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El viajero de huellas perdurables

El viajero de huellas perdurables
02 de enero de 2012 - 00:00

Proviene de una familia de músicos. Su abuelo, Luis Gavilanes Díaz, fue un compositor riobambeño, cuyas obras  llegaron a ser reconocidas en el Ecuador, destacándose entre otras el sanjuanito Pobre corazón.

Juan Pablo se inició en la música a los 4 años, de la mano de su padre Luis Gavilanes del Castillo, también músico y compositor, y brindó su primer recital de piano, a cuatro manos, junto con su hermana melliza (quien también reside en Argentina), María Salua, a los 8 años.

Nació en Cuenca por casualidad el 23 de mayo de 1983, ya que sus padres Luis María Gavilanes y Salua Almeida de Gavilanes, riobambeños, se encontraban en esta ciudad siguiendo  algunos cursos de especialidad en ciencias humanas.

Posteriormente, la familia se trasladó a Madrid hasta cuando Juan Pablo cumplió 5 años de edad; luego regresaron a Ecuador y vivieron dos años en Riobamba.

El destino le tenía preparado más viajes al concertista y también residió en Quito hasta la edad de 16 años. Su formación inicial la realizó con Natasha Kovalenko, Celia Zaldumbide Rosales y Toshco Stoyanov.

Pero por decisión propia se trasladó a Guayaquil. “Quería estar ahí porque mi intención siempre fue progresar y tener los mejores profesores, para lo cual tenía que estudiar en el Rimsky Korsakov con Reynaldo Cañizares y con Aliona Dziouba en el Conservatorio Sergei Rachmaninov”.

Hizo una audición con Cañizares, quien lo aceptó en su clase; con la profesora Dziouba, dice, captó la verdadera esencia del piano. Además, agrega con entusiasmo, recibió en varias oportunidades clases magistrales con el  reconocido concertista ruso Víctor Liadov.

En 2001 fue laureado con el primer premio en el Concurso Nacional de Música promovido por el Centro Cultural Ecuatoriano-Alemán.

2-1-12-culltura-pianistaFue solista de la Filarmónica Nacional y en las Sinfónicas de Cuenca y Loja. Brindó recitales en los teatros más importantes del Ecuador, como el Teatro Casa de la Música, Casa de la Cultura (Quito); y el Teatro Centro de Arte, de Guayaquil. Fue becado para participar en cursos de especialización pianística en la Universidad de New Paltz, Nueva York, en el marco del New Paltz Piano Summer Festival.

Permaneció en Guayaquil hasta 2004, año en que emprendió vuelo a tierras del sur. “Vine a Buenos Aires porque acá hay grandes pianistas y considero que es una catapulta importante, un sitio intermedio para dar el gran salto a Europa”, indica.

Juan Pablo recibe el apoyo económico de su familia para radicarse en Argentina. Vive en una casa que da alojamiento a artistas, cuya dueña es Victoria de la Luz.

Tuvo la oportunidad de audicionar en el Instituto Universitario Nacional de Arte (IUNA) con el respetado concertista y pedagogo Aldo Antognazzi. “Me aceptó y me dijo que tenía madera pero que tenía que trabajar mucho en mi carrera”.  El maestro Antognazzi lo condujo a una técnica artística que le permitió dar conciertos.

Sectores de la prensa argentina han reconocido al pianista con excelentes comentarios sobre su performance.  En el diario La Opinión de la ciudad de Pergamino esbozaron: “es un pianista colmado de expresividad y talento”.

El artista cuencano, además, cursó la carrera de Música de Cámara en la Universidad Nacional de Lanús, donde fue alumno del reconocido violinista argentino Rafael Gintoli.

En Buenos Aires brindó conciertos en diversas salas, ya sea como solista o camarista. Organizó en diversas ocasiones ciclos de conciertos para jóvenes músicos auspiciados por la Alianza Francesa de la Argentina; también, con motivo de la celebración del natalicio de W.A. Mozart, interpretó junto con integrantes de la Sinfónica Nacional de Argentina y la Orquesta Estable del Teatro Colón de Buenos Aires los cuartetos para piano del mencionado compositor.

En 2010 ofreció en Argentina varios recitales de música de cámara junto con el clarinetista chileno Nicolás Santander, con quien conforma el Dúo Sasson para el ciclo Jóvenes Talentos en la Scala de San Telmo, la Fundación  Estilo de mujer y los conciertos del mediodía promovidos por la Universidad Nacional de Lanús.

También, en septiembre pasado, se presentó en la Cancillería de la nación argentina en el marco del Foro Latinoamericano por la Identidad y la Integración. Y con motivo del 477º aniversario de la Fundación de Quito, el 5 de diciembre pasado, actuó en compañía de la mezzo-soprano ecuatoriana Lídice Robinson, en un evento organizado por la Embajada del Ecuador en Argentina y la Dirección de Cultura de la Honorable Cámara de Diputados de la Nación.

Sin duda algo que sorprende al escuchar a este joven músico son  las dotes de histrionismo que ejecuta en escena. Su cuerpo se mueve al unísono con sus manos; gesticula y expresa un intenso lenguaje corporal que mantiene todo el tiempo cautivo a los espectadores. Al respecto, Juan Pablo afirma, simplemente, que es apasionado en lo que hace.

Cuando tiene que actuar, ensaya cinco horas diarias. “Cuando toco siento que soy el más privilegiado de todos. No me percato de los movimientos que hago. Lo que sí decidí es desprenderme de la postura reservada frente al piano, sentir que tengo un distanciamiento con el piano, no me gusta”.

Su misión

Caminante no hay camino, se hace camino al andar, dice el poema de Antonio Machado. En la vida de Juan Pablo Gavilanes existe además “un sentido” que no solo logra a través de la música, sino por medio del trabajo solidario. Caminantes es una organización sin fines de lucro que nació en el 2009, de la cual Gavilanes es miembro activo.

“Somos un grupo de 15 personas que nos reunimos los viernes de cada semana y juntamos ropa, alimentos no perecederos y los entregamos a las personas más desposeídas que viven en situación desfavorable en el barrio de Caballito”, expresa mientras resalta que también se encargan de cocinar las viandas para entregar la comida a los más necesitados y que lo más importante “es que les damos una palabra de ánimo y apoyo emocional”.

Su anhelo por cristalizar es el próximo año ofrecer un recital a las personas que viven en la calle. Sin duda la tarea de Juan Pablo es trascender, él lo hace como un caminante que deja una huella (sonora) por donde camina.

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