Fondeadero es el lugar en el que los barcos pueden anclarse antes de volver a partir a alta mar.
De alguna manera es el sitio en el que ahora están los integrantes del cuerpo artístico que desde hace dos años trabaja en Eukarya.

Luego de un proceso de residencia y de replantearse una y otra vez lo que los une, han llegado a exhibir su trabajo en Violenta, al sur de Guayaquil.

Flora de Neufville (Quito), Ana Viteri (Ambato), Ana Segovia (Salinas) y Luis López (Quito) integraron este grupo en el transcurso de sus estudios de arte en la Universidad San Francisco, para, desde sus individualidades, hallar una forma de producción en la que además pudieran crear espacios atemporales.

“Nos juntamos sabiendo que nos íbamos a separar”, cuenta Segovia sobre el proceso de este grupo que toma su nombre de las células con núcleos verdaderos, las eucariotas.

Se pensaban como un cuerpo artístico itinerante, que quería exhibir su trabajo fuera de los centros pensados para el arte, desde la periferia, desde las ciudades en las que algunos de ellos crecieron y donde no hay espacios habituales para el arte contemporáneo.

Su producción y los diálogos constantes les hicieron notar que no solo que no eran itinerantes, sino que estaban trabajando, de alguna u otra manera, todo el tiempo.

Las cuatro obras que se exhiben en Fondeadero son el resultado de una convivencia-residencia artística entre Curía y Salinas durante dos semanas de octubre.

Las tres mujeres del grupo trabajaron con los objetos que pudieran encontrar en las orillas del mar, en sus recorridos.

Con ellos replantean su propia célula, su propio origen. Mientras que Luis López, desde Quito, hizo seguimiento de la muestra hasta que pudo integrarse al grupo.

Todas las obras aluden a este encuentro por “manejar lo micro, el logo, el núcleo, queríamos ver cómo podemos hablar de Eukarya para hacerlo obra”, cuenta Segovia.

Además de las cerámicas y los tejados que se encontraron en la playa, como restos de hogares que se desintegran y se lanzan como basura al mar, usaron ilustraciones de la expedición HMS Challenger (1858), de la cual surgen las primeras ilustraciones de las ciencias oceonográficas.

A partir de los objetos encontrados y otros pensados para redefinir las formas de la eucariota -como las persianas- hicieron grabados en cianotipos y transferencia.

Las piezas celebran los dos años de este trabajo que les hizo repensar las prácticas y los diálogos.

“Ya no se trata de trabajar desde la dualidad núcleo-periferia, somos un cuerpo artístico que busca crear en espacios que no son tradicionales para arte pero están en otra línea”, dice Segovia.

En esta muestra, de alguna manera, la recolección de materiales pequeños hallados de manera casual y su impresión en distintos formatos es la evidencia de su materialidad, del transcurso del tiempo de trabajo y su resignificación.

“Queríamos materializar el fondeadero, el lugar en el que definimos nuestro espacio-galería es este. Todos los materiales son de un hogar, hay persianas, tejas, banquitos de madera”.

En esta selección en la que todas las obras evidencian una repetición de pequeñas acciones cotidianas, se ponen como desafío poder trabajar al mismo tiempo, sin hacerlas de la misma forma.

Al mismo tiempo, Eukarya se ha replanteado las maneras de hacer curaduría. Su propuesta de trabajo, siempre “como cuerpo en el que hemos trabajado desde las individualidades” -según Flora de Neufville-, les ha servido también para repensar cómo contar sus obras.

“Nos dimos cuenta de que podíamos elegir dónde y cómo trabajar, desde lo tradicional y lo periférico”, dice Segovia. (I)