusitado interés por la catalogación, clasificación y análisis de los cementerios decimonónicos, recuerda Zaldumbide.

Consolidado en 2014, el colectivo que ahora coordina junto con los investigadores Paola López, Abel Ramírez y Daniel Rivera se convierte en la filial local de la Red Iberoamericana de Gestión y Valoración de Cementerios Patrimoniales, el organismo mortuorio especializado más importante de la región.

“Durante los primeros tres años se crean nuevas líneas de investigación que, más allá de la evidente importancia estructural de los cementerios, asumen lo funerario como parte de las estructuras simbólicas más profundas de la especie humana”.

Antes de este proceso, solo estaban catalogados como patrimoniales los cementerios de San Diego y El Tejar, en Quito. El Cementerio General de Guayaquil y el de Cuenca, en otras provincias y, como patrimonio natural y cultural, el de Tulcán.  

“Realmente se desconocía el número de sitios de inhumación en el Distrito y no se sabía de su importancia o necesidades”, narra el historiador. Luego del registro de 2014 se determinó que en Quito (urbano y rural) existían cerca de 80 cementerios funcionales, cada uno con prácticas rituales relevantes.

En 2019 esta Red espera consolidar un centro de estudios interdisciplinar sobre los estudios de la muerte y ya cuentan con investigadores asociados en Tulcán, Quito, Riobamba, Azogues, Cuenca, Loja y Guayaquil. (I)

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