El trazado de políticas públicas para el desarrollo de las artes escénicas se antoja fundamental en un contexto en que el estímulo de las creaciones culturales desde el Estado han tomado consistencia.

Los estrenos de nuevas películas cada año con el apoyo del CNCine, la organización de festivales en distintos ámbitos, desde el Ministerio de Cultura, la promoción de músicos y escritores a nivel internacional, el reconocimiento a talentos con trayectoria o incipientes, la creación de la Universidad de las Artes, el apoyo a encuentros como el Festival Internacional de Artes Escénicas de Guayaquil (Fiartes-G), entre otros, dan cuenta de una serie de acciones para promover las artes en Ecuador.

“Si bien existe ahora un impulso significativo para la cultura en general, en lo que respecta al teatro específicamente aun este es muy tibio”, opina Cristian Cortez, que afirma además que en las últimas décadas “se ha ido formando un público para el teatro”.

Si bien el teatro ha tenido un repunte que es palpable desde el tratamiento mediático, se mantiene una dinámica parecida a años anteriores, según otros gestores.

La actriz Martha Ormaza asegura que las condiciones son las mismas desde hace décadas. “Los nuevos profesionales del teatro afrontan los mismos problemas que hace 30 años: ausencia de políticas públicas y falta de compromiso de la empresa privada para estimular a las artes”, asegura Ormaza, que estableció una comparación con Argentina, donde el Estado promueve el aporte de la empresa privada a las artes a través de sus impuestos.

En ese sentido, un artículo publicado ayer en El Telégrafo habla del estudio que lleva a cabo la Subsecretaría de Artes y Emprendimientos del Ministerio de Cultura en el área teatral, con miras a establecer esas políticas públicas.

Genoveva Mora, directora de la revista El Apuntador, especializada en Artes Escénicas, sostiene que esas políticas públicas se han convertido en una especie de “anuncio mesiánico”, y se pregunta: “¿llegarán a tiempo?”.

Apunta que los intentos por trazar políticas públicas sobre el teatro ha fracasado desde 2009, y que, mientras tanto, “crecen algunas instancias de formación de danza, por ejemplo, sin política alguna”.

Cortez ubica esa comunicación como “un diálogo de sordos”, en el que es difícil establecer culpas, pero opina que “los únicos perjudicados son los espectadores”.
Otras cuestiones surgen: el contexto de las artes escénicas gira alrededor de problemas económicos.

El Festival Internacional de Teatro de Ecuador (FITE), que dirige Rossana Iturralde, dejó de realizarse en 2012 por las deudas.

En ese sentido, Cortez explica que formar parte del sector escénico es arriesgado, porque los gestores corren con los gastos, pero el retorno no es asegurado. Así, los grupos “apuestan por obras y estética comerciales que garanticen el éxito”.

Y ahí se arriba a otra cuestión: La Universidad de las Artes, creada para fomentar la profesionalización de los sectores artísticos.

Ormaza dice no comprender la metodología de creación de la Universidad de las Artes, pues opina que no se ha creado primero un ambiente propicio en políticas públicas. “Los nuevos profesionales no van a tener espacios donde trabajar. Esto tiene que transformarse”.

Mora hace una crítica en una línea parecida, y llega un poco más allá, al punto de llamarla “irresponsable”.

A su entender, para abrir las puertas de una institución “que debería ser la instancia que ofrezca una formación que tenga sentido en esta realidad, hace falta conocerla profundamente”. En ese sentido, opina que el modelo pedagógico que adopte la Universidad de las Artes “tiene que responder a la necesidad de este país, y llenar las carencias en cuanto a formación”.

La directora de El Apuntador lamenta el hecho de que sobre este tema, que “es complejo, los análisis de gente independiente no hayan tenido eco”.