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“El folclor debe comprenderse como un saber, no como mito”

“El folclor debe comprenderse como un saber, no como mito”
08 de abril de 2013 - 00:00

Desde las esferas artísticas se suele ponderar varias definiciones de “folclor”. En ese forcejeo en que las expresiones culturales no acaban de ponerse de acuerdo, entender el folclor como algo estático, como una muestra de museo histórico que acaso no renueva sus relatos, es tal vez demasiado simple.

Dice Wilman Ordóñez que en la década de los 70 el folclor tuvo una especie de sisma en Ecuador. Según el director de la Compañía de Danza Folclórica Retrovador, fundada por él mismo en 1986, la generación que vino luego de Rodrigo Chávez González y de Guido Garay se desvinculó del pueblo montubio, de quienes reproducían su danza.

Ordóñez es alumno del barítono Guido Garay, y éste a su vez de Rodrigo Chávez González, que publicó un libro sobre la vida y las costumbres del montubio en el litoral llamado “Estudios de idiosincracia regional” (1935), dos años antes que “El montuvio ecuatoriano” (1937) de José de la Cuadra.

Graciela Mayorga, coordinadora cultural de Retrovador, dice que Garay alguna vez dijo que Ordóñez era como el hijo que no tuvo.

Retrovador, que llegó de Santiago hace dos semanas, donde participó en el Festival Internacional del Folclore organizado por el Sindicato de Guitarristas y Folcloristas de Chile, creado en la época de Víctor Jara, viaja mañana a Cali, donde será uno de los grupos que formen parte del II Encuentro de Pueblos, de la Fundación Antichaskikuna.

Ya a las puertas de Cali, explica que en Colombia existe una intención de revalorar a diferentes culturas desde la noción de la etnicidad. En ese sentido, Antichaskikuna “viene poniendo en la escena social, sociocultural y simbólica internacional esta tradición montubia que ha sido subsumida y atropellada en sus derechos fundamentales”, dice Ordóñez.

¿Es el rescate del folclor un afán común de los gobiernos progresistas de América Latina?

“Rescatar” es una denominación un poco obsoleta. Yo digo “recuperar”, repensar, resignificar.

¿Por qué no “rescatar”?

Porque no es un rescate, eso lo hizo la arqueología: hizo visible lo que recuperó materialmente. Qué hacemos al replantearnos una resignificación: pensar desde la oralidad, no desde el hecho etnográfico. La oralidad se transforma, se redinamiza y sola se plantea sus usos.

¿Y sobre los gobiernos...?

Desde siempre, la izquierda estuvo vinculada  a lo subalterno, a la prole, lo campesino. En qué se equivocó... ¡Esa es la pregunta!

Entonces, ¿en qué se equivocó?

En lo poco que nos ha vuelto visibles a nosotros. El Estado solo planteó el folclor desde lo andino quichua, nos hizo pensar que todos éramos indígenas en el país, y no se piensa en los pueblos del litoral.

Según el último censo, en Ecuador hay 7,5% de montubios, 7% de indígenas y 6% de afrodescendientes. ¿Dónde estuvieron escondidos los montubios por 100 años? Participan en la independencia, en la Revolución Marcista, en el liberalismo. Antes no fuimos capaces de verlo, de validar esta otra región y regionalidad, esa otra cultura y mestizaje.

Sobre la transformación y visibilización: Dijo que desde el 70 en Guayaquil se dejó de investigar la cultura montubia. Suena a que el folclor ha quedado estático, tal como se lo entiende desde las esferas del arte...

Por supuesto que no. El folclor es dialéctico, como la cultura. Es una categoría sociocultural que tal vez es pensada así ahora porque fue así como se la concibió, durante el período positivista romántico. Pero en el siglo XX cambió, se la vio con una mirada antropológica.

¿Qué es lo que cambió?

Se tenía una mirada eurocéntrica que pensaba en obras como los cuentos de los Hermanos Grimm como lo tradicional. A inicios del siglo XX lo popular empezó a vincularse con el proletariado y el campesinado de la Revolución Bolchevique, pero desde la Revolución Mexicana lo popular se tiñó de etnicidad. Entonces, el montubio fue denominado por un historiador guayaquileño como una etnia social, porque era importantísimo políticamente visibilizar esa categoría, aunque aún no me atrevo a constatarlo científicamente.

Políticamente... Desde la política se habla siempre de reafirmar las identidades...

Eso está bien. Pero cuando haces uso y abuso, también estás recolonizando la memoria.

En el Diccionario Biográfico del Ecuador, de Rodolfo Pérez Pimentel, se habla de una fuerte crítica que le hizo Rodrigo Chávez González a Jorge Córdova, del Grupo Guayaquil, por introducir pasos de ballet en danza folclórica...

Cuidado. Hemos estado hablando desde la investigación y lo académico, pero ahora nos apartamos un poco de eso y estamos pensando en el arte escénico.

Pero estamos hablando de lo mismo, del folclor...

No. Para hablar del arte escénico, habría que pensar en el 12 de octubre de 1926, cuando Rodrigo Chávez González trajo a los montubios a la ciudad y puso sus expresiones en escena. Ahí hay un hecho escénico. El segundo hecho escénico: en los 60 Guido Garay creó el Cuadro Folclórico Cultura. Pero la danza folclórica se estancó en el 70, pues se quedó en lo que Rodrigo había reconstruido y lo que Guido Garay representó en escena. Los nuevos directores no se plantearon la posibilidad de constatar esos estudios, ni de vincularse con el campo.

¿De qué forma eso invalida la introducción de  pasos de ballet?

Fue una crítica durísima, porque ninguno tuvo los argumentos teóricos. Ninguno de los estudiantes de Rodrigo ni de Guido cuestionaron sus tesis desde la antropología o la sociología. ¿Cómo puedes argumentar si no has estudiado? Es grave lo que hacen. No me preocupa que lo sepan: La segunda generación de danza folclórica en la escena urbana dejó de investigar, llegó hasta Guido y ahí terminó. Y si lo tengo que decir, lo digo con argumentos.

No es la primera vez que lo dice...

En “Alza que te han visto” lo hago de una forma más política e ideológica. Les doy durísimo. Es que cuando escribí “Amorfino: Canto mayor del montubio”, tuve la necesidad de reflexionar sobre la oralidad; con “Alza que te han visto” me planteé una necesidad antropológica, sociológica y etnográfica de ir pensando esa cultura. Y la he tenido hasta ahora, con “Porteños”, “Alma montubia” y “Del habla popular”, para llenar vacíos que allí existieron. Me preocupa saber por qué muevo el pie. Si un paso no tiene un pensamiento, un lenguaje, ¿qué tiene ese paso?

Entonces: ¿opina definitivamente que el ballet no cabe en la danza folclórica?

Está mal academizar la danza popular, porque eso la convierte en un producto para el mercado. Si haces eso, estás produciendo arte, pero si produces arte y olvidas los vínculos, invisibilizas a sus creadores.

Suena a que la danza folclórica es estática...

La danza es igual. Yo propongo un cambio en la manera de entender estos movimientos que siguen siendo los mismos, una forma moderna de comprender el folclor. Ya no como una idea museística de recuperar un mito, sino como un saber, y el saber se replantea dialécticamente.

Entonces, ¿cabe la fusión solo si tiene un argumento teórico?

¡Exacto! Por ejemplo, Retrovador practica bailes tradicionales como la Puerca Raspada (del litoral, no la andina), una forma antigua del Fandango del Monte en el tiempo de la Colonia. Pero sí usamos elementos clásicos del ballet, del jazz progresivo, de la danza latinoamericana, que son herencias hispánicas, porque es arte. No estoy mintiendo, digo que somos el resultado de algo, un medio para visibilizar a la cultura. No soy el típico folclorista.

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