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Fábula del arribismo con pura estética de videoclip

Fábula del arribismo con pura estética de videoclip
17 de abril de 2011 - 00:00

“Tú eres tan tacaño, que por las noches sales a ladrar para ahorrarte el perro”. Buenísimo. Y quizás sea el humor -como el de esta tomadura de pelo que uno de sus íntimos compadres le hace a Jordi, el protagonista de la trama- lo mejor de A tus espaldas, la reciente cinta de Tito Jara. Por lo demás, nos encontramos con un trabajo que, aunque intenta ponderarse como novedoso e intenso, resulta bastante conservador, tanto en sustancia como en forma: con esa estética de postal publicitaria que hoy barniza hasta la propaganda política; ese ritmo demasiado “videoclipero”, personajes arquetípicamente cerrados, sostenidos por actores -en la mayoría de los casos- a pulso telenovelesco y en función de un alegato social como los de las aleccionadoras historias de la TV diurna (con todo el rollo de la migración, la violencia intrafamiliar, el arribismo...), con un metraje de corta duración (76 minutos)... Esta debió ser una película para TV, no para sala.

Quizás así uno podría deglutirla mejor. Ojo, no  es que no se deje ver -del todo- en proyección: es, hasta cierto punto, entretenida, por tramos apuntala buenos diálogos (especialmente cuando Jordi está con sus dos amigos, que son, valga decirlo, lo más fresco y agradable del reparto. Lástima que el nombre de ese par de actores no conste -por lo menos esa es la impresión que da incluso una revisión exhaustiva- en alguna parte en la web)... lo que ocurre con A tus Espaldas es que ese pseudo-realismo que parece parido por la publicidad hubiese quedado, quizás, mejor contenido en la caja chica que en la pantalla grande.

El filme toma como símbolo la Virgen sobre el Panecillo, en Quito, para dar cuenta de una ciudad fracturada entre norte y sur, en la que cada polo tiene, por supuesto, su connotación socioeconómica: el norte, al que la Virgen mira de frente, es bendecido; el sur, al que da la espalda, es desdeñado rotundamente por el destino.

Ese es el esbozo argumental dentro del que va tomando forma la historia de Jordi La Mota (Gabino Torres, de interpretación aceptable), joven empleado bancario nacido en el sur -lo  que lo avergüenza hasta el tuétano- y, gracias a las remesas que su madre le ha enviado desde España, asentado en el norte (con nombre nuevo y todo, ya que primero se llamaba Jorge Chicaiza Cisneros). En una fiesta del banco conoce a Greta (interpretada por la simpática Jenny Nava, actriz colombiana), amante del (imbécil) gerente, además de prostituta first class... y todo, bueno, se complica, hasta derivar en una intriga que, cómo no, incluye cocaína, sexo y fundas negras llenas de dólares. Además de, ya se darán cuenta, algunas inconsistencias ingenuas en la resolución del guión (el que Jordi escape así, tan fácil, sin que su compañera  lo delate, parece más la resolución de un capítulo de Los Simpsoms).

Es justo decir, por otro lado, que resulta encomiable la intención de Jara de traernos un relato en el que se interrogan ciertos complejos de la sociedad ecuatoriana -es valioso, en ese sentido, el “monólogo etílico” de un despechado Jordi al pie de la Virgen- aunque esto no sea suficiente, como ya hemos dicho, para ganar la apuesta en el plano cinematográfico; esto es, frente a la necesidad de contribuir al fortalecimiento de un lenguaje artístico. Hacemos énfasis en la idea de que la quisquillosidad técnica -con efectos especiales incluidos-, aunque un rasgo respetable en un medio donde durante mucho tiempo no hubo ni eso, es, en su dimensión estética y narrativa, bastante conservadora.

Por momentos, por ejemplo, la explotación de los cuerpos femeninos, de toda esa curvatura suntuosa  como enganche, es demasiado facilista y evidente; poco, vamos a decirlo una vez más, cinematográfica. Es un erotismo de comercial de Tumix, no de obra para cine; y que, además, no compensa los baches en la actuación. Tomemos el caso de la guapa venezolana Lily Alejandra en el papel de Yahaira, quizás la más floja del reparto por ser la que más condensa ese estilo  de telenovela -sin que esto sea despectivo, que hay escenas de Pantanal en que los actores se las traen-, o de dramatizado, estilo huérfano de pertinencia para una película como la que Jara ha intentado hacer. O, más bien, si lo pensamos un tanto más, quizás exacto para lo que el director pretendía: un filme comercial, con aciertos de humor y drama fácil, entretenido... El asunto es que Jara -que ya ha dirigido a Gabino Torres en sus vídeos como cantante- no ha logrado dar ese salto, precisamente desde el vídeoclip hacia el cine, que de manera tan interesante lograron autores -ya en las grandes ligas- como Spike Jonze o Michael Gondry. Algo ha fallado, para él,  en ese paso evolutivo.

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