“El documental busca las historias íntimas”
Desde Cuenca.- El sonido de los truenos fue la antesala de una noche de jueves en Cuenca. Ese estruendo, que anunciaba una fría llovizna, también fue excusa para que Andrew Tucker explicara en qué consiste una línea dramática o, en este caso, cuál podría ser un inicio (el trueno), un desarrollo (la iluminación de un cielo oscuro) y el desenlace (la precipitación).
El documentalista, australiano de origen, colombiano por adopción, habló frente a un pequeño público de estudiantes en su mayoría, en el marco del Festival Internacional de Cine de Cuenca.
Aquella noche, la penúltima del encuentro que reunió a críticos, cineastas y actores, fue para analizar el documental. Tucker había presentado El viaje del acordeón, su reciente trabajo, uno que lleva elaborando desde 2008 y que 2013 fue el año del estreno.
El filme narra, a partir de un viaje fallido, cómo un instrumento que corresponde a la cultura alemana llegó a propiciar los sonidos que ahora, por citar un ejemplo, matizan las armonías del vallenato.
El viaje fue fallido, porque mucho tiempo atrás, como anticipa el documental, un cargamento naval de acordeones que debía recalar en Buenos Aires, Argentina, naufragó en el Caribe colombiano.
Allí se conocía por primera vez el instrumento y se fue adaptando a las melodías de Valledupar. Tucker quería entender esa conexión que existía entre el sonido del instrumento con la vida de la gente. Eso lo motivó a realizar su documental.
Y en esa onda fue la conversación. Tucker habló de cómo decidió contar historias a través del documental. “Ustedes conocen la antropología, es como la ciencia del ser humano”, lanzó a un auditorio, el de la Universidad Católica de Cuenca, lleno de estudiantes de periodismo.
Siguió: “La Antropología visual es la ciencia del ser humano desde lo visual, lo que podemos ver y tocar. Pueden ser fotografías y en mayor parte se trata de hacer películas y obras audiovisuales en un estilo distinto, con temas sobre seres humanos, de culturas vivas”.
Uno de los grandes principios de la Antropología visual, continuó, “es la ética. Eso que nos hace verlos, no con la distancia con la que mira un científico por un microscopio, sino con la cercanía de unos compañeros, a otros seres humanos con quienes compartimos esta humanidad”.
Y es que, en principio, él propuso sus motivaciones para realizar El viaje del acordeón. “Ocurre que cuando vamos a otro país intentamos sumergirnos en esa cultura para asimilar sus elementos, para vivirla. Desde esta perspectiva intentamos hacer películas”, explicó.
Hasta entonces, en los diez primeros minutos, el auditorio lo escuchaba en silencio. Hasta que Tucker intentó romper el hielo. “¿Ustedes son periodistas, verdad?”, se oían murmullos.
“¿Cuál es la diferencia entre periodismo y documental?”, lanzó el documentalista. “Una larga investigación periodística sobre un hecho que debe ser profundamente investigado y al que se le dedica mucho tiempo”, respondió al fin un estudiante.
“¿Cuando diseñan un reportaje para TV, como empiezan?”, preguntó Tucker. Con investigación, respondió el auditorio. “¿Y cómo estructuran?”, repreguntó el cineasta. Y el auditorio volvió a los murmullos. Hasta que otro estudiante resolvió: “Un documental sería un reportaje mucho más largo”. “No estoy completamente de acuerdo”.
Y allí explicó. Que un documental, por cuestiones de tiempo, tiene un proceso mucho más largo de producción. Un reportaje, por ejemplo, no demora cinco años. El reportaje centra su contenido en cifras, estudios, argumentos científicos. El documental busca las historias íntimas, los relatos de vida. Coincidió en que ambos dan cuenta de por dónde va la sociedad. Lo relacionó con la crónica periodística, al resaltar que en el documental está la mirada del autor, pero apuntó que el documental quizá toma más riesgos y quizá es aún más crítico con aquello que cuenta.