Falleció el pianista cubano Bebo Valdés
El músico cubano que por décadas permaneció en el anonimato para volver a visibilizarse en la del 90, el padre de otra figura enorme, Chucho Valdés, falleció ayer en Suecia, a los 94 años.
Valdés es una de las figuras más prominentes del jazz latino a nivel mundial y una de las figuras fundamentales de la época de oro de la música cubana.
Establecido en la provincia española de Málaga se había trasladado hace dos semanas a Suecia, donde viven algunos de sus hijos, debido a un empeoramiento de su estado de salud, precisaron a EFE fuentes cercanas a la familia.
Además de ser el padre de otra gran figura de la música afrocubana, Chucho Valdés, este pianista, compositor, arreglista y director nacido en Quivicán en 1918 pasará a los anales de la historia por su contribución a la fusión del flamenco y del jazz con el multipremiado álbum “Lágrimas negras” (2002), trabajo que ganó, en 2003, un Grammy.
El álbum lo coprodujo junto con el español Diego El Cigala, quien, al saber de su muerte, contó que Valdés le había dicho personalmente que “no quería lloraderas” cuando falleciera, sino que “quería que se lo recordara bailando”.
“Se ha ido con un público absoluto que lo quiere y lo ama y, sobre todo, se ha ido con la calidad de genio que lo caracterizaba”, aseguró El Cigala.
En su carrera se destacan dos etapas. La primera en Cuba junto con su orquesta Sabor y otra que arranca a raíz de su exilio a Estocolmo en la década del 60.
Durante el decenio del 50 trabajó como compositor, arreglista y acompañante de otros músicos en el mítico cabaré cubano Tropicana, de La Habana.
En la siguiente década, mientras se encontraba de gira por la península escandinava, abandonó a su agrupación para establecerse en esa zona y ahí continuó dedicado a la música, sin alcanzar mayor popularidad: tocaba en hoteles, primero en Noruega, y luego en Suecia, donde contrajo matrimonio.
Luego de 30 años de silencio artístico, regresó en la década del 90 a la actividad, ya con 76 años, con el álbum “Bebo Rides Again”, con el que alcanzó una segunda edad de oro, gracias a varios discos, como “El arte del sabor” (2001), y sus colaboraciones en películas de Fernando Trueba.