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Ecuador, 22 de Diciembre de 2024
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El Telégrafo
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Exageraciones, folklor y realidad del país de la mitad, esto es, de Ripley

Nos encanta exagerar, y hablamos de “Pepe Pancho, las manos del Ecuador, el mejor arquero ecuatoriano de todos los tiempos”, cuando el conocido guardameta anuncia su retiro del fútbol.

Con poco brillo se produjo su despedida: lo dejaron jugar los dieciséis minutos finales del partido Liga-NN, y eso fue todo.

Una duda quedó despejada: las manos del Ecuador no fueron las mejores de todos los tiempos, ni mucho menos, por lo que cabe citar aquí un proverbio africano: “Más vale una verdad que duela, que una invención que dé placer”.

A veces somos sobrios, a Dios gracias, y forever folklóricos, ¿por desgracia?, en ese “matrimonio del cielo y el infierno” al que se refiere Blake, quien nos enseña que “El hombre que nunca cambia de opinión es como agua estancada y cría reptiles en su mente”.

El gran poeta no plantea que hay que ser acomodaticio y oportunista, sino que no se debe ser sectario y terco, que vivir, además de ser peligroso, es un aprendizaje que nunca termina.

Pero, apartémonos de esta pose de filósofo de esquina y lancémonos al ruedo, antes que nada con Un As de alto vuelo (Ministerio Coordinador de Patrimonio, Quito 2010), de Luis Zúñiga, biografía de Elia Liut el aviador italiano que en 1920 voló por primera vez sobre los Andes ecuatorianos, proeza que reafirmó los inicios de nuestra aviación (1910-1925) y sus pioneros: Cosme Renella, piloto aeronáutico graduado en Italia (1913) y el teniente Pedro Traversari, titulado en Chile (1917).

Un dato digno de conocerse es que entre los nombrados habría que agregar al quiteño Miguel Donoso Moncayo, piloto aviador y técnico en motores de aviación en los Estados Unidos (1919), según el libro Los Donoso en el Ecuador 1640-1992, de Fernando Jurado Noboa.

La biografía de Liut, como lo subraya la Ministra Coordinadora de Patrimonio, está muy bien escrita, bajo el pulso autoral de Luis Zúñiga, un escritor de notables recursos y talento.

Debemos al mismo ministerio un libro de esos que suelen pasar desapercibidos a pesar de su importancia. Se trata de Amanece en nuestras vidas/Antología de poesía y cuento de mujeres indígenas ecuatorianas (MCP, Quito 2011)
En efecto, Ií iwiakmarin tsawrai/Achikyamun nucanhik kawsayta (título del libro en lengua indígena), esta integrado por poemas y cuentos de escritoras de tres nacionalidades: tsa-chi, kichwa y shuar, siendo las más numerosas las de etnia kichwa, seguidas por las de etnia shuar; solo una es tsa-chi.

De cada texto en su lengua viene la traducción al castellano; los poemas son traducidos por las propias autoras, no así los cuentos ni los datos biobibliográficos.

La inocencia de los textos, su frescura temática nos hacen conocer un mundo otro, diferente, una sensibilidad que nos propone otros sueños, tal vez otro porvenir.

De donde salió Gustavo Calderón Carrión, un cuentista nacido en Guayaquil en 1970, casi un niño, pienso, pero no hay tal, el fulano tiene 40 años (gallo viejo, pues, ya no se ablanda al primer hervor); su libro, titulado Reunión nocturna, data de 1999 y, siendo bueno, muy pocos deben conocerlo. Fenómeno de nuestro folklor cultural. En Guayaquil, para ser culturalmente un triunfador, hay que ser director de un coro o bailarina clásica. Esto me recuerda a la lora que cometió algún error y en castigo la metieron un rato al refrigerador. Cuando la sacaron, temblando del frío y casi sin poder hablar, preguntó qué error había cometido el pollo, refiriéndose al pollo muerto que estaba guardado en la nevera. En términos culturales diríamos que la culpa del pollo fue que quiso ser escritor, mientras que la lora era balletista.

El más puro folklor tercermundista, ¿o no? Y en el nos vamos a mantener antes de regresar a Reunión nocturna, aunque sea brevemente.

Primero esta lista de nombres horripilantes: Sarbolin, Cacaseno, Erdulfo,  Leto, Suculion, Cita, Ponciopileta. Y basta, no va más.

En Reunión nocturna (Baezoquendoeditores Quito 1999) encontramos a un escritor inteligente y con oficio. "La espera" es un cuento ingeniosamente arquitecturizado, una joyita. Los ocho textos restantes mantienen un nivel muy respetable

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