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El Zorro y la Luna, de Mazzotti: atención en el núcleo del ritmo

A pedido de González Viaña, director de Axiana Editions, José Antonio Mazzotti reunió sus primeros 35 años de poeta en este volumen el 2016.
A pedido de González Viaña, director de Axiana Editions, José Antonio Mazzotti reunió sus primeros 35 años de poeta en este volumen el 2016.
Imagen tomada de YouTube
18 de abril de 2018 - 00:00 -

El sentido no es el objetivo del poema. Su espacio y duración están sostenidos en algo que rebasa el límite de la palabra como signo; linda con el pálpito vital, la respiración, el sollozo, la risa… materiales dispuestos para el ejercicio rítmico.

En El Zorro y la Luna, poemas reunidos (1981-2016), libro que recopila 30 años de trabajo del poeta peruano José Antonio Mazzotti, y al que La Casa de las Américas otorgó recientemente el Premio de Poesía José Lezama Lima, el ritmo es una de las principales preocupaciones.

No es para menos: la realidad -cualquier cosa que esta sea- acontece como un elemento tangencial en estos poemas: está ahí para ser incluida o no en la caligrafía con la que el poeta intenta atender el instante creativo.

Esa condición impone un distanciamiento con el ritmo cotidiano con el que la palabra intenta su labor comunicativa entre los hombres.

El nivel de literalidad que podría acompañar la lectura de poemarios como Poemas no recogidos en libro (1981) o Castillo de Popa (1988), desde una noción que liga la imagen a contextos definidos, es puesto en crisis por la vocación de Mazzotti para distanciarse de esa noción de claridad y especificidad de nombres, lugares y temas, y adentrarse en el poema desde una condición disruptiva, desde el disturbio musical del afuera de las cosas.

Dice el poeta: “pisadas parecidas al clickclack/ de una cassetera malograda”, y libera una música hecha de manchas, poco probable desde la razón y su reclamo por el progreso. Mazzotti propone un poema que hable desde el exterior del sentido, que sea, sobre todo, un anuncio que lo precede. Y una música así es pura en su sentido de música; no escrita, no disimulada ni disciplinada al oído, pura solamente como boca desbordada por el aullido vital.

En los nueve libros que se recopilan en El Zorro y la Luna, el ejercicio poético que despliega Mazzotti muestra su preocupación permanente por relacionar esta experiencia del ritmo con el lenguaje.

El lenguaje
El poema no se concentra en el modo material desde el que dice (¿qué dice?), sino en la arquitectura con la que el ritmo traza su experiencia en nosotros. Está un paso más adelante de aquello que creemos entender. Por eso el vector que lo distancia del sentido multiplica un paisaje ajeno en la voz propia.

La palabra es aquí, una sombra de la forma, se anticipa a ella, opera desde un polo que la divorcia totalmente con su posibilidad de mercancía.

El lenguaje escrito en los poemas de Mazzotti es flexible por esta característica: bebe de la oralidad, del mito, del exilio, de la historia, pero siempre habla desde una región distante al sentido cerrado, a lo definido.

En poemarios como Fierro Curvo (1985), o El libro de las auroras boreales (1994), la naturaleza del poema aparece orientada por el ritmo, una marca que se intensificará en libros más recientes como Sakra Boccata (2006) y ApuKalipso/palabras de la bruma (2015).

En esa forma de testimoniar la experiencia vital, habita lo que podría verse como un eco peruano, una noción singular de escuchar la palabra para orientarla dentro del poema, y que permite, a la vez, que el poeta pueda desplazarse a través de registros diversos, y los ordene, como una caligrafía de fragmentos, dentro de un universo propio.

Toda escritura es reinvención pues parte de nociones conocidas y se adentra en la selva de lo incierto. Desde allí la poesía de José Antonio Mazzotti nos muestra una noción distanciada de las formas,  reguladas y domesticadas por la cultura, y permite que la poesía suceda solamente, amenazadora, disruptiva, desdiciendo todo intento de pasado y futuro.

La voz órfica del poeta existe en esas fracturas que el ritmo logra frente a la realidad: desplazándose de forma constante, es cierto, pero libre de toda atadura y servidumbre a la literalidad. (I)  

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