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Folclorismo abre la ruta a la valoración ideológica

Folclorismo abre la ruta a la valoración ideológica
19 de junio de 2012 - 00:00

El 5 de junio, en el Teatro Centro Cívico Eloy Alfaro, pasadas las 21:00 se estrenó la Cantata “Cantos Montoneros y Chapulos”, en el marco de la inauguración del encuentro internacional “Joven Luz Alfarista”, cuando ya se habían escuchado los discursos de los invitados, Aleida Guevara, Camila Vallejo y Gabriel Boric. A pesar de las fallas técnicas en el audio y proyección audiovisual, varios ministros disfrutaron y aplaudieron la puesta en escena de 35 músicos y bailarines, que relata, a través de amorfinos, décimas, versos y coplas,   hechos circunstanciales del proceso revolucionario de Alfaro y sus héroes.

El responsable de la investigación que sustenta este trabajo escénico -que viene  acompañado de un cancionero homónimo y un CD con  el repertorio indagado- es el musicólogo Juan Mullo. Para él, resulta    importante el tema de la relación folclorismo e historia, ya que posibilita generar una valoración, no solo patrimonial de la temática del canto y la cultura montubia, desde los archivos y la memoria oral, sino sobre todo ideológica.

“Digo esto pues  desde que se hacen estudios etnomusicológicos de la cultura  montubia, nos hemos encontrado con que desde las dos primeras décadas del siglo XX, espacio en el que se hace la primera publicación del Manuel de Jesús Álvarez “El montubio y su música”, no existe hasta la actualidad ni una sola publicación más (creo son más de 85 años)”.

A su entendimiento, su amigo y colaborador en la puesta en escena de la Cantata, el folclorista e investigador histórico Wilman Ordóñez, ha escrito sobre estos aspectos, pero bajo otras disciplinas como la folclorología.

Mullo halla coincidencial  que, pese a que Rodrigo de Triana hace enormes esfuerzos por generar marcos de referencia en sus escritos teóricos, sus obras artísticas y su gestión cultural desde la década del 20,   pocos estamentos académicos generan estudios sobre la cultura montubia, como sí se  hace en la región andina, por eso Ordóñez y él hablan de un andinocentrismo.

“Otros aspectos que hay que trabajar es el nacionalismo musical costeño, prácticamente olvidado en sus obras para piano.  En   el disco Cantos Montoneros y Chapulos  se ve la danza “Los mamones”, escrita por un compositor alfarista guayaquileño. Bueno, estas son cortas reflexiones, que coinciden con la  desaparición física la figura de Alfaro”, explica el musicólogo. Es decir, dice Mullo, que la falta de estudios de lo montubio se da por factores sociopolíticos e ideológicos, que hoy se deben confrontar.

Pone como ejemplo el interés por crear una imagen estereotipada de lo montubio, que viene desde grupos oligárquicos, que lo utilizaron en los años entre 20 y 40, y ahora desde los medios de comunicación “con programas de TV, realmente oprobiosos, para inmovilizar la real fuerza de esta cultura”.

Puntualiza que es por ello que se plantea la Cantata y un libro sobre la semántica de la canción alfarista,  que próximamente se publicará.

Ordóñez, quien fuera el declamador masculino en el estreno de la Cantata -además de que el elenco de su  Compañía de danzas folklóricas costeñas Retrovador participa del montaje-, narra que “nunca antes en la historia de la música ecuatoriana republicana, las instituciones culturales del Estado, llamadas a organizar, sistematizar y catalogar estos procesos, crearon un Archivo Sonoro Alfarista.

La música de salón y montubia del siglo XIX del período Liberal Radical estuvo vigente en la oralidad cotidiana del sujeto montubio y en las partituras de músicos académicos, pero nadie, ni en todo ni en parte, se encargó de procesarla”. Lo del Archivo Sonoro Alfarista surge por iniciativa del etnomusicólogo y antropólogo Mullo, a partir de la investigación que  registró en la década del 80, cuando Camilo Luzuriaga filmaba un documental sobre Eloy Alfaro en el Litoral.

A la par, cuestionándose por qué  recién se indaga el aspecto musical del alfarismo, el folclorista destaca que ha sido culpa del mismo Estado por incapaz y etnofóbico, además de que los  músicos académicos quiteños de fines del siglo XIX -salvo la excepción del músico y pintor masón Juan Agustín Guerrero- y principios del siglo XX desconocieron el aporte del montubio a la música, por considerarla “primaria y simple” y “por una fantasiosa, secular y fundamentalista visión andinocéntrica e indigenista que dichos músicos mantuvieron toda su vida,  tanto que vivieron a espaldas de la Costa considerando que el montubio y su cultura era un producto mítico de los guayaquileños  (porteños), en vía de extinción”.

Aunque añade que  con la coyuntura política y las nuevas comprensiones que sobre las culturas locales y regionales se tiene  ahora desde el Estado, se puede entender el uso de estos elementos simbólicos para repensar cómo “refuncionalizarlos” en las naciones modernas.

Mullo y Ordóñez establecen   que la etnomusicología no supera el folclorismo, sino que ambas son disciplinas de estudio válidas para entender y comprender procesos históricos. Se estima que el amorfino montubio y la décima afroesmeraldeña , según Ordóñez, se vuelven canciones, versos y filosofía mítica funcionales e identitarias en la propuesta de Juan Mullo para su cantata a Alfaro.

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