El ecuatoriano que se ganó al público de Hungría
“Se puede vivir sin música, pero no vale la pena”. La frase de Zoltán Kodály, uno de los más destacados músicos húngaros, define la filosofía de vida de Xavier Rivadeneira.
El destacado tenor quiteño inició su trayectoria artística en el Conservatorio Nacional de Música. Luego tomó clases particulares con la maestra y soprano chilena Blanca Hauser. Participó en producciones de ópera y conciertos de la Fundación Ópera del Ecuador y la Orquesta Sinfónica Nacional, entre 1987 y 1988.
En 1990 logró el título de Triunfador del VIII Concurso Jóvenes Solistas Ecuatorianos. Ese mismo año se le presentó a Rivadeneira la oportunidad de viajar a Hungría para continuar sus estudios musicales. Así ingresó en la Academia Franz Liszt y continuó en la Escuela de Ópera de Budapest.
“De niño escuchaba solito los valses de Johann Strauss, siempre fui el ‘mosco verde’ de mi familia”Participó en la Ópera del Estado y fue miembro del “Estudio de Ópera”, bajo la dirección de los maestros Géza Oberfrank y András Fehér. En 2002 recibió la beca de estudios “Sydney Lion” en Londres. Ha realizado conciertos en Alemania, Gran Bretaña, España, Austria, Hungría, Italia, Eslovaquia, Eslovenia, Croacia, Armenia, México y Venezuela.
Sin embargo, pese a su impecable carrera, Rivadeneira no ha sido profeta en su tierra y considera deficiente el nivel administrativo de algunos teatros. Aun así, el solista continúa representando al Ecuador por el mundo y llevando a cabo proyectos pedagógicos por su propia cuenta.
Pese a su amplia formación académica, su amor por la música nació de niño, con su abuelo.
Es cierto, con él tuve mi primera impresión de la música en vivo. Mi abuelo me llevó al Centro Histórico y justo estaba tocando en una esquina la Banda Municipal. Para mí, esa impresión sonora fue determinante, me marcó. Además, la música eran sanjuanitos, pasillos, etc. Una maravilla.
¿Cómo nació su amor por la ópera, siendo que Ecuador, tradicionalmente, no se ha destacado en el género?
Cuando tenía 6 o 7 años, el jefe de un hermano mío le regaló un disco de 33 revoluciones de música ligera, aquí llamada clásica. Eran valses de Johann Strauss con la orquesta de la radio de Viena. Nunca me olvidaré. Me sucedió lo mismo que con la Banda Municipal. Sentí algo. Esta música sinfónica tan elegante y tan alegre, pero al mismo tiempo sobria, también me impresionó. Desde ahí surgió mi deseo de conocerla más.
¿Y de dónde obtuvo referencias?
A los 12 o 13 me hice adepto de la radio HCJB, que de 1 a 2 de la tarde pasaba música clásica, sinfónica, ballet, óperas. Y de 2 a 3, música ligera, no tan densa, como La donna e mobile, Danubio azul o el Can Can de Offenbach.
No es tan común que un niño mantenga esa disciplina respecto a la música docta por su cuenta.
Así es, sobre todo porque no vengo de una familia de músicos; así que yo solito me sentaba a escuchar dos horas esta música y cada vez me gustaba más. Luego empecé a experimentar con otros autores, como Mozart, Bach o Beethoven.
¿Cómo se dio la posibilidad de viajar a Hungría?
Fue a poco de ganar un concurso de jóvenes solistas. Sin embargo, yo viajé por mi cuenta. Tenía un pariente que llegó a ser embajador allá y ese fue mi nexo para viajar. Lamentablemente mi tío falleció en un accidente de tránsito y yo me quedé en el aire. Me tocó empezar de cero. Estudié, trabajé, me esforcé mucho para abrirme campo en un país cuyos músicos son excepcionales. No fue fácil.
¿Con qué frecuencia viene a Ecuador?
Vengo cada año, por períodos de uno o dos meses, a visitar a mi madre, mis hermanas y también a aprovechar buscando espacio para algún concierto, además de actividades pedagógicas, de las cuales muchos jóvenes han sido beneficiarios. Algunos de ellos han sido admitidos en prestigiosas instituciones musicales europeas, a través de gestiones mías directas e indirectas.
¿Esa iniciativa pedagógica ha sido realizada en conjunto con alguna institución?
No. Esa actividad ha sido posible gracias a mi acción personal, con recursos económicos propios, en un alto porcentaje; y con la participación de decenas de jóvenes estudiantes músicos que, con pocos medios económicos, han hecho el gran esfuerzo de tomar su camino.
¿Cuál es su papel favorito para interpretar en una ópera?
Fausto, de Gounod. Justamente por eso ha sido mi petición a la directora del Teatro Sucre, Chía Patiño (puesto que la obra se realizará en Quito), pero lamentablemente allí han considerado que por ciertas razones, un poco “raras”, simplemente no tengo derecho a cantar aquí, en Ecuador. Así de sencillo.
“Mientras en Europa he representado al Ecuador, en Quito algunos teatros me cierran las puertas”¿Por qué?
Bueno, como ella misma dice en una entrevista en diario El Comercio, que cómo me van a traer a mí de Hungría, teniendo aquí dos tenores que son de la misma categoría. Y yo no quiero meterme a ofender públicamente a nadie, pero sí hay una diferencia. Por ejemplo, yo no sé mucho de fútbol, pero hay ligas menores y ligas mayores, es decir, no es lo mismo jugar en el campeonato nacional que jugar en el Mundial. Esa es un poco la relación.
¿Pero su reclamo es porque no lo seleccionaron para la obra?
Va más allá de eso. Es por la forma tan descomedida con la cual se ha tratado el asunto. Ya van 5 años que he tratado de realizar algún proyecto pedagógico musical allí, y me ha resultado imposible. Como está funcionando, parecería ser más bien un teatro privado.
¿Ha tratado de hablar con ella?
Tengo copias de todas las cartas que le he enviado, ha sido inútil. Solo negativas. Es una ironía, mientras el Teatro Sucre presenta Sweeney Todd (un musical extranjero) con altos presupuestos, en Budapest yo organizo con mi trabajo de producción y mi actuación directa el estreno en Europa de partes de la opereta Ensueños de amor, de nuestro más representativo compositor ecuatoriano, Luis Humberto Salgado, con la participación de la Orquesta Sinfónica de Vac, bajo la dirección del maestro Pal Farkas, sin un centavo de apoyo del Estado ecuatoriano. ¿No cree usted que algo anda mal?
¿Cuáles son sus proyectos más cercanos?
Por ahora, mi deseo es crear una escuela de canto lírico en el país, con la posibilidad de traer, por ejemplo, maestros húngaros; un intercambio que enriquezca a los jóvenes músicos de nuestro país.