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ENTREVISTA A ÉRIKA SYLVA Y RAFAEL QUINTERO, QUIENES PRESENTAN LA QUINTA EDICIÓN DE SU OBRA ECUADOR: UNA NACIÓN DE CIERNES

“El libro no fue bien recibido por los círculos hispanistas”

:Érika Sylva Charvet y Rafael Quintero.
:Érika Sylva Charvet y Rafael Quintero.
14 de marzo de 2014 - 00:00

Los cientistas sociales  Érika Sylva Charvet y Rafael Quintero López, con el sello editorial Abya Yala, han presentado la quinta edición de su libro Ecuador: una Nación en Ciernes, Volumen 1, en el cual se expone un estudio integral de la historia de la sociedad ecuatoriana, desde su pasado colonial hasta nuestros días. Esta obra pronto cumplirá un cuarto de siglo de existencia y, con el transcurso del tiempo, se ha convertido en un texto necesario  para docentes, estudiantes e investigadores sociales.

A decir del pensador ecuatoriano Alejandro Moreano sobre el trabajo  de Sylva y  Quintero, es una “obra que se mueve en el amplio terreno de la economía, la sociología, el análisis político y los estudios culturales. Es quizá la más vasta e importante empresa de interpretación de la historia económica, social y política del Ecuador moderno”.

“Este libro es parte de un proyecto andino, de Bolivia, Perú y Ecuador, promovido por el Instituto de Estudios Peruanos. Inicialmente estuvo enmarcado como un proyecto comparativo, pero le dimos una dinámica  propia, porque como dijimos en la presentación hablada de 1991, que ahora la pusimos como una nota de prólogo a la quinta edición, nuestra generación era una bisagra entre   dos corrientes de pensamiento y sentimiento: el de la utopía y  desencanto”, comenta Quintero.

¿Qué se proponían exponer con este libro, considerando que en ese entonces había una emergencia de varios estudios sobre la situación social del país?

Érika Sylva: La elaboración del libro duró 10 años. Lo trabajamos desde 1981 hasta 1987 y a partir de 1991 (publicación)  nos dedicamos a editarlo mientras  hacíamos otras cosas. Fueron 10 años volcados y obsesionados con el libro, pues la idea era plasmar esa visión integral que no habíamos tenido antes de los procesos económicos, sociales, culturales y políticos de la sociedad ecuatoriana, porque la eclosión de las ciencias sociales en Ecuador desde los 70 producía estudios de caso, prioritariamente. Hubo muchos estudios sobre el tema agrario, político, social, educativo, el tema de género recién empieza a aparecer con fuerza en  los   80, pero no había una visión integral de autoría sobre la sociedad ecuatoriana. La nueva historia surge más o menos por esos años, pero tiene una estructura de varias autorías con distintos enfoques, por eso decimos que ese desencuentro entre la utopía y el desencanto  expresa la visión de nuestra generación, una visión de ruptura sobre la historia tradicional, una visión de pensar a Ecuador como totalidad, pero también de pensarlo desde lo nacional, que es algo que no ha habido, porque hasta cierto punto la tesis, que todavía se sostiene, es que  Ecuador desde el siglo XIX ya se constituyó como Estado Nacional, incluso se dice que desde esa época ya hubo ciudadanía.

¿Por qué la lectura que hicieron sobre  Ecuador marcó una ruptura sobre la forma como la historia tradicional estaba narrando el relato nacional?

Rafael Quintero: Originalmente, el libro era una comparación en el último medio siglo entre Perú, Bolivia y Ecuador. Trascendimos ese esquema, en parte, porque obligadamente dejamos la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso) y porque redefinimos el proyecto. Quisimos mostrar el dificultoso camino de la construcción de esa comunidad que llamamos nación en  Ecuador. Nos parecía errado pensar que el Estado Nacional había surgido con la independencia, incluso con la Revolución Liberal, cuando la evidencia que teníamos decía lo contrario: que  Ecuador tenía un problema de rupturas profundas en lo ético y  cultural, un fraccionamiento de su territorio en espacios regionales, un problema de dependencia creciente de su economía, de sus sociedades y su cultura por un vínculo de dominio imperialista. Indudablemente el libro no fue bien recibido en los círculos hispanistas y los círculos militaristas que concebían  al Estado Nacional como algo ya  resuelto.

En términos éticos, ¿qué rupturas eran las más evidentes en  Ecuador de su generación? 

Érika Sylva:  Por ejemplo, cómo podíamos haber sido ya un Estado Nación desde el siglo XIX si había un problema profundo de racismo. Cómo puede construirse una comunidad simbólica con un sentido de pertenencia si todavía teníamos tantas fracturas sociales y territoriales. Además, a fines del siglo XX, con la crisis económica y social que vivimos, se hizo evidente que estábamos prácticamente en un proceso de desintegración, e incluso generando proyectos separatistas dentro de la sociedad. Así,  se hizo evidente que nuestro país era una nación en ciernes a finales de los 90, pero, en los años 70 y 80 parecía que el país  se había constituido como tal. Nuestro libro, justamente construido en esa coyuntura, decía  lo contrario a lo que    se estaba planteando y hoy se ha hecho evidente que, de alguna manera, esa tesis era correcta.

¿Cómo analizaba la academia el tema de lo nacional cuando prepararon y publicaron  su libro?

Rafael Quintero: La academia había realizado una periodización del desarrollo histórico de nuestro país con el cual rompemos en el libro. Ese es un aporte de los tantos que tiene la obra,  porque nosotros hablamos del siglo XIX como un período de transición poscolonial, no hablamos del período republicano, que eso para nosotros no significaba una variable definitoria de una formación económica, social y política. Además, obviamente, las Fuerzas Armadas en ese entonces estaban muy permeadas por una doctrina de la seguridad nacional que suponía la conformación de un Estado Nación. Había en esa doctrina los enemigos de la nación, que eran los llamados enemigos internos, y eran todos aquellos que cuestionaban el orden establecido. También, hay que decir que el libro fue escrito en un momento del neoliberalismo y eso nos presentó muchas dificultades.
Érika Sylva: Hay que acotar que  la periodización que se hacía se la pensaba en términos de gobierno, y nosotros la hemos pensado en términos de fases históricas que están caracterizando procesos. Entonces, por ejemplo, se suele decir que con Galo Plaza surge  Ecuador, pero, en realidad, lo que nosotros  estamos viendo es que de 1902 hasta 1972 hay una sucesión de gobiernos oligárquicos de corte gamonal que marcan una fase de una república oligárquica no democrática. Y así analizamos el resto de fases históricas.

¿Cuál es su lectura sobre el proceso de modernidad que se ha querido instalar en el territorio andino, como aquellos que pretenden  homogeneizar a la identidad?

Érika Sylva: No estamos de acuerdo con un proceso de integración homogeneizante porque esa fue la aspiración de la oligarquía en los   50 y 60. Los indios habían desaparecido del panorama, todos éramos mestizos y ecuatorianos desde el punto de vista  de las élites blancas.  Seguíamos segmentados étnicamente, con una visión racista, discriminatoria y excluyente, pero teníamos que reconocernos como ecuatorianos. Entonces, evidentemente, ese proyecto integrador de naturaleza racista fracasó. Además, cuando  estábamos escribiendo el libro, se estaba gestando el movimiento indígena. Pero claro, el movimiento indígena emerge cuando nosotros recién estábamos produciendo la obra para su publicación. En ese sentido, era como estar acompañando un proceso que nosotros estábamos pensando.

¿Cuál es su lectura sobre la forma  como se mira actualmente al territorio nacional?

Rafael Quintero: En los últimos años ha habido en nuestro país una mayor apropiación social del territorio nacional. La gente conoce más a su país, se moviliza más, hay actores más interesados en una visión integral  del territorio. Eso contribuyó a resolver problemas de límites, que para muchos sentimentalmente no estaban resueltos, pero desde el punto de vista político ya lo está. Ya tenemos fronteras marítimas con Perú y Colombia, por lo que el problema territorial ya está resuelto. Sin embargo, a pesar de que hay una mayor integración  material del país, creo que todavía no está plasmada una forma de concebir al territorio  nacional simbólicamente. Además, sin democracia es imposible la unificación nacional, y la democracia tiene un gran problema, y es que es una espiral ascendente de reclamaciones, entonces, no hay un tope en el que digas: “hasta aquí nomás llegamos”.  Ahora vemos que hay juntas parroquiales, que hace más de 20 años no había. Por lo tanto, hay que ir hacia formas más sociales de apropiación, no solo del territorio, sino de la riqueza, y eso es parte de la democracia.

¿Ya se planteaban en ese momento a la interculturalidad como un factor de integración? 

Érika Sylva: No hablábamos de interculturalidad, porque es un concepto que se plantea luego, pero lo que sí planteamos es un sentido de pertenencia desde el reconocimiento de la diversidad. Lo que exponemos ya en las conclusiones, es que uno de los rasgos históricos culturales de nuestra sociedad es la diversidad, que se expresa desde tiempos inmemorables. Pero que esa diversidad no ha sido reconocida como un valor, sino que ha sido vista como algo negativo, y por eso planteamos que debemos reconocernos en la diversidad.

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