Entrevista / suely rolnik / curadora
“El arte debe reconectarse con la sociedad desde lo esencial, por lo real”
Suely Rolnik se menea de un lado a otro, cierra los labios e intenta sonar muy sofisticada cada vez que explica la forma en la que se maneja el ‘arte contemporáneo’. Es un campo que la ha decepcionado pues considera el arte una plataforma esencial para el individuo y la existencia humana y ve cómo se ha dejado envolver por una burbuja tóxica, controlada por grandes coleccionistas que deciden desde sus espacios en galerías, museos o simplemente por su poder de capital financiero, cuáles serán las tendencias y lo que debe exhibirse. El arte contemporáneo en sus grandes vertientes se mueve entre el mercado y el ego, dice Rolnik.
Tiene pinta de francesa e integrante de esa logia que controla los precios del mercado del arte, pero es brasileña, psicoanalista y su campo son las ciencias sociales, el contacto del cuerpo con lo real. Migró al arte en 1996. Había hecho algunas investigaciones antes, pero en ese momento se sintió atraída por la propuesta de la curadora de la décima ‘documenta’, una de las muestras de arte contemporáneo más importantes de Alemania, fundada con el objetivo de acercar el arte a la gente, sobretodo a los obreros, en la posguerra. El planteamiento era cruzar lo que sucedía en ese momento en la rama con las reacciones de la represión a mediados del siglo XX.
La‘documenta’ le produjo la misma sensación que tiene ahora en su visita a la Universidad de las Artes, en Guayaquil, una ciudad que no conocía pero que la dejó ilusionada porque cree que toda esta burbuja del arte contemporáneo actual se puede transformar desde el terreno.
¿Qué función debe tener una Universidad de las Artes en América Latina, siendo esta de Ecuador la primera, en la forma en que se maneja el arte a nivel global?
Este proyecto de Universidad de las Artes es importantísimo por muchas razones. Primero, porque pretende integrar las artes plásticas y visuales en un ámbito mayor. El arte desde la instalación del capital financiero en la economía y el neoliberalismo en el Estado, se ha vuelto un ámbito sumamente instrumentalizado por el capital. En nuestra cultura occidental está como en un campo de confinamiento.Pero, el arte es un ámbito donde se puede practicar el pensamiento desde una perspectiva esencial para la vida social porque viene de los efectos de las fuerzas del mundo en el cuerpo y la obra es una expresión de eso que ya es real, que está en el cuerpo y que es parte de la vida de una comunidad.
¿Y qué está pasando en realidad?
Ahora en las artes visuales está todo tomado, se ha vuelto un campo de lavado de dinero, eso es algo evidente. También, siempre que un país quiere ingresar a esta comunidad del capitalismo internacional lo primero que haces es instalar un museo de arte contemporáneo en los centros históricos de la ciudad, excluir toda la vida popular que hay ahí y con el museo cambias el modelo de la ciudad. Otra cosa obvia es que un capitalista o empresario que no tiene su colección de arte sea considerado un provinciano. Además, los consejos en los museos determinan qué obra va a subir de precio. Pero además, hay algo que es más grave que eso y es que la propia potencia de creación, la experiencia que el cuerpo tiene con el mundo y que se expresa en la creación y te hace sensible, esa función está totalmente anestesiada, instrumentalizada, para alimentar este circo.
¿Es una burbuja?
Es una burbuja muy tóxica porque toca el esencial de la vida humana individual o colectiva. La Universidad de las Artes se piensa en un marco mayor de la práctica artística, como un proyecto que concibe el arte de otra manera y que va a introducir no solo las conexiones con todo lo que se está pensando en el planeta, desarrollar y convocar a la sociedad desde un punto de vista ético y político. Eso tiene una importancia inestimable, no solo para Guayaquil y Ecuador que es su red local, sino para toda América Latina porque eso puede sostener iniciativas semejantes en otros países del continente que no hay. Las escuelas de arte hoy están totalmente identificadas con arte contemporáneo en el peor sentido, o con las referencias norteamericanas. No tienen ninguna conexión con lo que está pasando en la vida política, social y humana del individuo.
¿Es lo que usted llama crear territorios para el arte?
Exactamente.
En este momento que se desarrolla la Bienal de Venecia, la más antigua de su tipo, hay una fuerte crítica por su mercantilización y por el manejo de estos territorios nacionales con pabellones ¿Qué tan lejanos están a nuestros países esos territorios del arte?
Hay un fenómeno que se llama ‘la bienalización’ del planeta porque han proliferado millones de bienales por todas partes. Tiene que ver con el hecho de que estas bienales se han vuelto un sitio de turismo para las clases altas y las élites para ponerse al tanto de un lenguaje común del capital internacional. Entonces, aprendes tres nombres de artistas, dos nombres de curadores, un conceptito acá y allá y ya tienes la posibilidad de manejar conversaciones en cualquier sitio. La bienal cumple la función de crear un territorio cultural común, pero está totalmente disociado de cualquier problema real que el arte estaría manejando, pensando y creando. Pero también pienso que ninguna institución es por sí misma mala. Como el ámbito en el que nosotros -humanos– intervenimos es el ámbito de la realidad, y ese es un ámbito institucional, cualquier ámbito cuando es posible es un ámbito de intervención posible.
En sus investigaciones habla del arte como bien vivir...
Cuando el Estado piensa en buen vivir plantea una distribución justa del dinero, de la educación, de la salud. Pero hay otra concepción del bien vivir que no está vinculada a la macropolítica del Estado, tiene que ver con la función del arte. Es poder desarrollar una capacidad que está muy anestesiada en nosotros: ‘caras pálidas’, modernos occidentales que somos. Es poder ser afectado por el mundo como un cuerpo vivo que produce efectos. Estos efectos te producen estados, nuevas maneras de ver y de sentir que estás ahí, que son super reales y que de repente no tienen nada que ver con la forma en la que está formateada la existencia cotidiana y hace un roce, una fricción y es eso lo que te obliga a convocar la potencia del deseo para crear algo que eso que es real y que está en tu cuerpo, encuentre su lugar. Se producen efectos de transformación fundamental para el bien vivir.
¿Los procesos actuales van en contracorriente de esta concepción?
Todo lo que importa en el arte hoy funciona lejos de esa gran movida que empezó cuando se dieron cuenta de la relación perversa del capital con el arte y comenzaron a inventar prácticas artísticas, modos de proyectos de museo, maneras de hablar de las historias del arte, maneras de hablar de una obra. El arte necesita reconectarse con la comunidad, pero no en el sentido de hacer proselitismo ideológico o usar el arte para una conciencia política, sino para algo más esencial que es hacer sensible y audible algo que está en todos los cuerpos de la vida cotidiana. El arte no es para decir “ay, qué lindo, soy artista contemporáneo”. Cuando se piensa en los efectos del cuerpo se convoca inmediatamente a la comunidad.
¿Cómo funciona el ego en este juego?
El sistema dominante de “arte contemporáneo” –dice meneándose– redujo la creación a una institución estrictamente formal que identifica directamente lo que va a funcionar en el mercado o lo que lo mueve excedió el ego y no esos efectos del mundo en tu cuerpo. El ego es una dimensión de nuestro ‘yo’ muy importante, pero absolutamente pobre cuando se va a meter a pensar el mundo, porque lo único que el ego sabe evaluar son los criterios de ‘me quiere’, ‘no me quiere’, ‘estoy con prestigio o no estoy con prestigio’. (I)