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El Telégrafo
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El nuevo cine latinoamericano se nutrió de Alfredo Guevara

El nuevo cine latinoamericano se nutrió de Alfredo Guevara
21 de abril de 2013 - 00:00

Alfredo Guevara fue un luchador sincero y sin miedo al futuro, aseguró Leandro Estupiñán, autor de una de las entrevistas más profundas al recién fallecido intelectual cubano.

Guevara, amigo y colaborador de Fidel y Raúl Castro, impulsor del Nuevo Cine Latinoamericano y presidente del Festival de Cine de La Habana, murió de un infarto en la capital cubana a los 87 años. “Alfredo falleció este mediodía”, dijo su asesor, José Ferreiro, el viernes pasado a los medios.

Junto al Premio Nobel colombiano Gabriel García Márquez creó en 1985 la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano y la Escuela de Cine de San Antonio de Los Baños en 1986. Fue embajador ante la Unesco y presidente del Festival de Cine de La Habana, creado en 1979, hasta su muerte.

Nacido en La Habana el 31 de diciembre de 1925 y amigo de Fidel desde que eran estudiantes, fue una mezcla de agente, asesor y defensor del líder cubano en su difícil relación con los intelectuales. Sus últimos años los dedicó al Festival y a dar charlas a estudiantes en apoyo a las reformas de Raúl.

Tras el triunfo de la revolución trabajó con Ernesto Che Guevara, de quien fue amigo, y Vilma Espín, la esposa de Raúl, en la redacción de la ley de Reforma Agraria y otros decretos, hasta que en el mismo 1959, por encargo de Fidel, fundó el Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC). Desde el ente -que durante medio siglo ha producido casi todas las películas cubanas- impulsó el movimiento del Nuevo Cine Latinoamericano y el manifiesto de cineastas de la región en Viña del Mar (Chile), en 1969.

“Si Viña del Mar fue cuna del nuevo cine latinoamericano, Alfredo Guevara fue el partero, el alquimista, el que lo hizo nacer”, dijo una vez el cineasta chileno Aldo Francia (1923 - 1996).

La televisión informó que Guevara falleció de un infarto y que sus restos serán cremados y las cenizas esparcidas en la escalinata de la Universidad de La Habana, lugar emblemático de sus luchas estudiantiles con Fidel.

“Sí, soy como soy, orgánicamente fiel a mis ideas, soy orgánicamente fiel a Fidel, porque son la misma cosa”, dijo en una ocasión con su hablar pausado, de erre gutural, que como en su escritura, fue siempre críptico y algo barroco.

De estatura media y modales suaves, con una eterna chaqueta a manera de capa sobre los hombros -por una afección bronquial- era difícil imaginarlo pistola al cinto en su juventud, en una lucha contra el dictador Fulgencio Batista que le costó arrestos, torturas y destierros.
Acompañó a Castro a Colombia en 1948, cuando los sorprendió el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán y el Bogotazo.

Autodefinido en esos años como "anarquista", militó en varias organizaciones políticas simultáneamente, incluyendo el viejo Partido Comunista, del que se marchó por enfrentamientos con los ortodoxos, pero fue los ojos y oídos de Castro en todas ellas.
Estuvo en la preparación del asalto del cuartel Moncada en 1953 y fue el encargado de "limpiar" de evidencias las casas que ocuparon los asaltantes, para después integrar células clandestinas del Movimiento 26 de Julio, liderado por Fidel Castro.

Marchó a México a los preparativos de la expedición del yate Granma, pero no participó en ella, sino que permaneció, junto a Pedro Miret, como retaguardia del Movimiento.
Apasionado por el cine, trabajó con el español Luis Buñuel en México en la filmación de "Nazarín" (1958) y en el guión original de "El ángel exterminador" (1962).

En los años 60 actuó otra vez como agente de Castro en la cultura en las rivalidades entre facciones de ortodoxos comunistas, encabezados por Edith García Buchaca, que propugnaban la instauración del realismo socialista soviético en la cultura cubana y algunos miembros anticomunistas del 26 de Julio, liderados por Carlos Franqui.

En ese contexto censuró el documental "PM" y atacó a "Lunes de Revolución", el semanario cultural que dirigía Franqui y en el que trabajó Guillermo Cabrera Infante, su amigo y asesor en el ICAIC.

Sostuvo una polémica pública con el dirigente comunista Blas Roca, con la cual se acentuaron sus contradicciones con los ortodoxos, para entonces todos miembros del nuevo Partido Comunista (único) liderado por Castro.

Miembro del Comité Central del Partido entre 1991 y 1997, diputado de 1993 a 1998, dirigió el ICAIC por 22 años, hasta que fue cesado en 1981 tras una disputa con el ideólogo comunista Antonio Pérez Herrero.

Enviado por Castro como embajador ante la Unesco por 10 años (1983-1993); Guevara entendió luego que el líder no lo castigó, sino que quiso “preservarlo”.

Volvió al ICAIC tras una crisis política causada por la cinta “Alicia en el pueblo maravillas” (1991), donde permaneció hasta el 2000, cuando se retiró para escribir, aunque mantuvo la presidencia del Festival de Cine.

De notable valor resultan los proyectos editoriales que llevó a cabo, entre ellos las compilaciones de ensayos, artículos y cartas Tiempo de fundación, Y si fuera una huella y Revolución es lucidez, y el epistolario cruzado con el italiano Cesare Zavattini.
Recibió varias condecoraciones extranjeras, entre ellas la medalla Federico Fellini de la Unesco.

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