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La película se presenta en la sección ‘panorama del mundo’ del edoc

El hombre que vio demasiado, un registro sobre la fortuna de estar vivo

Las fotografías de Enrique Metinides han ganado un valor en el entorno del arte contemporáneo y se exhiben en galerías de Estados Unidos y Europa.
Las fotografías de Enrique Metinides han ganado un valor en el entorno del arte contemporáneo y se exhiben en galerías de Estados Unidos y Europa.
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27 de mayo de 2016 - 00:00 - Redacción Cultura

Enrique Metinides tuvo su primera cámara, una Brownie Junior, a los 9 años. Solo le permitía tomar 12 fotos y no podía captar imágenes en las noches. Metinides probó moviendo hasta 100 veces el disparador para lograr un registro capaz de evadir la ausencia de luz. Con aquel movimiento repetitivo logró buenas fotos nocturnas y así empezó a capturar accidentes e imágenes de las películas de gánsteres que veía en el cine mexicano.

Como su casa estaba cerca de una comisaría pasaba por allí todas las tardes y logró el permiso de los policías que investigaban asesinatos, accidentes, homicidios para hacer tomas de esos casos. Metinides fotografiaba cuerpos solo ‘por coleccionarlos’, quería estar al tanto de lo que sucedía en la ciudad y no pasó mucho tiempo para que un periodista le preguntara por sus fotos y lo invitara a trabajar con él.

Metinides experimentó con las imágenes, probó distintos ángulos y logró incluir detalles que además de contribuir, en algunos casos, como pruebas de delitos, son un registro de una época en la que crecía el periodismo de crónica roja, el cual documentaba la violencia en blanco y negro. Metinides se convirtió en un obsesionado con fotografiar la muerte. Sus hijas casi no lo veían y recuerdan cómo dejaba todo listo cada noche por si lo llamaban de madrugada.

Con las impresiones a color el formato empezó a cambiar. La representación de la violencia en los diarios podía lograr mayor impacto en los lectores y tanto su contexto como las políticas para registrar los sucesos cambiaron de giro.

En 1973, cuando La Prensa, el diario en el que trabajó Metinides por 50 años, cambió su impresión a color, el director del rotativo le pidió no registrar la sangre. Entonces conseguía fotos de archivo de los muertos, de los peritos, captaba los detalles de los siniestros y cuando se tenía que publicar un cadáver ponía la cámara en el suelo para eliminar del plano la sangre. Empezó a hacer tomas generales, pues siempre los asesinatos están rodeados de testigos y el horror en las fotos de Metinides se delataba en sus gestos.

Los periódicos de crónica roja empezaron a agregar mujeres semidesnudas en sus portadas y su venta en los kioscos de México era cada vez más solapada. En el documental que trabajó con este personaje la fotógrafa Trisha Ziffm, los vendedores de periódicos y los lustradores de zapatos hablan de cómo la gente leía a escondidas los rotativos de crónica roja. “No querían que los vieran leyendo eso y los metían en otro periódico”, comenta un betunero.

Los familiares de las víctimas empezaron a protestar sobre los registros visuales porque los consideraban una invasión a su dolor. Las fotografías de Metinides, fuera de México, se convirtieron en un trabajo de arte contemporáneo y en un mecanismo de denuncia ante la violencia cotidiana.

En el documental de Ziff esa posibilidad de captar la violencia se reconoce como una barrera en países desarrollados. “En Estados Unidos celebramos la violencia, pero dentro la mantenemos al margen”, dice uno de los entrevistados tras ver las fotos del mexicano.

Los personajes del documental empiezan a cuestionarse sobre estas manifestaciones mediáticas desde la violencia y, al mismo tiempo, hablan fotógrafos contemporáneos sobre la forma en la que se juegan día a día su vida. Ya no están seguros. El oficio del fotoperiodismo ya no cabe como el juego de un niño que quiere coleccionar fotos y aprende a tomárselo en serio en el camino. En México, durante los últimos 25 años, 120 periodistas fueron asesinados, según un informe de la Federación Internacional de Periodistas.

Cuando Metinides empezó a fotografiar los accidentes y asesinatos de la capital mexicana, estaba en la ciudad donde ocurrían mayores crímenes en el país. Ahora la violencia está en otras ciudades, en mayores niveles. Y periodistas, como Rubén Espinosa, migran de estados como Veracruz a México, para ocultarse de la violencia de la que son amenazados por sus fotografías de víctimas del narcotráfico. Espinosa huyó de la ciudad donde ya habían asesinado a 11 periodistas desde 2010, pero en la capital no pudo escapar de las amenazas y también lo mataron junto a una activista.

Ziff dedica a ellos su documental El hombre que vio demasiado, que se presenta esta semana en Quito y Guayaquil, en el marco de la XV edición del Festival Encuentros del Otro Cine (EDOC). Ziff radica en la capital mexicana desde 2005. En una entrevista con Notimex, la cineasta británica dice que su documental “es sobre la fortuna de estar vivo, despertarse en la mañana y no saber cómo terminará el día”. Y añade: “Eso mismo puede ocurrir en Montreal, Winnipeg, en Chiapas o Ciudad de México”. (I)

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