Festival honra a Fernando Artieda
“Lo peor de la vida no es la muerte, sino que hubiese otra vida y que fuera igual a esta...”, reza un extracto del poema No me digan que caí, que leyó Renata Artieda en el festival que en homenaje a su padre Fernando Artieda Miranda -al año de recordarse su muerte (el 15 de abril)- se realizó en el Café Galería Barricaña hace casi una semana, el 14 de abril. Noche atípica para el local ya que era jueves, cuando suelen realizarse sesiones de karaoke.
Como el mismo Artieda lo había dejado escrito en uno de sus versos, fue una noche sin llantos ni poemas lindos. Era una fiesta de pueblo, del barrio, con el lenguaje, la proxémica y la kinésica de quienes el reconocido juglar ensalzó: el cholo, el vago, el pandillero y las putas. No faltó la música, como en los recitales en los que Artieda intervenía, de Jhonny Vargas (baladas de Joan Manuel Serrat y Silvio Rodríguez), del Viejo Napo (cantó sus renombrados temas Guajira a Guayaquil y Gringa loca, y una particular versión de Lágrimas negras), de Guillermo Mosquera (música protesta y trova) y otros. Pero la pieza central fue la pintura, retrato del hombre de pueblo y poeta, hecha por Jorge Jaén durante la velada -iniciada a las 20:00, aproximadamente, aunque fue anunciada para las 19:00-, que inmortaliza los rasgos marcados y la penetrante mirada del también periodista.
Su voz fue parte de la danza del grupo Ensamble UEES, dirigido por María Pérez, que dio vida al texto del juglar, Pueblo, fantasma y clave de Jota Jota, y a pasillos cantados por el mismo ruiseñor. Este número se había presentado antes en el mismo Barricaña para la Mega Semana Cultural en homenaje a Julio Jaramillo y en el Teatro José Martínez Queirolo en un evento organizado por estudiantes de la Universidad de Especialidades Espíritu Santo (UEES).
Luego del homenaje, la presencia del artista flota en el ambiente y en las calles del pueblo que tanto amó.