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El Telégrafo
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El Telégrafo y El Comercio, dos medios en la antítesis informativa

El Telégrafo y El Comercio, dos medios en la antítesis informativa
13 de noviembre de 2013 - 00:00

La protesta popular y la masacre

Guayaquil es centro y origen de todo el movimiento obrero ecuatoriano. Allí existían fábricas de fideos y galletas, de sacos y calzado, de colas y aguardientes, de fósforos y cigarrillos, de escobas y de hielo. Había también aserríos, piladoras, curtiembres, jabonerías y cervecerías. Representantes de esas y otras fábricas morirían el 15 de noviembre de 1922, un hecho sin precedentes en la historia ecuatoriana ante el que la prensa calló, su silencio cómplice aupó la masacre. 

La organización obrera había tomado mucha fuerza y, por supuesto, este escenario puso muy nervioso al Gobierno que, a pesar del desvío tomado por la manifestación por aquello de la baja del dólar, mandó varios batallones a resguardar la ciudad.

Para salvaguardar el interés burgués, el presidente Tamayo dispuso que cercaran la ciudad los batallones “Constitución, Zapadores del Chimborazo, Montúfar, Marañón, Artillería Sucre N° 2 y Cazadores de los Ríos” 1. Ellos, al mando del general Barriga, serían los encargados de perpetrar la masacre. El general Barriga recibió esta orden terminante de parte del nefasto José Luis Tamayo: “Espero que mañana, a las seis de la tarde, me informará que ha vuelto la tranquilidad de Guayaquil, cueste lo que cueste, para lo cual queda Ud. autorizado. Pdte. Tamayo”.

Nada, sin embargo, amedrentó al pueblo, el que, haciendo gala de coraje y rebeldía, desfiló por las calles de Guayaquil. De nada sirvieron las intentonas de la COG para detener esta enorme demostración de fuerza y solidaridad proletaria. De acuerdo a algunos investigadores, fueron miles de personas las que caminaron y que estaban apostadas en la gobernación del Guayas de modo pacífico. Pero la orden estaba dada, y, “cueste lo que cueste”, había que llevar la calma a Guayaquil. ¡A qué precio, con qué vileza, con qué cobardía!

¿Cómo retrató El Telégrafo el escenario de la masacre?

El Telégrafo se dedicó a informar sobre lo acaecido por esos días. En su edición del 17 de octubre, en el artículo titulado “La solicitud de los obreros en Guayaquil” y subtitulado “Su repercusión en los centros obreros capitalinos”, plantea que ha tenido honda repercusión en esta solicitud de las clases trabajadoras de Guayaquil especialmente en los centros populares, los cuales también pasan por las horcas caudinas de explotadores y especuladores. “Se nos ha informado que el Gobierno se preocupa con la debida atención para satisfacer las justas peticiones del pueblo guayaquileño”, decía entonces el rotativo porteño.

En la publicación del día 19, El Telégrafo hace una notable diferencia con la posición de El Comercio y expone los reclamos de los obreros ferroviarios replicando el contenido total del pliego de peticiones con sus plazos y observaciones, a la vez que denunciaba que la noche del 18 de octubre, un piquete de uniformados llegaba a resguardar la línea del tren.

Mientras que para El Comercio la huelga ferroviaria se remite a pedir por “la herida de un empleado”, El Telégrafo expone que la verdadera inquietud era que “se respete la Ley de Accidentes”. El Comercio asegura que la exigencia de los huelguistas era “que la compañía se comprometa a enviar a los empleados que se enfermen a la clínica del doctor Parker en Guayaquil”; El Telégrafo señala claramente que la exigencia obrera consistía en que “se suprima el impuesto que hacen pagar a los obreros para que sean atendidos en el hospital”. ¿Se menciona la clínica del doctor Parker en algún sitio? El Comercio es el único que la menciona, como evidenciamos en la edición anterior.

El gran prólogo de El Comercio: ¿testigo o instigador de la masacre?

Diario El Comercio de Quito registra en la mayoría de sus ediciones columnas de opinión sobre lo que sucedía en el Puerto Principal. Desde el inicio del movimiento obrero, este matutino empezó condenando la actitud de los trabajadores de la Compañía de Ferrocarriles del Sur. Lo hacía en términos como “nos obligan a parar el oído ante la amenaza”, “El pueblo no simpatizará jamás con los huelguistas”, “Exigirá que el Gobierno cuide sus intereses comunes con mano enérgica, si fuese necesario”.

A medida que las acciones de los obreros se hacían oír y sentir en las calles y plazas del puerto y hacían temblar a las autoridades gubernamentales y empresarios, diario El Comercio insta al cuidado de los intereses de las inversiones extranjeras y, además, de los bienes del Estado. “Ha hecho bien el gobierno en amparar con mano firme los derechos de la comunidad. En las presentes circunstancias, en el hambre o al menos en la carestía de los víveres es atroz en Guayaquil, habría sido inhumano y digno de la protesta nacional, dejar que cuatro individuos pongan en jaque a buena parte de los habitantes del Ecuador”, decía entonces el periódico de la familia Mantilla.

¿Mano firme? ¿Cuatro individuos? Eso es lo que quería diario El Comercio: minimizar la movilización social, ocultar su real dimensión y sobre todo, llamar a la represión con “mano firme” en contra de los manifestantes.

Asimismo, los comentarios de El Comercio expresan que era injustificada la acción de los obreros en declarar la huelga y que nada justificaba tal reacción, al mismo tiempo que hacen un llamado permanente, casi en tono de exigencia, a que la fuerza pública “reponga el orden”: El Ejército es el guardián de los derechos todos del pueblo; he aquí hoy está dando prueba palpable de que sabe cumplir bien ese deber.

Como es evidente, El Comercio denigra a los trabajadores, minimiza la huelga y sufre por los intereses de la oligarquía, crea las condiciones subjetivas de la matanza e incita al gobierno a usar “mano dura” contra los manifestantes.

* Texto tomado del libro Con tinta sangre, de Santiago Aguilar Morán
1 Oswaldo Albornoz. Breve historia del movimiento obrero en el Ecuador, op.cit., p. 34.

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