El pensador inquieto que le pone conga y piano a su reflexión
A finales de los setenta apareció en el mercado “Metiendo mano!”, el primer disco del tándem Willie Colón - Rubén Blades, en el que ya se apreciaba la apuesta por la reflexión social con la que este último terminaría modificando la salsa para siempre (el clímax creativo de esa asociación se puede constatar en los discos “Siembra” y “Maestra vida”). Con la potencia musical y la sabiduría urbana de Colón se mezcló la lucidez puntillosa de un panameño que, como se hizo cada vez más evidente al pasar los años, poseía una creatividad arborescente, hiperactiva, y una conciencia de que la música afrocaribeña podía enriquecerse con “un ingrediente político de reflexión o denuncia, canciones con más duración y el uso de una letra con un contenido más literario”.
Un riesgo, por esos días: “Pedro Navaja”, por ejemplo, hoy lugar común salsero por antonomasia, cuando se editó no convencía a los productores. “Se trata”, decían, “de una canción muy larga” (a Blades le gustaba bromear exclamando: “menos mal no fueron ellos los editores de ‘El Quijote’; ¡habría salido un pasquín!”...).
Hoy, el nombre de Rubén Blades resulta imprescindible cuando se elabora una lista de las figuras capitales de la cultura popular latinoamericana, y su predisposición hacia el cambio lo ha mantenido a salvo del anquilosamiento conformista: hace rato que su música, determinada por una serie de mestizajes y búsquedas, excedió la categoría de “salsa”; su preocupación política se transformó en participación concreta dentro de la vida pública de su país (graduado en Derecho por la Universidad de Harvard, Blades fundó el partido Papá Egoró a inicios de los 90, con el que se lanzó a la presidencia de Panamá; y en el reciente gobierno de Martín Torrijos trabajó como Ministro de Turismo). Ha llegado, incluso, a interpretar papeles en cintas de Hollywood e independientes, y no con malas críticas... En fin, todo un bagaje que hace que la buena conversación -aprovechando su visita al país para un concierto en Quito- esté prácticamente garantizada...
Su resistencia a ser encasillado con la etiqueta de “atracción tropical” se expresa puntualmente cuando asume diversas tradiciones o tentativas musicales. En ese sentido, quisiera saber qué es lo más significativo que aprendió -musical, estética y humanamente- trabajando, por mencionar nombres del rock, con Elvis Costello, Sting, Dylan o Lou Reed, con quien cosechó una profunda relación personal...
... Básicamente corroborar que el argumento musical, por su espiritualidad, rebasa cualquier diferencia de idioma, geografía, raza. Todos estos músicos eran, hasta el momento de nuestra colaboración, cantautores que nunca habían contribuido como escritores con otros músicos. Resolvimos el estereotipo de que un músico latino y uno norteamericano o inglés no podían encontrar interés en establecer un terreno común desde el cual unirse, más aún si se trata de géneros tan distintos como el rock y la llamada salsa. La amistad con todos ellos se deriva del respeto que sentimos hacia la autenticidad de nuestra conducta y nuestro trabajo.
Así mismo, ¿cómo estableció contacto con el vasto panorama de la música brasileña para nutrir sus propias indagaciones musicales?
Desde mi descubrimiento del Jongo Trio de Brasil, en 1965, mi interés y afecto por esa música y sus músicos existe. Ya antes habíamos escuchado la “Chega de saudade”, de Joao Gilberto, creo que de 1962. Muchos panameños del sector popular habían recibido becas para estudiar agronomía y veterinaria en Brasil. Cuando regresaban traían discos de allá; así que en Panamá estábamos enterados y siguiendo los primeros trabajos de gente como Chico Buarque, Caetano Veloso, Jorge Bem, Gilberto Gil, Maria Bethania, Ellis Regina, Quarteto em Cy, Jair Rodrigues, Martinho da Vila, Beth Carvalho, Edu Lobo, Marcos Valle, Carlos Lyra. Eso amplificó mi panorama en cuanto a los acordes de la música y la temática social que imprimiría a mis futuros trabajos.
Usted ha dicho: “la música popular es una especie de banda sonora de la vida de cada uno”. ¿Cómo se ha ido organizando entonces, biográficamente, esa banda sonora en su caso?
De manera interrumpida, no continua. Aún no está la secuencia resuelta. Sabía que había cosas sobre las que no podría escribir, realidades que no podría describir honestamente hasta que la edad me alcanzara, o hasta que la oportunidad de ser testigo o protagonista de esa realidad se produjese. Ahora estoy empezando a unir los puntos y a entender cuál es la relación entre mis personajes, digamos entre un Adán García y una Ligia Elena.
¿Podría precisar algún acontecimiento que marcara de manera determinante la perspectiva de reflexión social que asumiría su trabajo? Me refiero a un hecho revelador o inspirador, propio quizás del anecdotario de juventud...
Para mí fue muy importante el efecto que produjo la agresión del Ejército de los Estados Unidos contra el pueblo de Panamá el 9 de enero de 1964. Hasta ese momento muchos habíamos sido incondicionales admiradores de ese país, de su música, su capacidad tecnológica, su cine, su valiente enfrentamiento contra las fuerzas del fascismo y del nazismo. Esa agresión injustificada de enero del 64, que produjo 21 muertos y más de 500 heridos entre mi pueblo, nos abrió los ojos a realidades que hasta el momento no habíamos considerado o explorado con objetividad. De allí en adelante comencé a mirar más hacia adentro, hacia mi cultura y Latinoamérica, sin odios hacia el norte, pero con un espíritu crítico e independiente...
... Recuerdo ahora “Tiburón” y la crítica al imperialismo. En los últimos años -tomando en cuenta la devolución del canal y otros acontecimientos sociopolíticos-, ¿cómo cree que ha cambiado la relación entre Estados Unidos y Panamá (que siempre ha sido una de particulares tensiones)?
Honestamente creo que las realidades del interés político, del “realpolitik”, no se alteran en su esencia, solo evolucionan. Estados Unidos siempre considerará a América Latina como un área de valor estratégico especial. Y por eso estará dispuesto a lo que sea con tal de mantener esa hegemonía. Eso mismo harán los rusos con las recién independizadas ex repúblicas soviéticas y los chinos con el ámbito geográfico en el cual se desenvuelven sus necesidades estratégicas. El imperialismo como tal ha evolucionado hacia otras formas de dominación, más allá del simple ejercicio militar. Y no es solo Estados Unidos, como pretendían hacer ver los imperialistas rusos y chinos. Es una forma de mantener lo que perciben como interés nacional las grandes potencias. Eso no ha cambiado, ni creo que se alterará, a menos que el mundo sufra una catástrofe global que derrumbe esa lógica.
¿Qué pudo corregir o asumir mejor en cuanto a la participación política ahora que fue ministro, en comparación con toda la aventura presidencial y la construcción partidista que desembocó en Papá Egoró, a principios de los noventa?
No fue una “aventura presidencial”. No participé por ego como candidato: me vi obligado a hacerlo porque, de no participar en tal condición, el partido no hubiese existido. Sin los votos recibidos el movimiento se habría extinguido. La falta de credibilidad popular hacia otras posibles figuras presidenciables dentro del Papá Egoró me llevó a la aceptación de una candidatura que siempre consideré prematura. El punto de trabajar dentro de un gobierno es distinto a elaborar un argumento nacional, una estructura administrativa nacional y a llenarla con gente capaz y motivada. El Papá Egoró demostró que en Panamá podía surgir una tercera avenida política, fuera de los parámetros establecidos por la alternancia en el poder de los partidos tradicionales, el PRD y el Arnulfista. Eso fue, en sí, un éxito total. Es la primera vez en la historia política de Panamá que un partido verdaderamente independiente pone a sudar a los mandamases de siempre. No nos unimos ni con el PRD, ni con los arnulfistas, ni con la Democracia Cristiana, y los tres nos atacaron por eso. Infiltraron el partido y procuraron destruirlo utilizando a oportunistas dentro de nuestro movimiento. Contribuyó mi estupidez de no entender que en Panamá la gente sigue a hombres y no a ideas. Insistí en no estar presente como líder para dar espacio a otras figuras y permitir la oportunidad de que consolidaran su autoridad. Eso fue un error garrafal mío. La credibilidad, la confianza y el afecto son intransferibles y fue irresponsable de mi parte el no comprenderlo. Como resultado, por no haber estado yo dedicado 24 horas al día, siete días a la semana y 365 días al año al Papá Egoró, terminó desbaratándose. Esa situación no se repitió con mis cinco años de servicio público. Allí no hice cine, ni discos, ni giras. Me dediqué a mi trabajo, ciento por ciento. Fueron circunstancias distintas, en tiempo, en edad y experiencia.
Hablemos de salsa. Hoy, después de tantos años, ¿cuál cree que es el legado más importante del proyecto Fania, en términos de articulación de una realidad musical dispersa en un momento histórico determinado?... Por otra parte, ¿en qué momento cree también que esa energía esencial se agotó (considerando el bajón cualitativo de los ochenta con mucha de la salsa “erótica”, pseudorromántica)?
Creo que la proyección internacional que alcanzó el producto Fania hizo posible ir estableciendo la percepción de una idea general de música urbana, que abarcaba a toda América Latina y que planteaba la posibilidad de utilizar a la música no solo como escape sino también como propuesta social.
En realidad no existe tal agotamiento. La música de salsa hoy se escucha hasta en Latvia, cosa que no ocurría hace 30 años. Lo que debemos entender es que todo fenómeno que se nutre del ángulo comercial se ve suplantado por otras corrientes, por un imperativo económico. Ese Bieber será suplantado por otro niño, más joven que él, igual que él suplantó a otro, en un ciclo que es determinado por el interés económico de las casas disqueras, mánagers y estaciones de radio. Creo que el vigor de la salsa existe, y si le diesen suficiente payola a todas las estaciones de radio del mundo estaríamos ahora mismo oyendo música tibetana como la nueva gran vaina.
Mucho se ha hablado de que su trabajo con Willie Colón significa un punto de inflexión para el género, pero quisiera que usted mismo precisara de qué manera y, además, con qué disco de los trabajados con él se queda hoy, después de tres décadas...
Ese punto de inflexión está dado por la introducción de elementos temáticos ajenos a la corriente escapista que caracterizó el género, un ingrediente político de reflexión o denuncia, canciones con más duración y el uso de una letra con un contenido más literario. Creo que aún me quedo con “Siembra” y “Maestra vida”.
Salió “Eba say ajá”, con Cheo Feliciano, y recibió buena acogida de la crítica...
... Gracias...
... ¿Qué pasó con el disco de boleros junto a Paco de Lucía?
Hablé con Paco en Puerto Rico hace meses y espero terminar mi gira (el 16 de diciembre) para retomar el asunto. Editus me acompañará en el proyecto; lo que nos falta es escoger los temas finales. Pero el disco va.
Última (una nostálgica): alguna vez dijo que Lavoe no se daba cuenta de lo importante que era para la gente. ¿En qué consistía esa importancia?...
… Lavoe era el portavoz de una angustia, de una rebeldía, de un humor, de una queja, de una esperanza, de una identidad. Soy de la opinión de que muy pocos de los artistas de Fania, con la salvedad de Colón y Barretto -quienes lo entendieron en algún momento-, se dieron cuenta de que lo que hacían musicalmente era algo más que tocar música para bailar y gozar...
… Hace poco leía una aproximación a la figura de Lavoe precisamente desde ese abordaje: de alguna manera condensaba, paradójica y dolorosamente, ciertos rasgos identitarios en los que el latino se veía reflejado: el desparpajo y la sagacidad verbal, la condición de mestizo o de hombre dividido entre el campo y la urbe, el exilio, la familia...
... Efectivamente: en circunstancias donde la contraseña general es “no se puede”, gente como Lavoe desmiente el argumento.