Dos escenarios de violencia femenina incentivan la cultura de la denuncia
Victoria (Belén Idrobo) acaba de enterarse de que su dignidad está por los suelos debido al comportamiento abusivo de su jefe en la fiesta de la empresa.
Una nalgada lasciva frente a sus compañeros de trabajo sería el detonante para que ella decida denunciarlo. Mas su colega, Pablo (Ricardo Velasteguí), no la quiere apoyar por miedo a represalias.
Esta es la trama de la obra Victoria, de la argentina Agustina Gatto, quien implementa la técnica de drama extendido en la cual la tensión va aumentando a lo largo de 15 minutos.
“En la obra hay un mensaje macro de protección a los testigos”, cuenta el director Jorge Sandoval.
Idrobo sostiene que eso se debe a que la reflexión final en esta obra apunta a erradicar la violencia. “Educar es la clave, educar no para cuidarnos de los violadores sino para no violentar”, sugiere.
Mientras que Velasteguí opina que es importante tener este tipo de obras porque invitan al público a identificarse con el tema.
“Me gusta este texto que es ágil y dinámico e implementa el hiperrealismo; no deja espacio para la duda al espectador; es lo que es”, explica el actor.
Señala que la intención es despertar conciencias para entender la realidad actual, que no pasa solo en ambientes laborales sino también en los hogares. “Eso está mal y debe ser denunciado”, recomienda.
En la obra el debate se centra en que Pablo es otra víctima más del sistema y que no puede apoyar a su compañera porque teme quedarse sin empleo. La reflexión al final es que el silencio de los testigos de violencia o de abusos fomenta la impunidad en el país.
En la misma sede teatral, la polémica obra Yo soy Lorena Bobbit también expone los abusos ventilados en el sonado caso de Estados Unidos. La pieza retrata una parte del juicio en el que se enfrentaron los esposos Bobbit y las crudas escenas de violencia que vivió la bucayense.
Alberto Pablo Rivera protagoniza al abusivo esposo al que Lorena finalmente castra. Joselyn Gallardo asume el rol de Lorena, ambos dirigidos por el peruano Raúl Sánchez McMillan.
“El mensaje que tratamos de dar y que se cuenta solo es que el abuso doméstico y la violencia están mal”, expresa Rivera, quien investigó a fondo la vida de John.
“Tengo claro el desequilibrio mental de ella y creo que encontró en ese acto la forma de ponerle fin a los abusos, pero hoy eso ha cambiado. En la obra se proyecta el camino de lo que ella vivió hasta el final”, manifiesta Gallardo.
Esta actriz recordada por interpretar la segunda parte de Sin senos sí hay paraíso, espera que con esta obra el público no solo se entretenga sino que comente y tenga consciencia de la importancia de la cultura de denuncia. (I)