“El Manifiesto Comunista es más actual que en 1848”
El 30 de abril se conoció el veredicto del jurado del Premio Pensamiento de América “Leopoldo Zea”. Y el resultado no pudo ser mejor: se otorgó a un trabajo muy sólido: Contra el Imperio. Historia de la Liga Antiimperialista de las Américas. Revisando sus páginas hay una comprobación: el pensamiento latinoamericano es uno de los mayores exponentes, en estos momentos.
La noticia no ha sido divulgada quizá porque en cierta prensa el pensamiento no es motivo de preocupación ni de ocupación. La farándula es mucho más atractiva. Daniel Kersffeld vive estos años en Ecuador y dicta clases en el Instituto de Altos Estudios Nacionales (IAEN). Su hablar pausado evidencia ese tono con el que también afronta el pensamiento y la reflexión de estos tiempos. Aborda los temas de la historia como si fuesen medicinas del presente, pero ante todo reivindica lo que muchos ignoran (incluidos aquellos que en los sesenta fueron acérrimos comunistas y ahora se declaran, sin vergüenza alguna, liberales y se les premia por los gremios de los empresarios). Al leerlo y al oírlo hay algo en común: tenemos la obligación de pensar en la historia como ese muro donde ya no hay donde ocultar mucho, pero también en las costuras de esos muros hay muchas interrogantes que Daniel intenta responder a partir de una investigación responsable y sesuda, marcada por un afán incontrastable de que la verdad prevalezca.
Nombre completo: Daniel Kersffeld
Profesión: Politólogo
Nacionalidad: Argentina
Fecha de Nacimiento: 1 de octubre de 1974 Edad: 38 años
Educación: Licenciado en Ciencia Política por la Universidad Nacional de Buenos Aires y Doctor en Ciencias Sociales
Experiencia Laboral: Maestro en diversas universidades
Revisando tu libro “Contra el Imperio. Historia de la Liga Antiimperialista de las Américas”, queda la sensación de que la lucha antiimperialista ha sufrido periodos complejos, cargados de pugnas en el mismo bloque de izquierda. ¿Cuánto ayudó esa complejidad a consolidar la hegemonía estadounidense?
Sin duda, los conflictos al interior del bloque antiimperialista no sólo jugaron a favor de la penetración estadounidense (y en menor medida, de la británica y la francesa). En el caso de mi libro, retrato las pugnas y rivalidades establecidas entre varios partidos y agrupamientos, principalmente, entre los comunistas y el APRA conducido por V. R. Haya de la Torre. Para complicar más el frente interno, debemos tener en cuenta que en las filas antiimperialistas actuaron también tendencias más nacionalistas ligadas a las clases medias en ascenso, como puede observarse durante el gobierno de Plutarco E. Calles en México o de Hipólito Irigoyen en Argentina, que no siempre tuvieron buena relación con los comunistas.
De la pregunta anterior también se desprende que hubo momentos de mucha intensidad en la gestación del movimiento comunista latinoamericano, como lo ocurrido en Cuba, México y Argentina. ¿Cuánto peso tuvo en todo aquello el influjo de la Unión Soviética? ¿Podemos afirmar que hubo un movimiento comunista auténticamente latinoamericano?
Si bien es cierto que la URSS tuvo un papel de gran importancia en la gestación de los partidos comunistas en los países mencionados, no podemos concluir en que Moscú haya sido totalmente determinante en su orientación general, al menos, no en los primeros años de vida de estas organizaciones. Seguramente el cambio de época se produjo con el VIº Congreso de la Comintern, en 1928, que marcó el ascenso de Stalin al poder y, con ello, un encuadramiento de todo el movimiento comunista a los lineamientos de la URSS.
El “Buen Vivir”, como toda utopía deseable, halló su correlato en las ideas que se remontan a un sigloHubo por tanto una tensión y una doble fidelidad que marcó la vida política de todas las organizaciones comunistas entre la lealtad a Moscú (con lo que se aseguraban recursos y, en definitiva, su propia supervivencia) y la pertenencia al campo político latinoamericano.
A la distancia de los años y de los acontecimientos, tras la caída del Muro, ¿cuánto contribuyó efectivamente todo ese movimiento para lo que vivimos los latinoamericanos en esta nueva etapa con los gobiernos progresistas y las tesis del buen vivir, por ejemplo?
Más allá del tiempo transcurrido y de herencias y linajes no reconocidos, podemos observar que el movimiento antiimperialista y el comunista poseen su correlato en la actualidad a partir de su posicionamiento frente a los Estados Unidos y alrededor de la hermandad latinoamericana. A partir del credo bolivariano, organizaciones como la Unasur, la Celac y el ALBA retoman varias de las divisas sostenidas hace casi un siglo al proponer una alianza entre aquellos países frente a los centros de poder externos a nivel regional, asumiendo asimismo que dicho encuentro de naciones debe ser sostenido a partir de una perspectiva social y emancipatoria. De ahí que un concepto como el del “Buen Vivir”, como toda utopía deseable, pueda encontrar su correlato en ideas que un siglo atrás motorizaron a la acción política, en los casos concretos de “comunismo”, “socialismo”, “revolución”, etc.
¿Podemos decir que el sustento actual de los paradigmas políticos progresistas son una crítica y hasta cierto punto un rechazo o resignificación del marxismo leninismo clásico que defendieron los partidos comunistas?
La pregunta podría plantearse también por cuál es la relación entre esta izquierda (o este “progresismo”) y la izquierda de hace un siglo. Para ello, es importante tener en cuenta que la historia de las ideas políticas se El Socialismo del Siglo XXI es un interesante intento por readecuar una noción básica en la teoría marxistaconstruye y dinamiza a partir de líneas de ruptura y, al mismo tiempo, de continuidad. Más que un rechazo considero que hay una resignificación de varios aspectos que en su momento nutrieron el ideario marxista leninista latinoamericano: fundamentalmente, pervive la idea central del cambio social y de la emancipación de los que menos tienen. El Socialismo del Siglo XXI es un interesante intento de readecuación de una noción básica en la teoría marxista, pero adaptado a las condiciones y realidades de una región en la que todavía existe precarización, pobreza y exclusión. Lo mismo podría decirse para el “Buen Vivir”. Creo que para los actuales gobiernos progresistas sería bueno recuperar todo un acervo teórico, práctico, militante, etc. que, al menos en nuestra región, reconoce antecedentes que se remontan a mediados del siglo XIX.
¿El rol que cumple ahora China, con una visión distinta sobre la economía y la relación con los países en desarrollo, plantea un cambio también en la mirada del neocolonialismo si se compara con lo que hicieron la misma China y la Unión Soviética sobre el mapa económico mundial en los cincuenta y sesenta?
Es importante diferenciar las épocas y los distintos contextos en la relación con China. En plena Guerra Fría, algunos gobiernos plantearon el acercamiento a China como una manera de balancear sus relaciones con los EE.UU. y con la URSS, en el momento de auge del Movimiento de Países No Alineados. China se presentaba como una variante distinta al comunismo soviético, en parte alentada desde Washington para rebajar el papel internacional de Moscú. La China actual es distinta a la de hace cincuenta años, y se presenta como una superpotencia en expansión, rivalizando cada vez más con los Estados Unidos, al que logrará desplazar en poderío en pocas décadas más. Los países de la región han incentivado sus relaciones económicas más que políticas con China en gran medida en el siglo XXI, y hoy por hoy, el desafío es cómo generar cada vez más vínculos con el gigante asiático sin por ello renunciar a la propia soberanía y, en definitiva, sin reproducir tendencias neocoloniales.
¿Hasta dónde las ideas comunistas mantienen vigencia y aplicabilidad en este nuevo contexto mundial y de la misma izquierda latinoamericana?
Más allá de los cambios que hubo en los últimos cien años, creemos que más que las ideas comunistas son sus utopías las que todavía siguen alimentando las esperanzas de la izquierda latinoamericana. El deber de la izquierda (en sus múltiples expresiones) es saber adecuar estas ideas y utopías a realidades distintas, incluso, no contempladas originalmente por los fundadores del marxismo. De hecho, es factible pensar que para la realidad social de una buena parte de la humanidad, hoy el Manifiesto Comunista es más actual que cuando fue escrito en 1848.