Europeos actuaron pieza de antología
Enorme expectativa causó la presentación en Guayaquil de La bicicleta voladora, espectáculo fundacional del llamado Teatro Negro de Praga. La obra fue creada y originalmente dirigida por Jíri Srnec, artista checo, hoy de 80 años, que desde muy joven experimentó y tomó para el teatro la antigua técnica china de la caja o gabinete negro -hoy el mismo grupo es dirigido por su hijo del mismo nombre-. Desarrollada para el cine por Georges Méliès a finales del siglo XIX e inicios del XX, esta técnica se basa en un artificio óptico que aprovecha la incapacidad del ojo humano de distinguir negro sobre negro.
En la práctica los artistas resultan invisibles cuando mueven objetos desde el oscuro trasfondo del escenario, haciendo que, de manera casi mágica, estos objetos se vuelvan portadores de una acción dramática que a veces iguala a la de los actores vivos. Y es precisamente este lenguaje lo que distingue al Teatro Negro de Praga como portador de una poética cuyo punto central es la utilización del artificio en todo el espacio temporal, donde también son importantes la música, la danza y la acrobacia.
El teatro principal del Centro de Arte, alquilado para la presentación, resultó el espacio idóneo para esta pieza, mezcla de magia y artes escénicas, presentada en otros tablados de Latinoamérica como Colombia, Argentina y Chile; en las 2 últimas la butaca más cara no excedía los $ 60. Los valores en Ecuador se diferenciaron incluso de una ciudad a otra: en Guayaquil fluctuaban entre $ 100 y $ 55, y en Quito las localidades del Teatro Nacional de la Casa de la Cultura costaron entre los $ 80 y $ 30.
Pero a casi 50 años de creación, y 10 de su estreno en Latinoamérica, La bicicleta voladora lamentablemente no resistió el tiempo y resultó ser solo una vieja pieza sacada del baúl de los recuerdos, que transcurrió sin conmover ni asombrar a un silencioso público guayaquileño que, azuzado por la fuerte campaña publicitaria previa, llenó por dos días consecutivos el teatro. Es elemental que la nueva puesta en escena de La bicicleta voladora necesitaba una modificación que diera cuenta del desarrollo que ha tenido la técnica, lo que ha dado estupendos resultados a otras compañías checas que se dedican al teatro negro; ídem con la música, un desastre que contribuyó a la decadencia de la obra y que solo dejó de sonar para dar paso a los tristes aplausos que, sin muchas ganas, finalizaron las noches en Guayaquil.
Asimismo, de parte del público faltó colaboración, ya que por las condiciones de iluminación se debían cerrar las puertas del teatro a las 20:30 para iniciar las funciones a la hora pautada; pero jueves y viernes se iniciaron las presentaciones con 20 minutos de atraso. El público se tomaba su tiempo para llegar.