Esos “momentos” son los que hacen a un fotógrafo
“Las fotografías retratan esa cotidianeidad, ya que existen cosas muy cercanas a nuestra realidad. Ahora que veo al fotógrafo, considero que es muy joven, pero ha logrado retratar muy bien esas vivencias y actitudes que para muchos pasan desapercibidas”, comentó Diego Espinoza, diseñador de 30 años, quien empezó el recorrido por la sala antes de que se iniciara el evento.
Con la afluencia de un gran número de espectadores se dio por inaugurada la muestra fotográfica del quiteño Diego Coral, de 31 años, quien bajo la temática de “La ciudad desnuda” presentó 54 fotografías análogas en blanco y negro, en la Alianza Francesa.
Las imágenes se captaron desde 2005 hasta 2012 y, según Coral, nada fue planificado. “Estuve recorriendo varias ciudades, Nueva York, La Habana, Buenos Aires y posteriormente aquí en Quito y siempre llevaba la cámara conmigo, no con el afán de retratar algo específico, sino más bien de captar con mi cámara lo que veía, el paso aligerado de la gente, esa fluctuación en el espacio que hace que muchas veces nos olvidemos del otro por pensar en nuestras propias vivencias”.
Retratar a la gente en sus diversos espacios, desde su propio mundo surtido de expresiones, miedos, preocupaciones, pero que resulta imperceptible a la luz de los transeúntes, ha sido captado a través de una cámara que recoge todo aquello que tal vez para el artista en ese momento era algo no premeditado, pero que tenía una temática unificadora que terminó ensamblando a las imágenes.
“Si hay una forma de retratar la cotidianeidad, Coral lo ha hecho de la mejor manera, ya que los momentos menos esperados y menos fingidos son los que mejor se retratan”, dijo Estefanía Molina, joven de 27 años, quien comentó sentirse satisfecha con la muestra.
La coloquialidad de los personajes embarca en una situación de equidad, no importa que las fotografías hayan sido retratadas en Quito o en La Habana, en Nueva York o en Buenos Aires, la expresión de las vivencias son las mismas, tal vez unas más devastadas que otras, como en el caso de La Habana en donde se retrataron fotografías, no de lo asombroso de los lugares llamativos, sino esa periferia, ese lado que nadie retrata, ese lado que solo ve un transeúnte que se petrifica junto con su cámara por unos instantes.
Mientras que en Nueva York, por ejemplo, el desinterés por la fragilidad y lo efímero de la vida está retratado en su máxima expresión. Ahí no importa el transcurso del tiempo cuando están sumidos en un mundo de mercado, de consumo.
Cada uno de los lugares fotografiados por Coral muestra expresiones del lugar, de su gente, de su familiaridad o no con el espacio en el que viven o por el que transitan, son fotografías apartadas de todos los clichés que puedan desbordar esos espacios y convertirlos en meras representaciones figuradas.
Mateo Herrera, productor y director ecuatoriano, también visitó la muestra y coincidió en que es un ejercicio por capturar la cotidianeidad, subrayando que fue bien logrado, resaltando que aprecia más las fotografías de Quito.
Coral estudió literatura en la Universidad Católica y fotoperiodismo en la Universidad de Barcelona. Expuso en 2003 y 2004 en la Casa de la Cultura la muestra “El caramelismo”, que evocaba un rescate a la fotografía clásica; es director y editor de la revista Montaña.