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El arte callejero de Vhils llega a los museos

El artista Vhils aprovecha muros descuidados en callejones para hacer sus retratos, como este ubicado en el túnel de la calle Leake, en Londres. Foto: Internet
El artista Vhils aprovecha muros descuidados en callejones para hacer sus retratos, como este ubicado en el túnel de la calle Leake, en Londres. Foto: Internet
26 de diciembre de 2014 - 00:00

Con un estilete corta triangulitos de cartones para que broten colores y formas, la cara que surja formará parte de la serie ‘Superposiciones’ del artista portugués Alexandre Farto, conocido como Vhils (1987).

El año para este artista de la calle ha sido interesante. Ha expuesto en Lisboa y fue lo más visitado del año; el grupo irlandés U2 le encargó un video para su último disco y este mes la cadena televisiva CNN lo señaló como uno de los mejores artistas callejeros del mundo (junto a POSE y Shamsia Hassani).

Las características caras de Vhils no se ven a un metro de distancia, resaltan cuando se conduce por un barrio de Los Ángeles o camina por un callejón de Shanghái, Moscú o Tudela (España).

En su taller un equipo, de 6 personas, se ocupa de la infraestructura de sus montajes. “A veces busco por propia iniciativa lugares abandonados, a veces me llaman de comunidades con problemas porque quieren dar visibilidad a sus reivindicaciones”, explicó.

Así surgió la colaboración con la favela Providenze, en Río de Janeiro, donde las caras de los vecinos aparecen agrandadas en los muros por los que transitan. “Últimamente me invitan a más bienales y organismos oficiales; pero no tengo tiempo, necesito estar en mi estudio”, aclaró.

Vhils es hijo del grafiti. Nació y creció en la margen sur del río Tajo, en Lisboa, entre suburbios-dormitorios, un entorno urbano degradado y marginado.

“A los 13 años comencé a pintar en paredes de Lisboa; luego fui a Barcelona, que era el centro europeo del arte en la calle. Fue fundamental para mi desarrollo artístico aunque creo que ahora la ciudad ya no quiere a los artistas callejeros”, mencionó.

La Escuela de Bellas Artes de Lisboa le dio la espalda. “No conseguí la nota de corte, pero mi book de trabajos callejeros sí fue suficiente para entrar en la escuela de Berlín”.

Para Vhils, la ciudad es su lienzo aunque no necesite pinceles; escarba las paredes. A base de martillo y cincel, taladros y grúas. Hace hablar a las paredes y sus rostros van surgiendo de la decrepitud, donde quedarán para seguir absorbiendo la energía del lugar, a menudo, seudourinarios públicos.

“Mi trabajo aprovecha lo que la ciudad desprecia tras haberlo usado”, apuntó. A su taller llegan montones de carteles pasados de moda. A Vhils le gusta ver envejecer sus grandes rostros sobre las paredes viejas.

“Cuando el mural va integrándose con las humedades, grietas y contaminación, la obra se completa”. El nombre de su exposición de Lisboa lo decía todo, ‘Disección, diseccionar la ciudad’.

Una muestra por todo lo alto parece que va en contra de la ideología del artista callejero. “Es algo que solo se le cuestiona al street artist. Jamás se le pregunta a un pintor por qué expone en una galería o al escritor por qué vende sus derechos a una editorial. Para mí no supone contradicción alguna. Siempre he trabajado en estudio y en la calle; dentro hago lo que quiero y fuera tengo que estar en contacto con la comunidad donde voy a trabajar; es su barrio, su entorno y me tengo que atener a sus reglas”. 

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