Pilar Quintana, escritora colombiana
"El monstruo son las cifras; hay que mirarlo a los ojos"
Pilar Quintana (Cali, 1971) escribió una novela aparentemente sencilla en el tono y la trama. Sin embargo, mientras avanza la historia que se narra en La perra (Premio Biblioteca de Narrativa Colombiana, 2018), se van develando las gruesas capas que revisten a sus dos personajes centrales, Rogelio y Damaris, una pareja que vive en la Costa del Pacífico colombiano y que con la llegada de una cachorra a su casa activarán su pasado y alterarán completamente su futuro.
Últimamente escribe en el celular, ¿cómo le ha ido?
Sí lo hago, pero no por placer sino por necesidad. En ese momento tenía un bebé que estaba amamantando y el único momento que me quedaba libre para escribir era cuando él hacía la siesta. Y la siesta la hacía pegado a la teta, entonces tenía las manos libres, pero no podía sentarme en un escritorio porque estábamos acostados en una cama, así que empecé a escribir en el teléfono. Me ha gustado mucho esa alternativa y he seguido escribiendo en ese aparato.
Damaris es una mujer pobre, negra, infértil y “maldita”. Es como si en su cuerpo encarnara las máximas desigualdades de las mujeres, ¿por qué la hizo así?
Pienso que hubiera sido más cercano y honesto para mí hacer que mi personaje fuera una mujer de Cali que, de repente, llega a vivir a la Costa colombiana. Pero la historia se me caía con una mujer como yo, porque soy una persona que tiene alternativas. Sí, soy mujer y sufro discriminación, pero si tengo problemas de fertilidad voy adonde mi mamá, al médico y veré cómo curarme. Tengo educación, acceso a salud y una cantidad de privilegios que una mujer negra del Pacífico colombiano no tiene. Para poder contar esta historia necesitaba hacerlo desde una persona sin alternativas. Y no tuve que recurrir a lo fantástico, porque en mi país, en nuestros países en general, eso no hace falta.
¿Se considera feminista?
Sí. De alguna manera sigo siendo machista, pero intento desnudar mis propios machismos y ser activamente feminista. Soy una mujer que viene del privilegio. Y creo que poco a poco, cuando me alejé del centro de donde nací, empecé a descubrir las profundas injusticias que tienen las mujeres que no son tan privilegiadas. Y empecé a experimentar en carne propia la desigualdad, a ver cómo si yo tenía privilegios, los hombres tenían privilegios por encima de los míos. Así que empecé a ver que el feminismo era necesario y urgente, y fui quitándome ese estigma de que el feminismo era una cosa horrible.
¿Cómo mira movimientos como el Me too (Yo también)?
Me parece maravilloso porque yo, de verdad, he podido procesar, denunciar y hablar de las cosas que me han pasado gracias a este movimiento. Yo sufrí violencia doméstica de mi expareja y nunca hice una denuncia porque prefería no hacerlo, además de que no confío en el sistema judicial colombiano y tenía miedo de salir más revictimizada. Ahora me siento más poderosa, y no porque haya ganado poder, sino porque hay más mujeres y hombres diciéndome “yo le creo, hágale”. Eso hace cinco años no pasaba.
¿Qué piensa de la carta de las mujeres francesas?
Yo no estoy de acuerdo con esas mujeres. Pienso que primero tenemos que mirar al monstruo a los ojos, y el monstruo son las cifras. Las cifras nos dicen que no hay igualdad salarial, la brecha es enorme. A las mujeres todos los días les pegan, violan, abusan sexualmente, y la gran mayoría de víctimas son menores de edad. Las mujeres que tienen hijos deben renunciar a su carrera o, por lo menos, postergarla. Un hombre cuando es padre tiene que seguir y no se espera que renuncie a su carrera.
¿Cómo siente ese machismo en el campo literario, al menos en el colombiano?
Creo que cada vez estamos avanzando más, pero todavía siento que hay discriminación, que es mucho más sutil, y por eso mismo no sé si es más peligrosa. A veces se trata de etiquetar la obra de las mujeres de diversa manera. Una mujer que hace un poema donde hay deseo ya es tildada de poeta erótica, mientras que un hombre puede narrar 20 polvos en un libro y es escritor. Se asume que los hombres hacen literatura y las mujeres un subgénero dentro de la literatura. (O)