El caso de la muerte de Roldós se reactivaría tras el documental
15:00. Una extensa fila de personas se aglutina en la boletería del OchoyMedio de Quito para ver el documental “La muerte de Jaime Roldós”, a pocas horas de concluir la XII edición del Festival Internacional de Cine Documental Encuentros del Otro Cine (EDOC). Inquietos y entre murmullos, comentan que el presidente Rafael Correa asistirá a la función. La presencia de su seguridad confirma ese rumor.
Inmediatamente recuerdo que en una de las escenas de la película se muestra una foto de la boda de la hija de Jaime Roldós, Martha, con el sobrino del ex presidente de Panamá, Jean Carlos Soler Torrijos. Allí, detrás de los novios, entre los primeros asistentes, aparece un Rafael Correa más joven y muy serio.
No dejo de pensar que el cine es un diálogo de los tiempos donde, en cualquier momento, nos veremos retratados o seremos los protagonistas de alguna narración, sin haber estado corporalmente en el set de rodaje. Lo importante, en todo caso, es que el cine nos satura con su luz para reencontrarnos, para desacelerar o acelerar nuestra marcha.
Ahora, en medio del público, no solo está el presidente con su familia, sino también el fiscal general Galo Chiriboga; el ministro Coordinador de Talento Humano, Guillaume Long; el ministro Coordinador de la Política Económica, Patricio Rivera; y la cineasta María Fernanda Restrepo, directora de “Con mi corazón en Yambo”.
La memoria convoca, y más aún cuando ausculta en los vacíos de la ausencia, en la palabra entrecortada, y en la historia que todavía no se cuenta. Me parece un signo positivo su presencia, su interés, pero sobre todo, sus declaraciones e impresiones. Porque finalmente, esas autoridades son las que ejercen la política de Estado, esa política que ayudaría a esclarecer los hechos, a conservar, recuperar y difundir esa memoria audiovisual que ha estado soterrada en bodegas privadas.
Y es que entre los relatos oficiales de los grandes hechos nacionales, como la muerte de Roldós, que se resumen en tres párrafos sucintos de cualquier libro de historia -como reflexiona Manolo Sarmiento en su documental-, se esconden (minimizan o ignoran) las historias personales de las reales víctimas, las pérdidas de los seres fundamentales para la reproducción de nuestra vida, las muertes que no terminan de morir y el olvido que se sostiene en el maquillaje de cualquier forma de poder.
María Fernanda Restrepo, quien nos brindó hace poco tiempo uno de los documentales más movilizadores (y de mejor realización) de la historia del cine ecuatoriano, agradecía, en un foro que se abrió luego de la proyección de la película, a Sarmiento y a Lisandra Rivera (directores de “La muerte de Jaime Roldós”), por la “gran memoria” que brindan al país con su trabajo. Además, nos invitó a reflexionar sobre esas “fuerzas legítimas” que ha usado siempre el Estado para mantener el orden público. Esas fuerzas, que en su caso fue la Policía, en el de Roldós fue la milicia.
Por su parte, Manolo Sarmiento señalaba, mientras miraba a María Fernanda, que si su documental aborda la pérdida del padre y de la madre, el suyo hace lo mismo, pero con la ausencia de los hijos.
Nuevamente, el cine es un reencuentro perpetuo que sacude y moviliza. Por ello hay que estar atentos a las declaraciones del fiscal Galo Chiriboga en el foro: “La investigación se retomará solo con la aprobación de la familia Roldós”.