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Entrevista / marcela ribadeneira / escritora, periodista y creadora visual

"Estoy siempre en un proceso de simplificación del lenguaje"

"Estoy siempre en un proceso de simplificación del lenguaje"
Mauricio Ribadeneira
14 de abril de 2016 - 00:00 - Redacción Cultura

Bajo el sello Absurdia & Suburbia, de la editorial Suburbano Ediciones, la escritora quiteña Marcela Ribadeneira (1982) publicó hace poco el ebook Borrador final, el cual recoge 3 relatos (‘Caetofobia’, ‘La constelación del reloj de arena’ y ‘Borrador final’) seleccionados por el escritor peruano Salvador Luis, quien dirige la colección.

En esta breve antología personal de la autora de Matrioskas (Cadáver Exquisito, Ecuador) queda claro cuáles son sus principales apuestas narrativas: hacer de la escritura una suerte de ingeniería literaria, en la que las palabras construyen estructuras estándar, pero únicas; dotarle de plasticidad a la gramática; y usar la metaficción como recurso para poner al límite las formas del texto y del pensamiento.

De los relatos que están en Borrador Final, solo el que lleva el mismo nombre fue creado para este ebook, ¿cómo lo ideó?

Escribí ‘Borrador final’ para esta antología, aunque la historia de Irene, ese plot que el protagonista del cuento no llega nunca a desarrollar en su guion, era algo que tenía en mente hace tiempo. Contar con un protagonista que aceptara su imposibilidad de escribir me interesaba más que tener uno que luchara en contra de su “writer’s block”, que es un tema cliché en obras de cine y literatura.

Terry Pratchett decía que no existe eso del bloqueo del escritor, que fue inventado por la gente en California que no sabía escribir. Mi cuento intenta ser un abono a esa noción, aunque quién sabe, probablemente sí caí en el cliché. En ese sentido, se trata más de cómo una idea puede presentarse ante una persona como poseedora de un potencial artístico-narrativo, que en realidad no tiene, y de cómo la persona termina creyendo que si hubiera llegado a ejecutarla se habría anotado el logro creativo de su vida.

¿Cuánto cambiaron los relatos en esta edición? En Matrioskas, por ejemplo, ‘La constelación del reloj de arena’ lleva un título diferente.

En el caso de ‘Caetofobia’ (que apareció en Revista Soho), los cambios fueron más de forma, de estilo. Adopté una narración en tercera persona en lugar de la primera persona del texto original porque no quería que el cuento fuera leído como autobiográfico. Si bien los puntos de partida de la historia, las imágenes iniciales -el hombre italiano depilado, el hombre-mármol- son tomados de cosas que viví, las situaciones y el personaje son confecciones narrativas. El pasarlo a tercera persona me permitía, en cierta medida, subrayar eso. Y, sobre todo, exacerbar más la atmósfera de extrañeza y banalidad del relato al contarlo a través de un narrador neutral y distanciado.

‘La constelación del reloj de arena’ está como ‘La constelación de la clepsidra’, en Matrioskas. Estoy siempre en un proceso de simplificación del lenguaje que uso en mis textos (periodísticos y literarios), pienso que puedo escribir de manera más precisa y menos barroca. “Clepsidra” es una palabra linda, me gusta, pero no es sinónimo de reloj de arena. Adoro además el relato ‘Sanatorium pod klepsydrą’, de Bruno Schulz (la traducción sería ‘El sanatorio de la clepsidra’ o ‘Sanatorio bajo la clepsidra’). Fue un capricho mío publicar el cuento en Matrioskas con ese título, había sido una referencia algo gratuita y vi la oportunidad de reivindicarme, así que lo corregí cuando incluí el cuento en la selección de 7 u 8 relatos que le mandé a Salvador. También pulí el cuento un poco, le quité un par de adjetivos por ahí. No tengo miedo de cortar, me gusta, casi con morbo.

¿Cuánto edita de sus trabajos acabados?

No creo que existe “un trabajo terminado”, no creo que uno llega, al menos es mi caso, a “terminar” un texto, solo lo dejas ir, renuncias a él y lo sueltas al mundo para que se defienda solo. Lo dijo Da Vinci hablando de obras de arte, de pintura, y lo han parafraseado desde George Lucas hasta Paul Valéry, porque tiene razón. Aunque hice una leve reedición de ‘La constelación...’ y de ‘Caetofobia’, no pienso topar otro de mis cuentos publicados, solo lo haría si me piden algún cuento viejo para una antología y la edición respectiva lo exigiera, pero en esos casos, los cambios son solo de estilo, no llegan a ser reediciones.

Suelo reescribir y luego editar mucho. Disfruto cuando trabajo con un editor riguroso que me haga replantear mis decisiones de estilo y estructura. La autoedición no te lleva hasta donde un buen editor puede llevarte.

¿Qué intertextos visuales y narrativos empleó en estos cuentos, más allá de los que ya menciona (M. C. Escher, sobre todo)? Por ejemplo, se percibe una estructura y preocupación borgeana en ‘La constelación...’.

Muchas personas han leído referencias borgeanas en mis cuentos. Si están, están de manera totalmente inconsciente. Sí me gustan mucho las matemáticas y la física, y cómo la escritura puede tener estructuras similares a series numéricas, incluso frases y párrafos que se formulan como ecuaciones. El leitmotiv del cuento es el hict et nunc de las obras de arte, esa cualidad que logra que congelen un “aquí y ahora” determinado. El personaje del cuento está obsesionado con capturar lo mismo a través de sus castillos. Escher y su ‘Relatividad’ están presentes porque ese cuadro crea la ilusión de un espacio infinito en sí mismo, y que es una manera de graficar la eternidad, pero sobre todo, porque esa arquitectura imposible vence la gravedad. Nataniel (protagonista) quiere vencer las leyes de la física al congelar el tiempo.

¿Cómo incide su trabajo como creadora visual en su narrativa?

Haber estudiado dirección de cine me dio muchas lecciones de economía de lenguaje. Nada en un encuadre es gratuito, todo elemento visual constituye una elección narrativa o una elección estética que aporta una carga semántica a la historia. Al escribir intento poner en práctica ese ejercicio de control que debería ser toda narración (audiovisual, literaria o periodística).

¿Cómo maneja los géneros en su escritura? El inicio de ‘Caetofobia’ bien puede ser una crónica, que luego se transforma en testimonio, y así...

El original de ‘Caetofobia’ era una mezcla de testimonio y crónica. Supongo que algo de esa esencia de testimonio se quedó en el relato, aunque ya al hacer la versión para el ebook quise emular el género de la crónica. En general, me gusta usar géneros del periodismo narrativo como punto de partida, suelo emularlos (o tomar ciertos elementos) para establecer las estructuras de los cuentos. El resultado es un híbrido. (O)

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