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Ecuador, 26 de Diciembre de 2024
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El Telégrafo
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“Es necesaria una mirada pura”

“Pescador”, de Sebastián Cordero,  protagonizada por Andrés Crespo, tuvo su estreno mundial en el Festival de San Sebastián, donde compitió en el apartado “Horizontes latinos”. Luego se exhibió en Cuenca, en el Festival Internacional de Cine La Orquídea.

Y este año, entre este mes y marzo, participará, en competencia, en los festivales internacionales de cine de Cartagena,  de Guadalajara y en el Miami International Film Festival.

El estreno de la cinta  en Ecuador está previsto para el próximo 9 de marzo. Su protagonista,, Andrés Crespo, accedió a hablar sobre la película  y   su experiencia como director,  guionista y actor.

¿Siente  su vida enrumbada por ese camino del cine?

Solo puedo decir que si uno está buscando algo, entonces el placer está en eso, en buscarlo... Cuando yo comencé a realizar mis cortos, siempre los hice porque sentía la necesidad... Hice primero “Niño Danny”; luego vinieron “Sonya”, “Filo de tocador”, después “Pata de cabra”. En “Filo de tocador” también actué, y ese fue el trabajo  que vio Sebastián Cordero. Así se armó el vínculo para luego hacer “Pescador”.

¿Puede hablarnos sobre la película y sobre la participación en el Festival de San Sebastián?

Se hicieron tres pasadas, cada una con sala llena. Los expectadores se mostraron muy contentos.  “Pescador” es una historia bella, un trabajo muy personal de Sebastián. Es una película sencilla, sin muchas pretensiones... él hizo una transformación del guión y de la crónica  original de Juan Fernando Andrade y la convirtió en una historia que casi se puede tocar.

Protagonizar el filme ¿fue un reto o simplemente era algo natural?

Cuando Sebastián Cordero me llamó para integrarme al equipo de “Pescador”, tuve una sorpresa gigante y un placer increíble. Tú sabes... vislumbrar la posibilidad de que él me requiriera para hacer ese rol. Porque debo decirte que  no soy un actor profesional... soy un autodidacta.

En este sentido, a mí me parece que hay una tendencia, muy sana e interesante, en los actuales momentos en  el cine ecuatoriano:  trabajar con no actores. Como se hizo, después, en “Otoño sin primavera”, de Iván Mora Manzano; y luego en “Mejor no hablar de ciertas cosas”, de Javier Andrade. En estas dos películas el 80% de artistas que intervinieron nunca había actuado antes. Participaron desde  músicos, modelos, hasta vendedores de carros. Hice la dirección de casting, junto a Daniel Llanos. 

¿Cómo se maneja a personas sin formación actoral?

Bueno... aquí interviene la mano del director, en primer lugar para elegir de entre un grupo de no actores a quien pueda servir para determinado papel. Una vez elegido, éste se convierte en su cómplice y su amigo todo el rodaje,  y también  después.

¿Crees que, al igual que a escribir, a hacer cine se aprende haciendo?

No estoy en contra de una formación académica, pero creo que es fundamental mantener una mirada pura, personal, sobre lo que es el cine. Me parece que se aprende mucho haciendo cortos.   Por eso, los guiones de los 4 cortos que he realizado han sido escritos por mí y,  por supuesto, también los he dirigido. Así se  va aprendiendo...

Creo que son los ingleses quienes dicen que es imposible enseñar a escribir. Y es verdad... pero hacer cine tiene un montón de aspectos técnicos que uno los aprende en el camino...

¿Cree que existen hoy mejores condiciones para hacer cine?

Creo que si bien han disminuido  el presupuesto del Consejo Nacional de Cine (CnCine) para  este año,   hoy el cine nacional tiene un apoyo que nunca antes tuvo.

Aunque también pienso que los cineastas debemos buscar en la esfera privada formas de financiar nuestro trabajo. Creo que el CnCine funciona cada vez mejor.

Yo soy un ejemplo de este apoyo. En el 2007  gané la categoría de escritura de guión con un largometraje: “Sin muertos no hay carnaval”, un guión que lo estamos trabajando con Sebastián Cordero y Arturo Yépez, para realizar la película que dirigirá Sebastián.

Y dentro de ese trabajo, por recomendación de Sebastián,  asistí a un taller de guiones, bajo la dirección de Bertha Navarro, en Oaxaca, México, que fue verdaderamente increíble y creo que le hizo mucho bien al guión.

Y, claro, considero  que siempre será difícil hacer cine, como en todo lado, pero es un esfuerzo que vale la pena. Aquí cada vez se abren más escuelas  y así la oferta va en aumento.

También los que no tenemos estudios formales tenemos nuestra oportunidad. Debo hacer una mención especial a Pepe Yépez y Billy Navarrete, que acaban de estrenar su documental “Nariz del diablo”, basado en el proceso de la Asamblea Constituyente y a quienes considero guerreros en esta lucha por hacer cine; de  verdad  me siento identificado con ellos...

Leí una entrevista  donde hacía un paralelismo entre Guayaquil y ese sur de los Estados Unidos que pinta Tennessee Williams en “La gata sobre el tejado de zinc caliente”, a propósito de la adaptación que hizo de esa obra...

La comparación entre la gente del sur de Estados Unidos y los guayaquileños la hago a partir de mi percepción, muy particular, sobre mis conciudadanos y su vena fundamentalista o, más bien, pienso que  somos víctimas de un fundamentalismo religioso que nos marca y eso no es saludable. Pero no solamente por el lado de la religión, sino también por el dogmatismo frente a la ley, que se podría traducir en un conservadurismo ideológico.

Te explico: por ejemplo, la represión que la policía metropolitana hace a los vendedores informales de carne, es justificada por el guayaquileño corriente al asumir que “si la ley lo dice, eso se aplica porque la ley es para todos...”.

Esto es lo que no comparto, que esta ley no puede estar por encima del ser humano y sus necesidades y este vendedor informal depende de su venta para sobrevivir. Entonces, antes que reprimir se debe conversar, porque la ley no se impone, la ley se socializa. Pienso que, justamente, esa manera de pensar del guayaquileño medio es lo que lo acerca al sureño estadounidense;  somos conservadores y fundamentalistas. Pero también pienso que ésta es la época ideal para provocar una ruptura que permita una nueva manera de pensar.

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