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"En nuestros debates ha corrido sangre verbal"

"En nuestros debates ha corrido sangre verbal"
Foto: Juan Carlos Morales
22 de marzo de 2016 - 00:00 - Redacción Cultura

Que una revista impresa celebre más de dos décadas de existencia, en una sociedad que tiene el prejuicio de no leer mucho, y en un entorno cada vez más ingrato con los soportes físicos, es algo justo de celebrar. El escritor Raúl Serrano Sánchez, miembro del consejo editorial de la revista literaria Eskeletra, la cual cumplió 25 años hace poco, reflexiona sobre los avatares que significa hacer este objeto “único”.

¿Qué implica hacer una revista en un medio en el que cada vez van desapareciendo estos formatos y otros migran a la web?

Implica sostener y reivindicar los márgenes de lo alternativo. Frente al predominio de los nuevos formatos, mantener la revista impresa pone en cuestionamiento, sin que eso quiera decir satanizar, lo que son esos otros soportes desde la noción del poder y lo hegemónico. Además, y creo que esto no tiene nada que ver con la nostalgia, sino con la idea de reivindicar al grupo, que va más allá del concepto convencional de generación, como una suerte de gentes infectadas de esa pasión impostergable que es la literatura.

¿Cómo ve el panorama de las revistas culturales en Ecuador y en la región?

Los nuevos soportes han permitido que ese panorama se amplíe y se democratice, aunque no discrimine: hay tal cantidad de revistas que los árboles nos tapan el bosque y los lectores no pasan de ser virtuales. De ahí que la idea de mantener la impresión, pese a los conflictos que esto entraña a nivel económico (es la triste realidad), marque la diferencia; pues una revista impresa como una electrónica se van imponiendo por lo que son sus propuestas, que siempre deben estar sujetas a cierta escala de calidad y no por la ambigua cantidad de lectores que posea; además de sostener una enconada lucha contra un orden que tiende a convertir todo en industria, una forma sutil de neutralizar cualquier tendencia a cuestionar sus prácticas y modos de “vigilar y castigar”.

¿Cómo definiría el trabajo que ha hecho Eskeletra en estos 25 años a través de la revista y cómo caracterizaría el rol del editor?

Un trabajo que se centró en el afán no solo de difundir las nuevas formas de escritura que se daban en el país y otras geografías, sino lo que esos nuevos formatos y contenidos estaban revelándonos y ponían en entredicho. De pronto, algunos no encajaron con lo que eran las poéticas disímiles que se gestaban en el grupo. Sin duda, una de las particularidades del colectivo era esa pluralidad sobre las prácticas escriturales y el respeto total a disentir de cada quien. Nunca hubo una línea, ni una dirección o un manifiesto único; se dieron manifiestos que se expresan en los textos recogidos en los diferentes números que se han publicado de la Eskeletra. Quizás ahí resida el rol como editores: celebrar con los otros, con sus textos, lo que eran los proyectos de creación de quienes eran parte del círculo vicioso. Un trabajo que partía, desde nuestras fanáticas y siempre discutibles perspectivas críticas, por ser riguroso.  

Según dijeron en el lanzamiento, estos 25 años son una oportunidad para replantear la revista, ¿hacia dónde va ese nuevo rumbo?

Habrá que establecer una modificatoria a esa promesa. Sucede que desde el primer número nos empeñamos (es probable que el intento nos haya jugado una mala pasada) en replantear lo que significaba sacar cada número. De pronto, eso era parte de una inconformidad (¿o condena?) que siempre es saludable. De ahí que el nuevo rumbo no será otra cosa que insistir, como los amantes, en la tentación de nunca revisar cuál es el camino que aún tienen que recorrer, dado que de hacerlo corren el albur de caer en una suerte de rutina burocrática.

¿Cuál es el criterio editorial para plantear temas y autores?

Siempre fue vital y una especie de desacato, no programado, a lo oficial y al canon. Este número 25, el de aniversario, coordinado por Huilo Ruales Hualca, así lo demuestra. Además, no nos ha movido la idea de la novedad por la novedad, sino, parafraseando a Octavio Paz, eso que se propone como novedoso tiene que ser capaz de sorprender a propios y extraños. Esa capacidad de sorpresa siempre estuvo y está respaldada por la fuerza y el valor de los textos, al margen de la amistad o compromisos extras literarios. Los temas no los elegimos, se nos han impuesto entre una y otra discusión y bronca al interior del grupo y según los vientos que han azotado a nuestro costado; debates, por cierto, en los que ha corrido tanta sangre verbal que siempre hemos terminado por hacer todo lo contrario de lo que, originalmente, nos habíamos propuesto. (O)

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