El mensaje de “Life of Pi” llega en la época justa
Hace tres semanas se estrenó la posible contendiente al Oscar a Mejor Película “Life of Pi”, basada en el libro homónimo del galardonado cineasta taiwanés Ang Lee.
Lo que escribiera el canadiense Yann Martel es material para los sueños y las leyendas, no para una película. Sería infilmable. Sin embargo, con Ang Lee a la cabeza, el libro “Life of Pi” se convirtió en la película homónima que sí o sí debe ser vista en su versión 3D para complementarse su onírica y dogmática historia con su infinita lírica visual. No puede verse rápidamente ni discutirse en segundos. Su lectura, apreciación y descodificación puede tardar varias conversaciones.
Probablemente desde la premiada “Forrest Gump”, historia ficticia pero con retazos de realidad, no ha habido una película tan difícil de digerir en su historia y su mensaje. Lo que propone Ang Lee es mostrar la travesía del único sobreviviente de un naufragio de un barco de carga japonés, en el que se movilizaba toda su familia desde Pondicherry (parte francesa de la India), donde administraban un zoológico, con todos los animales de su propiedad, para venderlos al momento de iniciar su nueva vida en Canadá.
El joven indio se llama Piscine Molitor Patel (una piscina en París), nombrado así porque el mejor amigo de su padre, un famoso nadador, dijo que nadar en ese sitio declarado en algún momento Monumento Histórico de Francia, era una de las mejores maneras de aclarar la mente y alcanzar la serenidad.
Piscine acorta luego su nombre a Pi con un acto legendario en su escuela primaria en Pondicherry, y encuentra la verdadera fe al practicar al mismo tiempo el hinduismo, el catolicismo y el islamismo.
Lo inverosímil no es eso, sino que en el presente, un escritor canadiense -que había estado viviendo en Pondicherry- se encuentra con el Pi Patel adulto, quien le cuenta su historia de supervivencia, una historia que lo hará creer en Dios, debido a que el nadador mejor amigo de su padre lo envió a Montreal para que se encontraran.
Pi sobrevivió al naufragio del barco de carga con las mínimas provisiones de un barco salvavidas de 26 pies, pasando semanas a la deriva en el Océano Pacífico, hasta llegar a las costas de México. En un inicio, iba acompañado por una cebra con una pata rota, un orangután, una hiena que se devora a los anteriores y el animal más majestuoso del zoológico de su familia: un tigre de bengala llamado Richard Parker.
En un momento del filme cuya visualidad es asombrosa y muy difícil de describir en las palabras de cualquier idioma, el mismo Pi admite que cuidar de Richard Parker y estar atento a que no lo devorase a él, lo mantuvo con vida, ocupado, con un propósito a lo largo de su aventura de supervivencia.
La historia es a cada minuto más difícil de digerir, por ello es mejor abrir los ojos y percibir lo que comparten en su travesía Richard Parker y el joven Patel. Incluso cuando en un momento, dos agentes de la aseguradora japonesa, japoneses ellos también, del hundido barco de carga, cuyo único sobreviviente fue Pi Patel, llegan a entrevistar al personaje en un hospital mexicano, y le piden que baje la fantasía en la historia -la misma que le había estado contando al escritor y que la audiencia ha estado viendo- y les cuente sólo la verdad, un relato más simple que no los haga ver como tontos o que se rían de ellos, algo que su aseguradora pueda creer. A ello, Pi Patel responde con una versión más macabra de su relato de supervivencia.
El hueco del relato de Patel, según el más joven de los aseguradores, es que Pi dijo que el orangután apareció flotando en un paquete de bananas antes de subir al barco salvavidas, pero las bananas no flotan. Sin embargo, ninguna parte de la historia satisface la pregunta básica de los aseguradores: cómo o por qué se hundió el barco de carga.
“Life of Pi” no es un filme para toda la familia, y de seguro los frágiles de corazón temerán enfrentarse con la cara de Richard Parker sobresaliendo de la pantalla cuando trata de devorarse a Pi Patel, sin ningún tipo de contemplación aunque sea el único que se preocupara por alimentarlo y mantenerlo a salvo en medio del océano.
La historia es densa, pero su significado y sentido son muy sencillos y claros: la fe es una casa con muchas habitaciones, con muchas, en cada piso, para la duda, ya que “la duda es útil, mantiene a la fe como un ser viviente; después de todo, no puedes conocer la fuerza de tu fe hasta que haya sido probada”.
Talvez haya que quedarse en “Life of Pi” por al menos una semana, para pensarla y repensarla, analizarla, comentarla y darle un sentido más amplio y tangible para el día a día. Es como el pensamiento de Pi Patel adulto el que cierra su relato: “Toda la vida es un acto de dejar ir, pero lo que duele más es no darse un momento para decir adiós”.