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El pasado viernes concluyó el encuentro dancístico

El cuerpo paralizó el tiempo en Guayaquil

Konstantinos Kranidiotis y Jack Wignal (foto), de la compañía suiza Joshua Monten, intervinieron la UArtes.
Konstantinos Kranidiotis y Jack Wignal (foto), de la compañía suiza Joshua Monten, intervinieron la UArtes.
Karly Torres / El Telégrafo
27 de junio de 2016 - 00:00 - Redacción Cultura

La gente en Guayaquil lucha contra el tiempo. En el espacio público no hay lugar para el azar. Todos van de prisa, sin pausas. En medio del tránsito, el Festival Fragmentos de Junio intensifica el juego y las posibilidades del azar al buscar dentro de su propuesta anual el espacio público para modificarlo con danza.

A las 16:00, hora en la que la ciudad costera empieza a terminar su jornada laboral, los bailarines que llegaron al festival inician sus movimientos en el Pasaje Illingworth, ubicado en el centro de la gobernación de la provincia. Es un lugar que en los 80 fue testigo de casos de tortura y ahora se dinamiza entre el paso de los estudiantes de la Universidad de las Artes y la subversión de la escena que propone Sandra Gómez, del colectivo cuencano Danza en la calle.

Sandra se toma el pasaje desde el Este, el lugar más próximo al río Guayas del sitio. Las palmeras, el ajedrez en el centro del camino y los vidrios iluminados con el reflejo de la luz de la tarde configuran un escenario parecido a un oasis. La bailarina va marcando su territorio, se enfrenta a los obstáculos. Utiliza las piezas del lugar para integrarlas en su relato. Juega con el ajedrez, lo mueve y se oculta en él.

El público rodea el espacio de la danza, no irrumpe en él. Toma distancia. Espera su continuación. Sandra utiliza la improvisación para sitiar el escenario público que es siempre un lugar de encuentro. Junto a su compañía de danza, inició en 2011 la propuesta de bailar fuera de los teatros, evitarse el “dolor de cabeza” de los alquileres elevados y la poca convocatoria. En la calle está el espectador y las posibilidades de crear a partir del escenario que ellos transitan de manera cotidiana.

En una primera etapa el Proyecto de Danza en la calle trasladaba movimientos practicados a un espacio. Luego mezclaba clases e improvisaba fuera. Ahora lleva cinco intervenciones: crean in situ, a partir de los elementos del lugar. Por eso Sandra juega con el ajedrez, se entierra con sus piezas del tamaño adaptado para los humanos recorre el pasillo hacia el Oeste y, al no encontrar su oasis sigue, su camino.

Sin esperar ninguna presentación, dos hombres vestidos con camisas de cuadros y pantalonetas cortas y medias a rayas empiezan a actuar. Son Konstantinos Kranidiotis y Jack Wignal de la compañía suiza Joshua Monten. Con marcadores de colores trazan cuadrados en el suelo. Limitan su territorio. Juegan rayuela y bailan mirando al lado opuesto al mismo tiempo, con los movimientos sincronizados, con precisión de reloj suizo. Las distancias empiezan a romperse, la proximidad es cada vez mayor. Sus rostros están rojos del calor, pero nada paraliza el juego.

Cada vez más gente se detiene frente a ellos, intentan develar el significado de sus movimientos, desde fuera de las rejas del pasaje. No saben qué tan permitido es transgredirlo. Jorge Lisbardo Astudillo, un vendedor de caramelos y cigarrillos, parece el que más disfruta del juego. El movimiento lo inmoviliza con su caja de caramelos. Le dicen que estas presentaciones son costosas y que aproveche que la puede ver en un espacio público. “Yo nunca he visto esto, ni en el cine”, dice con un breve meneo de sus brazos, emocionado.

“Los teatros son inaccesibles —dice Sandra Gómez y queda claro que hay personas que nunca irán a una función de danza como esta— Cuestan mucho y en lugar de que el artista tenga una remuneración por su trabajo salimos perdiendo”.

Fragmentos de junio terminó su edición anual el anterior viernes, en la Casa de la Cultura, pero hizo tres intervenciones en el espacio de encuentro. Con una de estas propuestas iniciaron el festival. Los danzantes que se inscribieron en la residencia del argentino Gustavo Lecce iniciaron la invitación a un encuentro con el propio cuerpo, desde la plataforma del Museo de Arte Antropológico y Contemporáneo (MAAC), también próximo al río.

La propuesta de Lecce y sus aprendices fue el contact, una técnica de danza basada en movimientos físicos de improvisación y que está abierta a todos: “No es ni para bailarines, un cuerpo en específico, para nadie en particular es una danza para todos”, dijo Gustavo Lecce. En el contact, según este artista argentino, no se trabaja desde lo acrobático, sino desde lo sensitivo, con la posibilidad de que cada cuerpo encuentre su propio lenguaje, donde el movimiento va creciendo, desde el piso. “Es uno de los procesos más libertarios de la danza”, dijo Jorge Parra, el organizador de estos Fragmentos.

“Trabajar en un espacio no convencional provoca que el azar juegue en una dimensión más alta: el artista entrenado juega en la intervención, mientras el espacio va a revelar una vida propia, que es mucho más vital y más fragil al mismo tiempo que su forma cotidiana”, dice Bertha Díaz, docente e investigadora de artes escénicas. (I)

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