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En Flor de Bastión se aprende a mirar cine como medio para cuestionar la realidad

Doce estudiantes del campamento educativo Dolores Veintimilla de Galindo participaron en el proyecto.
Doce estudiantes del campamento educativo Dolores Veintimilla de Galindo participaron en el proyecto.
Foto: cortesía de Tyrone Maridueña
10 de agosto de 2016 - 00:00 - Daniel Lucas, periodista

En la cooperativa Las Delicias, ubicada en el bloque 9 de Flor de Bastión, en el noroeste de Guayaquil, las personas viven en los límites de la vida urbana y rural. Por las calles de tierra es habitual encontrarse con el lechero a caballo que vende su producto al granel o con el vendedor que grita a viva voz: ‘kerosene, kerosene’, mientras tira de su carreta de madera.

En el centro de la comunidad se encuentra el campamento educativo Dolores Veintimilla de Galindo. Doce estudiantes de la institución pública forman parte del proyecto ‘sensibilización cinematográfica’, que llevan a cabo Samanta Yépez y Diego Falconí, cineastas y docentes de la Escuela de Cine de la Universidad de las Artes (UArtes).

Hasta el momento, los estudiantes que cursan el segundo año de bachillerato han visto dos películas cuya trama y ambientación se asemejan mucho a la realidad que viven los alumnos, aunque los filmes pertenecen a culturas completamente ajenas. “Nos interesa incorporar esas áreas del cine a las que los chicos están expuestos de manera inconsciente y volverlas explícitas. La intención es sensibilizar a los participantes a estas nuevas relaciones con el cine, porque tal vez no han estado acostumbrados o no han sido consciente de ello”, afirma Falconí.

El ciclo de películas elegidas para el programa, de las que se han proyectado ¿Dónde está la casa de mi amigo?, deAbbas Kiarostami, y La historia del camello que llora, de Byambasuren Davaa y Luigi Falorni, tienen un hilo conductor en común: la familia.

A pesar de que las realidades que se muestran en los filmes son lejanas o diferentes a las de las familias en Flor de Bastión, este tema en común permite mantener una conversación fluida.

Kerly Cruz, de 15 años y una de las estudiantes que participa en el proyecto, afirma que la película del recientemente fallecido director iraní Abbas Kiarostami es conmovedora. “Yo solo he visto películas cómicas o de terror; esta cinta nos ha enseñado a concentrarnos en lo que estamos viendo para aprender de ellos. En la película los adultos no escuchan a los niños y acá pasa casi lo mismo. Esto nos enseña a que hay que saber escuchar a los menores y que nuestros papás también deben prestarnos atención”, dice Cruz.

Entre las propuestas del programa está desarrollar un vínculo entre el cine y la vida diaria. “En la cotidianidad no existe un lugar para hablar de los problemas, pero con el espacio y condiciones que crea el cine, sí. Ver un filme juntos, concentrados, con una buena calidad de sonido e imagen, te motiva, te mueve y eso te lleva a querer compartir (experiencias). Es un proceso expansivo que va hacia la vida diaria de las personas. Ese es un valor que tiene el cine y una necesidad de las comunidades”, destaca Falconí.

Un proyecto pedagógico

La intención de los promotores de esta labor es descubrir líneas metodológicas para proponer un programa pedagógico de cine que se pueda implementar en escuelas y colegios públicos del país.

“Hay países en los que la educación cinematográfica se ha incluido ya en escuelas y colegios. Estamos pensando un programa en el que se considere que el arte puede servir, confluir y estar relacionado también con la enseñanza. Esto existe actualmente, en el aula se recurre al cine para enseñar. El problema es que se hace inorgánicamente. La intención es proponer una metodología”, afirma Yépez.

El campamento educativo Dolores Veintimilla de Galindo, al estar  ubicado en el centro de la comunidad, proporciona ciertas dinámicas sociales únicas. “Queremos ver cómo se desarrolla un programa de sensibilización al cine en un lugar donde no hay cines”.

Taller de programación

Este proyecto es, a la vez, un pequeño taller de programación. Pensando en su comunidad, los estudiantes verán unas cuantas películas para debatir y escoger un filme que se mostrará a la comunidad. La proyección final se realizará en la misma comunidad, con los compañeros, familiares y vecinos, en el mes de septiembre, y estará acompañada por los comentarios de los estudiantes.

“Una universidad ensimismada no tiene interés. Creo que el hecho de tener docentes implicados en proyectos como este nos permite conocer mejor los contextos locales. Nos mantiene conectados con lo que sucede en otras esferas sociales para entender mejor el sistema educativo ecuatoriano de donde provienen los estudiantes que tenemos en la UArtes. Hay personas, incluso, que por el contexto social en el que viven piensan que el arte no es una opción para ellas, pero tal vez sí, solo que no lo han descubierto. Necesitamos de alumnos de horizontes variados, si pensamos en los futuros cineastas”, concluye Samanta Yépez. (I)

Datos

El ciclo de películas seleccionado para la proyección tiene como eje la familia. Hasta ahora se proyectaron Dónde está la casa de mi amigo, de Abbas Kiarostami, La historia del camello que llora, de Byambasuren Davaa y Luigi Falorni, y Todos nos llamamos Alí, del cineasta alemán Rainer Werner Fassbinder.

12 estudiantes del campamento educativo Dolores Veintimilla de Galindo forman parte del proyecto de ‘sensibilización cinematográfica’, en el que trabajan los docentes de la Universidad de las Artes y realizadores audiovisuales, como Samanta Yépez y Diego Falconí.

El ciclo de cine cerrará en septiembre. Además se ha pensado en la apertura de las clases a toda la comunidad que habita en Flor de Bastión, sector popular ubicado en el noroeste de Guayaqui.

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