Coleccionista Ella Fontanals-Cisneros: Los precios del arte en la región son accesibles
Ella Fontanals-Cisneros empezó a adquirir arte a finales de los años 70 y ha forjado una de las más grandes –y exclusivas– colecciones artísticas de América Latina, especializada por tener obras de abstracción geométrica; arte contemporáneo internacional y regional; video; y fotografía moderna y actual.
Sentada en el segundo piso de un hotel quiteño con vista hacia una acelerada Plaza de la Independencia, esta filántropa y coleccionista cubana dice que la Fundación de Arte Cisneros Fontanals (CIFO), que ella creó, ha sido una institución que fomenta a artistas latinoamericanos emergentes y de mediana y larga trayectoria.
“América Latina ha sido una zona un poco olvidada, pero con una producción artística única. Yo soy de las que siempre he dicho que arte es arte no importa de dónde venga”, dice Ella horas antes de la inauguración de Inmersiones Estratégicas: Primera Escala, una exposición de los nueve ganadores del Programa de Becas y Comisiones de CIFO de este año que, por primera vez, no se exhibe en Miami como habitualmente se hacía, sino que ahora llega a Quito; luego viajará hacia Lima.
Esta muestra se presentará en el Centro Cultural Metropolitano de Quito hasta el 28 de noviembre y revela las propuestas de los artistas Horacio Zabala (Argentina), Magdalena Atria (Chile), Lázaro Saavedra (Cuba), Fredman Barahona (Nicaragua), Gala Berger (Argentina), Víctor del Moral (México), Rubén D´Hers (Venezuela), Laura Huertas Millán (Colombia) y Daniela Serna Gallego (Colombia).
Después de la clausura de Inmersiones Estratégicas, Ella viajará a la Bienal de Cuenca para inaugurar una nueva muestra de CIFO. ¿Cómo ha percibido el desarrollo del arte latinoamericano desde que empezó a coleccionar?
Antes el arte era bien regional, mucho más nacionalista. Hoy en día los artistas reflejan su cultura, pero con una visión más amplia de lo que es el mundo. En Cuba encontré que habían movimientos de los años 40 y 50 impresionantes, modernos, igualmente en Venezuela y Brasil.
Pero en general, esta era una zona que más bien miraba hacia dentro y no hacia afuera. Hoy en día es diferente, los artistas miran a ambas direcciones y eso cambia la forma de hacer arte y transforma la manera en cómo el mundo nos ve como territorio.
Algo que se percibe en nuestros museos es la ausencia de adquisión de arte actual. ¿Cuál es la obligación del Estado en cuanto al coleccionismo?
Las instituciones públicas, en general, se han encontrado que el arte contemporáneo ha subido rápidamente de precio y no tienen tantos fondos para comprar. Y, en la misma región latinoamericana, todo lo grande que se produjo, como la geometría, de un auge increíble, ahora cuesta millones. Estos museos han entrado tarde al juego de comprar ciertas obras. Sin embargo, nuestra región tiene una gran producción artística y los precios son accesibles aún. Las instituciones tienen que comprar arte continuamente y eso hay que hacerlo porque, de lo contrario, pierdes un momento cultural importante de tu país.
¿Por qué se decantó por la abstracción geométrica cuando empezó a coleccionar?
Yo empecé con el surrealismo, que me gustaba mucho y compré mucho surrealismo mexicano, chileno y piezas de old master. Cuando coleccionas quieres ir al seguro, es una tendencia, pero cuando te vas adentrando más en la adquisición de arte tomas más riesgos.
Un día estaba en París y fui a comprar algo de eso, seguro que me había gustado, un poco, un (Jesús Rafael) Soto y terminó viendo un cuadro de él de los años 60, muy abstracto, con unos alambres intrincados. Desde ahí miré más hacia la abstracción.
Así que empecé a salir de esas obras, de los old master, ya no era lo mío. El proceso del coleccionismo tiene que ver con la investigación, la experiencia y poco a poco te das cuenta de si algo es bueno o malo. Para mí este camino ha sido de experiencia, y lo que queda ya no es tanto la obra en sí, sino el proceso. Ahora estoy en otra etapa.
¿En cuál?
En pensar a dónde irá mi colección. Cuando la veo quiero donarla para que las generaciones próximas tengan la oportunidad de ver estas obras que van a desaparecer. Para mí lo importante es el camino.
Por los precios del mercado del arte, es imposible que el coleccionismo sea una práctica amplia. ¿Cómo se resuelve eso?
El proceso es lo que más vale y no tanto la adquisición. Voy a contarte la historia de una pareja de Estados Unidos. Ella era maestra y su esposo fue cartero. Era gente muy humilde que le gustaba el arte y empezaban a ver artistas jóvenes, nuevos, pero no podían adquirir pinturas porque eran caras.
Sin embargo empezaron a comprar dibujitos de artistas jóvenes y compraban mucho. Cogían el dinerito que les sobraba del mes y en la trayectoria de su vida llegaron a tener 2.000 dibujos. Esos artistas emergentes a quienes compraron los dibujitos se convirtieron en grandes referentes.
Y esa pareja, en vez de vender sus dibujos, que ya valían mucho dinero, repartieron sus 2.000 obras entre todos los museos de Estado Unidos. Coleccionar no es adquirir el último cuadro de moda. Es un proceso interno de ver, acompañar y conversar con el artista. (I)
Machete Dress, del nicaragüense Fredman Barahona, propone un recordatorio de las experiencias queer. Foto: Cortesía CIFO