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El imperio eres tú, una aclaración casi inútil y otras yerbas ma o meno

El imperio eres tú, una aclaración casi inútil y otras yerbas ma o meno
16 de enero de 2012 - 00:00

En mi artículo anterior, titulado “Cartografía  occidental de la novela hispanoamericana y…”; hago, al finalizarlo, una afirmación que requiere (¿merece?) ser aclarada.

Es esta: “No es culpa dice alguien, con una lógica impajaritable (…): la gente de este país va a los estadios, no a las bibliotecas. Le gusta el fútbol, no leer”.

El fútbol y leer no se contraponen (no se excluyen) pienso, y a mí me gusta leer y también el fútbol, pero eso no me permite decir que “a la gente le gusta el fútbol y leer”, porque leer es un acto excepcional en un país donde leer es  tan exótico (exóptico o locadio) como ir a misa o a un cóctel  en pelotas.

O sea, digo, es un decir, que aunque  haya un equipo de fútbol en el Ecuador que  se llama “Olmedo” y otro “9 de Octubre”, uno en Perú denominado “César Vallejo” y un “Colo Colo” (héroe indígena) en Chile, eso no significa que los poetas y héroes -la cultura, pues, en su sentido más culto (de élite)- formen parte esencial del universo balonpedístico (qué feo que se oye, ¿viene de balón y…? No, pero parece).

La cuestión se  refiere a que solo se lo juega con los pies (balompié), las manos están penadas (fuera de la ley o, mejor, fuera de las reglas del juego) único deporte con esa característica, a la que tal vez deba su masiva y admirativa afición.

Echando patrás, veamos lo de “impajaritable”. Es, simplemente: “Más vale pájaro en mano que cien volando”, pero al revés, es decir “Mas vale cien pájaros volando que un (¿el?) pájaro en la mano”.

Pero dejémonos de conjeturas güevonas (de güevos: no de huevos o blanquillos, como se dice en México para referirse a los de gallina) e insistamos en el fútbol, único deporte que solo se juega con los pies.

Todos los demás –basket, jockey, béisbol, rugby, fútbol americano, polo, waterpolo, box, bolos, natación, tenis,  etcétera- se practican con las manos o con las manos y los pies.

Antes de entrarle a El imperio eres tú, novela de Javier Moro (Premio Planeta, Barcelona  2011), veamos unos cuantos nombres raros, recogidos por ahí, especialmente en la tierra de la sal prieta: Clítoris Baylón, Barcelona 4-0, Suculini, Gaduol Compuesto, Suculeón, Ildelirna, Maora, Elodia, Eudoxia, Etelvina, Edelina, Gula, Mastodonte,  Frankestein, Tiburcio, Aristóteles, Hambruna, Cocoliso, Chinesco, Mamila, Gol, Chupón, Cubilete, Lucrecia, Gabardina, Santabuela, Lisandro, Lulo, Gasolina,... etcétera.

Respecto a El imperio eres tú, se trata de una novela histórica que nos hace conocer, desde adentro, las venturas y desventuras de Pedro I de Portugal, a los 23 años de edad convertido en emperador de Brasil.

Morosa y detallísticamente contada, esta novela tiene una virtud fundamental, de la que es consciente el autor y explica en los siguientes términos. Dice: “Los acontecimientos aquí narrados han existido realmente. Los personajes, las situaciones y el marco histórico son reales, y su reflejo, fruto de una investigación exhaustiva.

He dramatizado escenas y recreado diálogos sobre la base de mi propia interpretación para contar desde dentro lo que los historiadores han contado desde fuera” (p. 348; las cursivas son mías).

De otras yerbas ma o meno, se refiere a las barbaridades que leemos y oímos cada día en los diarios, la tele, las radiodifusoras, etcétera, tales como: “cuando lo volteó se dio cuenta de que el cadáver estaba muerto”; “al parecer se le apareció el difunto”; “hubieron siete muertos en la fuga de ese día”; “fue el exceso de velocidad la consecuencia del accidente”; “se acostó tarde en la noche, como a las tres de la mañana”; y así hasta el infinito.

No va más, dijo el gurrupié (¿?).

Como siempre, ganó la banca, aunque decirlo sea un pleonasmo.

Hoy, 6 de enero -Día de Reyes-, me enteré de que mi libro La tercera es la vencida está ya listo en Quito, y la próxima semana vendrán los editores a Guayaquil para organizar su lanzamiento.

Me ofrecieron, a petición expresa, mandarme un ejemplar para que lo vea. Cuando aparezca este artículo se supone que ya habré visto el libro. Como ustedes comprenderán, tengo una gran ansiedad por verlo.  

El ejemplar de mi libro no llegó hasta la fecha. ¿Llegará? Creo que sí. Algún día.

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