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El filme ecuatoriano, otro pasajero en la travesía

El filme ecuatoriano, otro pasajero en la travesía
24 de diciembre de 2013 - 00:00

Después de la última parada en el norte de Quito, el bus va completo y sellado hasta su destino: las costas del Pacífico. Los pasajeros intuyen que ya nada les va a interrumpir y se acomodan en sus asientos. Suena una bachata lejana desde una radio ubicada en los asientos de atrás; algunos miran por las ventanas distraídos, otros van cerrando sus ojos. Una sensación de sopor se siente al interior del bus.

Entonces se abre la puerta delantera, aparece el ayudante del conductor, baja los dos televisores enganchados en el techo y, ¡acción! En cada pantalla aparece el logo amarillo del proyecto ‘Cine sobre ruedas’ y se anuncia la programación del viaje: un corto de humor a cargo del fenómeno de Internet Enchufe TV, un video musical, y el largometraje Qué tan lejos, de la directora ecuatoriana Tania Hermida.

La ruta es Quito – Esmeraldas, en la cooperativa de transportes Trans Esmeraldas, que participa en la iniciativa junto a las otras 9 empresas que son parte de la Federación Nacional de Cooperativas de Transporte Público de Pasajeros del Ecuador (Fenacotip). El proyecto, ideado por el Consejo Nacional de Cinematografía del Ecuador (CNCine), intenta fomentar los productos audiovisuales ecuatorianos, a la vez que promocionar la diversidad del país y su riqueza cultural, uno de los criterios de selección fundamentales para las películas y documentales que se proyectan.

Asimismo, al escoger películas aptas para todos los públicos, se consigue evitar que se muestren cintas violentas en los buses cuando en ellos viajen menores de edad. Las películas elegidas para el primer paquete, que tendrá una corrida de dos meses antes de ser renovado, son Santa Elena en bus, Sara la Espantapájaros, Tarjeta Roja y la ya mencionada Qué tan lejos.

De vuelta al bus, el sketch de Enchufe TV logra sacar unas tímidas risas, pero mientras avanza la programación, el inevitable cansancio mañanero se va asentando y deja a los pasajeros acurrucados, y a algunos prácticamente dormidos. Cuando empieza Qué tan lejos, los paisajes urbanos empiezan a desaparecer, los edificios se transforman en pequeñas casas y granjas, la carretera se vuelve una sola -y será la misma hasta el destino final- y las montañas se vuelven altas, salvajes y sin rastros de civilización.

En este punto, la película y el bus se sincronizan, y se empieza a viajar por Ecuador junto a las dos protagonistas y sus amigos: nosotros entre las quebradas impenetrables de la bajada a la Costa, mientras que ellas en un viaje desesperado y aventurero hacia Cuenca, con las carreteras cortadas por un paro convocado por los campesinos indígenas. Por la ventana se aprecian las selvas vírgenes y perfectas de Nanegalito; en la pantalla, la belleza monumental de Alausí.

Ambas son expresiones de la riqueza del Ecuador, y a pesar de ser tan diferentes pertenecen al mismo sentimiento, el mismo que busca potenciar el ‘Cine sobre ruedas’: el orgullo por lo ecuatoriano. Una pasajera no va dormida. Mira atenta a la pantalla sin perder detalle y habla en voz alta, a veces con su acompañante, a veces sola. Lleva un pañuelo en la cabeza y tiene los ojos azules y la tez clara.

“Hay bastante aceptación; a la gente le gusta, lo toma como un tema de identidad nacional”.

Es naturalmente conversona, y sin mucha interrogación cuenta su vida: se llama Patricia Páez, sus padres eran ‘gringos’ que emigraron al Ecuador, creció en Santo Domingo junto a sus nueve hermanos y hermanas, pero ahora vive en Esmeraldas con su familia. Conoce bien la ruta porque tiene que ir a menudo a Quito a curarse del cáncer que padece, por lo que ya ha tenido varios contactos con el proyecto fílmico.

“Antes el tipo de película eran casi siempre esas de crímenes, asesinatos, secuestros y esas cosas. Yo no estoy de acuerdo, hay películas hermosas que muestran cosas bonitas de Ecuador y que se pueden proyectar, como las películas de Galápagos... Las otras se deben prohibir porque aquí hay menores de edad y esas cosas se aprenden; ya sabe, las cosas malas se aprenden más rápido que las buenas. Qué mejor que una película bonita, como la que pusieron el otro día, de una persona que luchaba, de una persona con cáncer que se quedó sola y que luchaba por sobrevivir...”, decía emocionada.

Para ella el proyecto debería extenderse a todos los tipos de buses: hay que evitar la violencia engendradora de violencia a toda costa.

Poco a poco, mientras el camino desciende hacia el calor húmedo y tropical de la costa ecuatoriana, los pasajeros van despertando. Las ventanas se empañan y los niños empiezan a correr por el pasillo, jugando entre ellos. Paralelamente, los enredos de la película guían a las protagonistas hasta la playa, aparecen nuevos personajes, se emborrachan, florece el humor costeño y el público empieza a reír a gusto. En este punto, todos están enganchados. Hasta los niños, de pie al lado del asiento, miran atentos. La película termina y las pantallas vuelven a cerrarse; el bus se queda con una sensación de plenitud; la gente charla animadamente.

Sin embargo, a pesar del aparente éxito de esta función, hay indicios de que el “Cine sobre ruedas” tiene un duro camino que recorrer para cambiar las concepciones del público ecuatoriano sobre el cine, y más aún sobre el que hasta hace poco se proyectaba en los buses.

Según William del Pozo, chofer de Trans Esmeraldas, en algunos casos se produce la resistencia de los pasajeros. “Lo que pasa es que aquí en este medio, especialmente en la Costa, en el trayecto de Esmeraldas y Atacames, me han llegado a decir cosas como ‘saca eso, pon una de acción o una de comedia, que nos aburrimos’. Hemos hablado entre la gente de otras líneas y a todos les ha pasado alguna vez. También se quejan de que hay demasiada propaganda del gobierno”, cuenta.

En cada proyección se aprovecha a conciencia el espacio para emitir varios spots con particular énfasis en la educación vial.

Por su parte, Sandra Moncayo, coordinadora del proyecto liderado por el CNCine, afirma que a pesar de esto, según sus investigaciones, “hay bastante aceptación; a la gente le gusta, lo toma como un tema de identidad nacional”.

También confirmó que en la siguiente entrega se proyectarán Zuquillo express (Carl West) y Prometeo deportado (Fernando Mieles), y que los criterios de selección pueden cambiar para la posibilidad de otra película documental. Para marzo, espera “una ampliación de 700 unidades a las 800 ya suscritas. Así, serán 1.500 buses los que lleven cine ecuatoriano sobre sus ruedas.

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