El otro Cannes: ¿Qué hay por afuera del festival de festivales?
Carteles promocionales gigantes, patinadoras que regalan periódicos, un guardia real inglés paseando dos cerditos, coches de lujo, vendedores de lo más insospechado y, sobre todo, muchos paseantes. Ese es el otro Cannes, una mezcla de circo y teatro de variedades que anima cada año el Festival.
Ahora que la lluvia parece dar tregua a esta 66 edición muy pasada por agua, y aunque aún sopla el viento con fuerza, la Croisette, el paseo marítimo de 2 Km y seña principal de identidad de Cannes, se ha vuelto a convertir en el espectáculo en que todo tiene cabida. Los hoteles más lujosos del lugar se llenan de carteles donde se promocionan películas.
Este año toca “El Gran Gatsby”, “Monsters University”, “Catching fire” -la nueva entrega de los Juegos del Hambre- o “World War Z”, una historia posapocalíptica donde se recrea una guerra mundial contra los zombies, en que Brad Pitt es el protagonista.
Los paseantes, cientos o miles en función del momento -la población de Cannes se triplica en estos días-, pueden ver las enormes fotos de estos filmes que cubren las fachadas de los edificios de la Croisette y ver el contador de “World War Z”, que anuncia los días que faltan para su estreno, el 21 de junio.
Los pocos lugareños que osan salir de sus casas, en pleno festival, juegan ajedrez a la orilla del mar...O hacerse fotos junto a Sulley o Mike Wazowski, los protagonistas de la saga Monsters, de Disney. Y también subirse a un deportivo último modelo amarillo que Mercedes ha instalado delante del hotel Carlton, cuyos empleados protestan en la puerta por la gestión del empresario catarí Ghanim Ben Saad Al Saad, dueño del establecimiento.
Mientras, junto a la playa, un desfile de extraños personajes vestidos de negro, algunos de ellos subidos sobre unos altos zancos, como promoción de una de las discotecas que animan las noches de Cannes.
Porque si hay otra cosa que buscan los paseantes es poder entrar a las decenas de fiestas que cada noche se celebran en la ciudad. La mayoría privadas, para celebrar la presentación de alguna película, y con una asistencia restringidísima.
Si el tiempo lo permite -lo que no ha ocurrido hasta ahora-, esas fiestas se celebran en las carpas gigantes instaladas en las playas o incluso en veleros, como la organizada por el cantante Bryan Ferry el día de la presentación de “El Gran Gatsby”.
Pero como las fiestas son en lugares privados, el común de los mortales se tiene que contentar con pasear por Cannes y ver a los pocos lugareños que osan salir de sus casas jugando al ajedrez a la orilla del mar, o a los más variados vendedores ambulantes.
Son personajes que venden desde pulseras tradicionales peruanas a braguitas para perros, pasando por los consabidos cuadros con paisajes de la costa azul, a los que esquivan con habilidad las jóvenes patinadoras que reparten un periódico gratuito de la ciudad.
En la carretera, los coches de lujo -Lamborghinis o Porsche, por ejemplo- llaman la atención de los viandantes, que se acercan a observarlos aprovechando los monumentales atascos que cada día bloquean el tráfico de la Croisette.
Algo más de tranquilidad se respira en el único trozo libre de playa, cerca del Palais en el que se celebra el festival.
La estructura instalada del cine nocturno no impide el uso de este pequeño espacio de arena, en la que los jugadores de voley playa y los que buscan un poco de sol, tratan de instalar su remanso de paz rodeados de música atronadora, nubes amenazantes y curiosos, muchos curiosos.
La mayoría, según cae la tarde, se acercan a las escaleras que dan acceso al Gran Teatro Lumiére, en el que se celebran las proyecciones de las películas más importantes, al que se accede tras pasar por la famosa alfombra roja.
En frente, unas hileras larguísimas de escaleras encadenadas a las farolas, o entre ellas, esperan a los fotógrafos y cámaras que cada tarde llegan para tomar imágenes de los famosos a distancia, al no contar con una de las preciadas acreditaciones -unos 5.000 periodistas están registrados para cubrir el festival-.
Y los fans también se tienen que contentar con quedarse fuera, contenidos por vallas y a la espera de que lleguen sus ídolos mientras observan la preciosa foto que este año forma el cartel del festival, una imagen en la que aparecen Paul Newman y Joane Woodward encogidos, en el suelo, besándose.
No es un fotograma, es un instante real durante el rodaje del filme “A new kind of love”, dirigido por Melville Shavelson en 1963. Una imagen que invita a soñar, de la misma forma en que lo hace el festival de los festivales.