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Ecuador, 27 de Diciembre de 2024
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El Telégrafo
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El proyecto “Circo Social” busca inculcar valores en los niños

Quito, Ecuador.-

La magia del circo está desde la semana pasada en una improvisada carpa en el parque Itchimbía de Quito, donde  malabaristas, payasos o acróbatas aspiran a ser escogidos para un programa que pretende inculcar a los jóvenes “en riesgo”, que viven en la calle, valores circenses como la solidaridad y el esfuerzo.

El llamado “Circo Social” es una iniciativa de la Vicepresidencia ecuatoriana junto con el canadiense Cirque du Soleil, que seleccionan en la capital del país a las personas que serán formadas para enseñar técnicas circenses a niños y jóvenes de los barrios más humildes.

Julio Bueno, gerente del proyecto “Sonríe Ecuador” de la Vicepresidencia, afirmó que la meta es poner a esos menores “bajo una carpa”, donde existe un riesgo, “pero más controlado” que el peligro de la vida diaria en las calles.

En Quito, hoy, se escogerán alrededor de veinte personas de las cien que se han presentado para ser capacitadores de esos jóvenes, según Matías Belmar, de la Fundación Círculo y uno de los encargados de la elección.

Bajo una carpa azul, los aspirantes a profesores practican ejercicios físicos, se deslizan desde las alturas por una tela blanca o ejecutan espectaculares toques de balón ante la mirada atenta de los presentes.

El programa se desarrollará en las ciudades de Quito y Cuenca, Guayaquil y el Tena. Según Belmar, solo en Quito se beneficiarán unas 400 personas, entre profesores que se van a formar y menores que recibirán las clases.

Además, los viernes y sábados el “Circo Social” abrirá las puertas a todo el que quiera probar suerte con los malabares o ponerse una nariz de payaso, una oferta que esperan que acepten unas 5.000 personas.

Mario Colloguazo, uno de los aspirantes a profesor, es una de esas personas polivalentes que hace desde trucos con clavos, malabares y de payaso, hasta acrobacias en telas colgantes.

La ilusión de Colloguazo es enseñar a los pequeños de los barrios más pobres su pasión, el circo, para decirles a “los niños que estén en la locura del mundo que hay otra opción de vida, otro momento en el que puedan subir, que no sea solo las drogas, la calle o robar, sino que para ser loco, se puede ser más loco, pero desde otro punto de vista”.

Según el joven de 21 años, el circo lo ha ayudado mucho porque la primera regla de este arte es “nunca digas no”, pues dentro de este espectáculo “no hay nada imposible”.

Para Colloguazo, lo más importante es que los niños aprendan a “ser libres de prejuicios y se atrevan a llorar, a gritar” encima del escenario.

El circo enseña a los niños valores como “la autoestima, la confianza, la solidaridad o el respeto a la autoridad”, a la vez que aprenden trabajando en conjunto.

En este sentido, Belmar relató, en una pirámide humana uno aprende a confiar con el que está abajo, la cohesión o el trabajo en equipo, en los malabares a “la consistencia de cuando se te cae la pelota volverla a recoger” y en el teatro o si hace de payaso “a comunicarse”.

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