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El Telégrafo
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El espontáneo rostro de lo cotidiano en 20 fotografías

   El  espontáneo rostro de lo cotidiano en 20 fotografías
11 de agosto de 2011 - 00:00

Gabriel Proaño estudió fotografía en Guayaquil y se especializó en foto fija en el Sindicato de Cinematografía de Buenos Aires. Conoció desde el principio de su carrera -aún en alza, ya que tiene apenas 25 años- los escozores propios del fotoperiodismo. Su primer trabajo de largo aliento (una amplia cobertura gráfica sobre la controversia social en torno a la Nueva Carta Magna boliviana, en 2008) se perdió totalmente debido a un atraco que sufrió en las calles de una caldeada Potosí.

Proaño es un fotógrafo que va fogueándose a buen ritmo, afinando   esa  aptitud para registrar singularmente no solo momentos de fervor o confrontación social, sino aquel santiamén íntimo del sujeto de a pie, del hombre común en la dinámica de su cotidianidad. Y con aquello del “sujeto de a pie” podría uno referirse, desde luego, a un espectro plural de individuos: aquellos que están con sus caramancheles al filo de la carretera; en los campos del litoral, en los hospitales públicos, en las comunas peninsulares huérfanas de todo servicio, en alta mar, en los reformatorios...

Esa indagación gráfica -a la vez periodística y estética- es lo que el interesado tendrá oportunidad de  ver  en la reciente exposición de Proaño, a inaugurarse hoy a las 19:00 en el Museo Presley Norton de Guayaquil, bautizada con un título más alegórico de lo que en primera instancia parece: Retratos de un vividor. Se trata de una apuesta en un blanco y negro a veces muy contrastado, otras, más remitido a renglones medios de la escala de grises, pero casi siempre con una verdaderamente diestra utilización de la luz natural.

Hay, entre todas estas imágenes, una que quizás sintetiza el recorrido que el fotógrafo porteño ha hecho hasta ahora. Eso de haber, en un momento dado, cubierto la exaltación popular que suscita una coyuntura política (el caso boliviano al que hacíamos mención) y, por otro lado, albergar el interés por la subjetividad de la gente en el contexto de su sencillez cotidiana. Me refiero a una interesante foto de Rafael Correa que capta un gesto que si bien es un típico “saludo político” (o deberíamos decir “del político”), muestra -dada la luz que lo envuelve- algo del sujeto detrás del “agalma” de poder que lo persigue a donde va.

Marcela Noriega, periodista y curadora de la muestra, dice en la reflexión que acompaña las imágenes: (las fotos de Gabriel Proaño) “suponen un ejercicio dual para el ojo de quien las descubre. Por un lado, se puede percibir una clara intención de crear imágenes simbólicas con una búsqueda estética y, por otro, el entrenamiento periodístico de este fotógrafo le permite lograr una carga de crudeza que conmueve”.

El retrato, tanto en plástica como en fotografía,  es un arte difícil; requiere, para garantizar su éxito,  de una  complicidad insalvable entre quien lo realiza y quien es retratado. Claro, la diferencia entre el pintor y el fotógrafo está en que este último puede lograr un retrato con un disparo, con el parpadeo sucinto de su máquina... Allí la complicidad consiste, entonces,  en entender casi instintivamente la dimensión de la dignidad del otro. Eso lo ha entendido  Proaño.

Retratos de un vividor estará en exhibición hasta el jueves de la próxima semana, luego de lo cual el guayaquileño dictará, en el mismo Presley Norton, un taller de una semana y media  sobre distintas técnicas de fotoperiodismo.

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