Gabo dejó huérfanos de paz a los colombianos
Mucho tiempo después de la guerra civil que vivieron sus abuelos y a los 87 años de tener su primer suspiro y recibir el primer impacto de la aureola del Caribe, el cuerpo de Gabriel García Márquez decidió dejar las bienaventuranzas y desdichas de la vida para convertirse en una figura intocable de la inmortalidad.
Sin embargo, hoy, cuando el mundo lo llora por su talante como escritor, un gran número de colombianos está triste porque consideran que Gabo los ha dejado huérfanos en sus anhelos de paz.
No en vano, tanto el gobierno de Juan Manuel Santos como las guerrillas de las FARC mostraron su dolor por la muerte de uno de los colombianos que más contribuyeron para que el país acabara con la violencia y pudiera vivir y desarrollarse en paz.
Tanto militantes de partidos de izquierda como intelectuales que difieren con el modelo capitalista que desde hace tiempo impera en Colombia consideraban a Gabriel García Márquez como uno de los suyos. Durante años el nobel hurgó, medió y rasguñó unas migajas de paz y libertad a presidentes de turno y políticos poderosos, que siempre prefirieron ignorarlo para continuar como déspotas del poder. Ese desprecio por los dictadores lo plasmó Gabo en su discurso cuando recibió el Nobel en Suecia:
“… La independencia del dominio español no nos puso a salvo de la demencia. El general Antonio López de Santana, que fue tres veces dictador de México, hizo enterrar con funerales magníficos la pierna derecha que había perdido en la llamada Guerra de los Pasteles. El general Gabriel García Moreno gobernó al Ecuador durante 16 años como un monarca absoluto, y su cadáver fue velado con su uniforme de gala y su coraza de condecoraciones sentado en la silla presidencial. El general Maximiliano Hernández Martínez, el déspota teósofo de El Salvador que hizo exterminar en una matanza bárbara a 30 mil campesinos, había inventado un péndulo para averiguar si los alimentos estaban envenenados, e hizo cubrir con papel rojo el alumbrado público para combatir una epidemia de escarlatina”.
Aún algunas personas que en el pasado fueron militantes en Colombia del desaparecido movimiento 19 de Abril (M-19)recuerdan la forma en la que Gabo intermedió en 1979 ante el presidente Julio César Turbay para que echara atrás un controvertido estatuto de seguridad que endurecía las penas para los ‘revoltosos’ de su mandato. Aquellos ‘revoltosos’ no eran otros que intelectuales y estudiantes que estaban en contra de lo que determinaban los partidos políticos tradicionales, el Liberal y el Conservador, y que reclamaban espacios de libertad y de discusión.
“No fueron tiempos buenos cuando surgió el famoso estatuto de seguridad del presidente Julio César Turbay, y que tenía como objetivo perseguir a los militantes de izquierda o cercanos a grupos de intelectuales que pensaran distinto al régimen. En esa coyuntura es que la voz de García Márquez salió en defensa de los perseguidos, pero el Gobierno no le puso atención y prefirió perseguirlo”, sostiene el profesor Armando Ospina, quien fue simpatizante del grupo guerrillero.
Precisamente, por creer en su ideal de libertad, García Márquez fue perseguido por las autoridades y prácticamente obligado a salir del país en marzo de 1981. Su destino no era otro sino México, país donde ya llevaba 22 años residiendo.
Posteriormente, los acercamientos de la guerrilla del M-19 y el gobierno de Virgilio Barco, en 1986, fueron fundamentales para la reconciliación. Fue el nobel, con su paciencia, carisma y liderazgo, quien aportó para que esta guerrilla abandonara las armas. Sus gestiones siempre fueron reservadas, pero siempre muy eficaces, y contribuyeron a viabilizar este proceso.
La piedra en el zapato
Sin embargo, mucho antes de que los vientos de izquierda sacudieran a los políticos que durante años saquearon las arcas del pueblo para llevar a su bolsillo particular la ‘prosperidad’ de la región, los ideales de izquierda de Gabriel García Márquez eran ya molestos para los poderosos del continente.
En 1965 fue uno de los primeros intelectuales y periodistas en acoger la Revolución Cubana liderada por los hermanos Castro.
De esa simpatía fue que nació la estrecha amistad entre Gabo y Fidel Castro, hecho que le sirvió a Colombia para que otros sectores de la población recibieran con satisfacción vientos de cambio.
Como lo dijo en Estocolmo cuando la gloria se personificó por medio del premio Nobel:
“¿Por qué pensar que la justicia social que los europeos de avanzada tratan de imponer en sus países no puede ser también un objetivo latinoamericano con métodos distintos en condiciones diferentes? No: la violencia y el dolor desmesurados de nuestra historia son el resultado de injusticias seculares y amarguras sin cuento, y no una confabulación urdida a 3 mil leguas de nuestra casa. Pero muchos dirigentes y pensadores europeos lo han creído, con el infantilismo de los abuelos que olvidaron las locuras fructíferas de su juventud, como si no fuera posible otro destino que vivir a merced de los dos grandes dueños del mundo. Este es, amigos, el tamaño de nuestra soledad…”.
Durante muchos años, el escritor fue señalado por Estados Unidos de colaborar con grupos de izquierda, lo que le valió que le retiraran la visa de entrada a ese país en 1968. Solo en 1971, cuando la Universidad de Columbia le otorgó el título de doctor honoris causa, le dieron una visa condicionada.
Por otro lado, Gabo también estuvo presente en la instalación formal de la mesa de diálogo entre el ELN y el gobierno de Andrés Pastrana en Cuba, en compañía de su esposa Mercedes Barcha.
En enero de 1999, el nobel también estuvo en los diálogos entre el gobierno de Pastrana y la guerrilla de las FARC en el Caguán.
Hasta hace año y medio, García Márquez fue clave para que el proceso de paz que actualmente se desarrolla entre el gobierno de Juan Manuel Santos y las guerrillas de las FARC pudieran tener asiento en La Habana y que se iniciara un ciclo de negociaciones.
Quizá una contribución importante de Gabo fue la de ayudar a crear un ambiente en el escenario internacional favorable a apoyar los esfuerzos de paz de diferentes gobiernos, y ese esfuerzo es el que hoy extrañan miles de colombianos. Por eso su sentencia final en Suecia, cuando recibió el Nobel de manos del rey Carlos Gustavo:
“… Ante esta realidad sobrecogedora que a través de todo el tiempo humano debió de parecer una utopía, los inventores de fábulas que todo lo creemos nos sentimos con el derecho de creer que todavía no es demasiado tarde para emprender la creación de la utopía contraria. Una nueva y arrasadora utopía de la vida, donde nadie pueda decidir por otros hasta la forma de morir, donde de veras sea cierto el amor y sea posible la felicidad, y donde las estirpes condenadas a cien años de soledad tengan por fin y para siempre una segunda oportunidad sobre la tierra”.