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El Telégrafo
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Fabián Jarrín creó dos guitarras mientras componía el disco 'Tiempo'

Fabián Jarrín creó dos guitarras mientras componía el disco 'Tiempo'
Foto: Carina Acosta / El Telégrafo
20 de junio de 2019 - 00:00 - Redacción Cultura

Crear música de autor es una cuestión de oficio, una exploración de los instrumentos y la voz que busca la experticia de quien ejerce una de las artes mecánicas, pero con fines estéticos. Las cuerdas vocales, guitarra y armónica son las herramientas que ha elegido Fabián Jarrín (56).

Su primer disco, Parte del Polvo (2003) recogió temas creadas 15 años antes y que se presentaron en recitales de canción y poesía que hizo en compañía de Pancho Prado, que también colabora en Tiempo (2018). 

El compositor recordó cada una de sus obras en La Estación, donde grabó el videoclip de “Tiempo” con zampoña y quenacho, a diferencia de cómo fue grabado en el disco.

Autor de los poemarios De la sed, el saber y la piel (1995), Inventario en Claroscuro (1998) y Un poema entre líneas (1996-2008), Jarrín se ha centrado en las letras “como sujeto de cada canción” para desarrollar armonías en un proceso que ha ido simplificando el lenguaje.

En su obra inicial aparece “Romanza de pared”, una pieza que fue grabada con el arreglo de guitarras original y un sexteto de cuerdas del maestro Álex Alvear. Se trata de una de las letras que mejor calzan en el ámbito de la canción social por el hecho de retomar la obra de Eugenio Espejo en el grafiti.

“Evito ser burdamente frontal”, dice el cantautor. Lo que su música esquiva es la consigna, el panfleto. “Una postura partidista puede dar lugar a equívocos de los que hay que distanciarse”, explica, aunque tiene una postura política. Ha llegado a hablar de eso en el escenario, pero el arte siempre guarda su lugar.

Aunque una romanza es un aria generalmente sencilla y tierna, Jarrín puso esa palabra en la pared para denunciar, sin dejar de conmover, a quienes se han robado el banquete, han saqueado a la tierra de forma recurrente.

Ha musicalizado algunos poemas, pero sabe que la métrica de las canciones suele ser rígida. “Hacer unos versos libres implica que no estén atados al ritmo de una canción”, sostiene, a la vez que pide que bajen el volumen de un rap que lo interrumpe, al momento de la entrevista.

Pese a que ha tenido la idea de hacer música instrumental, siempre le ha puesto letra a sus canciones. Para reseñar su nueva obra, otro músico y poeta, Diego Cazar Baquero (41), conversó con él, quien constató que los compositores del género “siguen doliéndose de las injusticias y de la banalidad imperante −por disimuladas que sean−, de las tiranías −por maquilladas que aparezcan−”.

En un artículo publicado en La Barra Espaciadora, Cazar concluye: “Fabián cree que hay quienes trabajan la composición de canciones sin claudicar ante los principios esenciales que sostuvieron las bases del género (la chanson française o la Nueva Trova Cubana) y que ya hoy prescinden de banderas”.

No es una novedad que Jarrín entre en ese grupo. Ya en “Decadencia” −de su disco Negro (2008)− hay un mensaje que un par de escuchas llegó a relacionar con grandes líderes, pero fue una interpretación derivada de una pieza compleja.

En su proceso compositivo no está determinado que se realice la música antes que la letra. Para “Crear”, por ejemplo, el artista se basó en un texto que escribió el cantautor colombiano Lizardo Carvajal. Hablaba de “reivindicar la constancia en la creación a pesar de las circunstancias adversas”.

Jarrín escribió la letra. Melodía y armonía llegaron después, y la canta con Vicente Feliú. “Romanza de pared” tuvo una segunda mezcla, en los estudios de Abbey Road que inmortalizaron The Beatles, para el álbum colectivo Antología del Silencio (2015).

Crear un disco y dos guitarras

Mientras daba forma a Tiempo, Jarrín −que también es ingeniero mecánico− se estrenó como lutier. Una guitarra eléctrica y una acústica surgieron luego de que había hecho las maquetas iniciales, con sus antiguos instrumentos. El sonido de los nuevos le gustó al punto de rehacerlo todo, borrar y volver a grabar.

Todo fue realizado en su propio estudio y varias colaboraciones también provinieron de estudios caseros. Joanne Vance le envió su parte vocal, para “Tiempo de cometas”, desde Nueva York, con una línea adicional.

Leo Minax grabó en Madrid su parte de “Ocaso”; Damián Gularte trabajó en Montevideo para completar “Quién”; Pala fue a un estudio bogotano para “Perro ciego”; María Tejada hizo lo propio con “Milagro” y Álex Alvear se unió para “Gafas con lagañas”.

Como Feliú grabó en La Habana, ciudad en que se dificulta el envío virtual de su trabajo, una hija suya le trajo su parte a Jarrín en un archivo. Y Galba interpretó el violín de “Sortilegio” en Belo Horizonte, Brasil.

Prado, un viejo amigo, volvió a colaborar con el compositor, que colecciona planos de instrumentos, para el tema que da nombre al disco. Esa colección derivó en un instrumento, parecido a las guitarras C. F. Martin & Company de antes de 1938, que creó con sus medidas y costillas originales, además de otros aditamentos. La eléctrica la hizo con más voces que la clásica Gibson Les Paul de dos humbuckers. (I)

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