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El Telégrafo
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“En Guayaquil, las instituciones culturales están en su peor momento”

“En Guayaquil, las instituciones culturales están en su peor momento”
21 de agosto de 2012 - 00:00

Llegó al país hace quince años y pronto tomó un lugar dentro de la escena artística. María Guadalupe Álvarez es una curadora cubana que en algún momento estuvo involucrada con el proyecto del Museo Antropológico de Arte Contemporáneo (MAAC).

En 2004 empezó a dar clases en el naciente ITAE, instituto que poco después se convirtió en referente artístico de Guayaquil y del país. Fue profesora y ahora colega de Jorge Aycart, polémico personaje que hace algunos días dio una “espinosa” entrevista a este diario sobre el cine en Ecuador.

El lunes 13 de agosto dirigió una conferencia donde apuntaba a definir qué es arte, y aunque empezó aclarando que el término no se puede delimitar, atina a establecer nociones en qué apoyarse.

¿Qué piensa de las palabras de Jorge Aycart sobre el cine ecuatoriano?

Aycart se mostró un poco inmaduro en sus declaraciones, que no están suficientemente meditadas, y se refería a una palestra con muchas expectativas, como la del cine en Ecuador, que es uno de los estamentos culturales que más madurez ha mostrado en su manera de producir en el país. En ese contexto, un juicio demasiado rápido y tal vez ligero puede causar muchísimos resquemores.

Sin embargo, hay temas que podrían discutirse…

Hay muchísimas cosas que deben someterse al escrutinio y al debate público. De pronto el primer juicio no debió ser el de Aycart; pero él lo inició y eso debe continuar.

¿Qué temas deben sobresalir y debatirse de lo dicho por Aycart?

Está en pie el tema de la industria cultural y, particularmente, del cine, alimentado desde el aparato estatal. Eso se debe discutir, es un tema muy importante. Yo extraño ese tipo de debates y lamento que con tantos intelectuales alrededor no se haya mostrado antes.

En la conferencia que dictó en NoMínimo, el 13 de agosto, hizo una serie de citas de artistas y críticos. Entre ellas, una que exponía que el arte se legitima desde el propio mundo del arte. ¿Se debe entender eso como la academia?

No. Existen diversas corrientes y grupos artísticos que se desarrollan incluso en franca antagonía con la academia. El arte se legitima por discursos influyentes, debates influyentes, personas influyentes, problemáticas influyentes desde el mundo de la cultura. Hay muchísimos factores que otorgan esa legitimación.

Pero la legitimación a veces la dan unos, y otros no, y viceversa…

No podemos pensar que el mundo del arte es homogéneo. Hay propósitos de buscar experiencias y de tocar las llagas más sensibles de la vida social, cultural o íntima, hasta los más autorreferenciales, donde para disfrutar, en el sentido amplio del término, necesitamos tener fondos de contraste. Somos sujetos culturales, sociales y políticos, en el sentido sensible, subjetivo del término. El antagonismo genera altura. Un antagonismo en el que no hay que colocarse como enemigos, sino que permita la salida a la palestra pública de criterios profundos que son diferentes perspectivas de ver el mundo. Y eso es legítimo.

Se suele pensar que el acceso a los sentidos que ofrecen los fenómenos artísticos se reserva para quienes estudian arte…

Ah, no. Ese es un estereotipo lamentable. Pensar que el espectador sea incapaz es una visión paternalista. Convencionalmente hablando, se piensa que la gente es tonta. ¡Y la gente no es tonta! Sólo necesita enfrentarse sin prejuicios a los fenómenos artísticos.

Entonces, ¿el ciudadano no vive las experiencias que plantea el arte porque tiene prejuicios?

Existe el estereotipo de que el entretenimiento no es consumo cultural. Incluso en las maneras más convencionales, hay frentes que se han especializado con solvencia en ese formato. Uno no tiene nunca las mismas expectativas sobre un producto artístico. Hay cosas para las que uno tiene un momento. Yo no me dedico al arte ‘full time’.

También veo las series que ve mi hija en la tele, “iCarly” y esas cosas. Disfruto tanto de una película de Clint Eastwood, que me toca la sensibilidad más profunda, o las más sofisticadas de Pedro Costa, Kaurismaki o Tarkovski, o de los cineastas latinoamericanos más vanguardistas.

¿Por qué existen esos prejuicios?

Nos hemos formado con una noción de arte que inclina a buscar significados. Desde la mitad del siglo XX para acá hay muchísimas facetas del arte que buscan experiencias y no significados, y asentar situaciones de malestar, preguntas, incomodidades, asombros. Lo que pasa es que son más fuertes los prejuicios para dar lecturas al arte, que la experiencia que realmente se está teniendo y que no se puede poner en palabras, en discursos.

Se cree que hay un divorcio entre el artista y el espectador...

Los artistas no son los únicos responsables. Acostumbramos a pensar que el mundo del arte es la academia

¿Igual en Ecuador?

No se puede hablar de Ecuador en un sentido abstracto. Quito se ha venido desarrollando cultural y artísticamente de manera significativa. Hay instituciones que apostaron seriamente por la producción cultural, tratando de generar un aparato de extensión, de difusión, de trabajo cotidiano con públicos. Este último está en primer término: uno de los giros más importantes que ha tenido el arte hoy, no sólo en Ecuador, en el mundo, es el giro hacia el público; no para satisfacer ni para entenderlo de un solo modo, sino para comprender que estos elementos tienen que estar en una constante relación productiva.

¿Qué instituciones son esas?

En Quito, el CAC (Centro de Arte Contemporáneo), la FLACSO (Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales), muchísimos espacios independientes, una plataforma de trabajo en la red, como lo que hace Maribel Moncayo con su video-arte (que ahora mismo sufre de falta de posibilidades de sostenerse), la propia galería que tiene FLACSO desde la academia.

¿Y en Guayaquil?

Hace quince años que llegué a Guayaquil y las instituciones culturales están en su peor momento, con pocas excepciones. Las instituciones siguen siendo el punto más precario, con menos posibilidad de enunciar un trabajo con proyección. El MAAC está ‘out’; el Museo Municipal… sabemos todos los problemas que tiene por la manipulación de sus eventos; la Casa de la Cultura es nula. Siempre se han movido más los espacios independientes.

¿Qué espacios?

DPM (Galería David Pérez McCollum), que ha apoyado a la gente joven; se está moviendo NoMínimo, marcando un espacio de importante gestión, con su público, sus audiencias, su lugar. En cine está Fernando Mieles. “Descartes” es uno de los productos cinematográficos que más respeto de Ecuador. En Guayaquil hay una producción importante desde la fotografía, desde otros espacios culturales independientes menos visibles: revistas, ilustradores. Hay cantidad de aportaciones importantes… Y tenemos al ITAE, donde también estamos en una situación precaria: los profesores estamos impagos hace algunos meses.

¿Expectativas en torno a la Universidad de las Artes?

Esperemos a que llegue. Se pueden tener expectativas cuando uno conoce un fenómeno, pero la forma en que ha salido a la esfera pública la información de la Universidad de las Artes ha sido francamente desastrosa.

¿Les preocupa?

Por supuesto que nos preocupa. Porque no tenemos todavía nada claro con respecto a la continuidad de estudios, y eso es algo que no se puede tratar aquí y ahora.  Creo que es  un tema que hay que tratar. Amerita una discusión.

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