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Ecuador, 26 de Enero de 2025
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El IX Encuentro internacional de mujeres en escena muestra 20 trabajos sobre las tablas y convoca a actrices de 13 naciones

En Tiempos de Magdalena las mujeres escriben su propio evangelio (Galería)

Silvia Brito, la intérprete clown de El Evangelio según Clarín, es parte del elenco de Corporación Cultural Patio de Comedias y dirige el proyecto ‘Teatro de los Silfos’. Fotos: Cortesía Silvia Brito
Silvia Brito, la intérprete clown de El Evangelio según Clarín, es parte del elenco de Corporación Cultural Patio de Comedias y dirige el proyecto ‘Teatro de los Silfos’. Fotos: Cortesía Silvia Brito
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Quito.-

El fondo de una caverna tiene muchas connotaciones. En él destacan las proyecciones ilusorias de seres encadenados a sus prejuicios, pero también yace lo trascendental. Las imágenes que mantienen cautivos a seres que, sin estar encadenados, han decidido darle la espalda al mundo real. Y ese escape mágico puede estar en muchos lugares: en la mente de un dramaturgo, en las páginas de un libreto y, claro, sobre las tablas, en una puesta en escena.

En el teatro Patio de Comedias transcurren Tiempos de Magdalena, del 1 al 20 de octubre. Tiempos de contar el mundo porque María de Nazareth, otro mito que cautiva, fue la portadora de un mensaje divino (la palabra ángel significa mensajero; la noticia: Jesús). Y María Magdalena es la escucha que acompaña, encanta y quien pudo escribir El Evangelio según Clarín, obra que interpreta la actriz-clown ecuatoriana Silvia Brito (directora del proyecto ‘Teatro de los Silfos’).

La noche del jueves 2 de octubre, la caverna del Patio de Comedias proyectó la morada del profesor de historia W. Posowski. Estuvo el vestíbulo, la sala, su estudio, libros y una ventana. Todo lleno de polvo, incluso Clarín, el clown-agente de limpieza encargado de ordenar las cosas, quien reescribió un evangelio a su manera. No importó que el connotado profesor dejara escrita la sátira: “Creo en Dios, pero también creo que la radio funciona porque tiene personitas adentro”; no importó que a Clarín las letras de sus legajos le estuvieran prohibidas. Cuando halló un libro grueso con el título Grandes misterios de la humanidad, Clarín lo tuvo claro: estaba frente a un abismo que lo atraía como atrae un señuelo.

El cautiverio de los espectadores de esta obra empezó con el juego sonoro que Clarín hizo al pisotear un walkman, su único compañero en escena, además de un teléfono que timbró sin que alguien le hablara del otro lado. La soledad del clown estuvo latente, más cuando fue consciente de su desarraigo al darse cuenta de que ignoraba cuál era su apellido en el momento en que llenaba una hoja con sus datos. “Clarín Clarín” fue la respuesta tragicómica del colorido personaje que extraía risas con su llanto.

Un overol habano, un casco amarillo y un par de botas cafés bastaron para hacer del azaroso agente de limpieza una parodia de Sherlock Holmes, un detective involuntario cuya culpa no inhibió su curiosidad de barrendero fisgón. Este diálogo intertextual, dirigido por Guido Navarro, transitó por varios personajes históricos, enlazados entre sí por una voz narradora que solo apareció, como confesora de una culpa, al inicio (“En ese momento empezó toda mi desgracia...”) y al final (“...no hay diosito de la limpieza”).

Algunos personajes recreados en la obra dieron cuenta de la intertextualidad del libreto que, sin una relación temporal entre ellos, se descomponen en símbolos que estructuran como un puzzle la teoría sátiro-científica de Posowski, escrita en su tratado ficticio sobre los misterios de la humanidad y, luego, en la reescritura que de estos hace Clarín en un evangelio espontáneo.

Adicionalmente a la recurrente apelación al mito de la caverna, que es inherente a toda obra de teatro, la recreación de Prometeo hizo de esta obra una farsa con trasfondo helénico en toda regla: Clarín, como Pandora, abrió el libro prohibido y apareció Cristo (la noticia) que se enfrentó de forma reveladora al Pinocho del italiano Carlo Collodi (la mentira, la noticia inventada). Ambos personajes puestos en competencia: hijos de un carpintero, tienen clavos que les atraviesan (atravesaron) pies y manos, y fueron tentados por alimañas zoomórficas.

Las páginas que Clarín reescribió con la tierna inocencia de un niño (una suerte de Kaspar Hauser tragicómico) narran una escena en particular: el fuego que le mereció un castigo eterno a Prometeo le es arrebatado a un impetuoso alemán que hacía dibujitos en la infancia. Él mismo, su familia y hasta su perro son desechados cuando una maestra represora desdeña sus retratos como si de simples garabatos se tratara. Represión que sume al infante en una soledad neurótica. Adolf Hitler promete no volver a pintar y la frustración de no poder sostener un pincel desata en él una megalomanía que se tornará suicida ante la derrota de la Segunda Gran Guerra que soportó el siglo XX. Hitler como un Pinocho que se miente a sí mismo durante sus años gloriosos, como un Cristo consciente de que la pureza solo puede retornar a través de la inmolación en los días sombríos de su decadencia.

Continuando con la toma de poder que lleva a cabo el protagonista al encarnar en los personajes del libro de Posowski (antes de Prometeo los humanos eran mendigos envidiosos que se transformarán en tiranos narcisistas luego de recibir el milagro del fuego), el clown se planta en un pedestal que él mismo montó, con la escoba como báculo y el casco como corona para llegar a ser un líder, El Líder. Entonces el agente de limpieza toma conciencia de que “limpiar es eliminar” y busca hacerse deidad hasta que el misterioso libro del profesor dueño de casa le anuncia que hay dioses para muchas cosas, pero “no hay diosito de la limpieza”.

El Evangelio según Clarín contiene una original parodia del Führer alejada de la interpretación casi arquetípica que hizo Charles Chaplin en El gran dictador, el filme blanquinegro de 1940; y está atravesada por la feminidad de su intérprete al igual que todas las obras del ciclo Tiempos de Magdalena, en el que se expone la rebeldía del género, una particular estética y forma de ver el mundo.

La programación escénica de Tiempos de Magdalena incluye también la obra danesa Ave María (la muerte se sienta sola), un relato sobre la amistad entre dos actrices, una inglesa, ficticia (Julia Varley), otra chilena, desaparecida (María Cánepa), atravesando los confines de la muerte porque “la ilusión es el arte del teatro, volver vivo lo que no está; dar sonido y presencia a las palabras que están sobre el papel; hacer hablar y accionar a quien es solo un recuerdo”, como Cánepa.

El mundo se explica a través de historias que generan empatía, que no solo son una explicación del mundo sino que pueden llegar a ser mundos en sí. La realidad suele ser tan tormentosa que con facilidad se deja en segundo plano, tras las interpretaciones de actrices en papeles universales. Por ello, los habitantes del mundo real, como Clarín, prefieren ser cautivos lúcidos e improvisados de determinadas historias (evangelios) a vivir lo que por azar o mandato divino les tocó.

DATOS

La programación completa, que incluye una muestra fotográfica, performance, talleres, diálogos y demostraciones de trabajo en distintos lugares, está en la página web www.mandragorateatro.org

Las funciones están repartidas del 1 al 8 de octubre para Quito; del 9 al 11, Cotacachi y Otavalo (Imbabura); y del 13 al 20 para distintos cantones de la provincia de Pichincha, en la que se inauguró.

La novena edición del encuentro ‘Tiempos de Magdalena, tiempos de mujer’ consiste en 21 espectáculos en 20 escenarios con la participación de 26 artistas nacionales, nueve grupos internacionales, una proyección cinematográfica y una exposición sobre dramaturgia.

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