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El arpa india, un “capricho guaraní” que se extendió

El arpa india, un “capricho guaraní” que se extendió
16 de febrero de 2012 - 00:00

Ernesto Guerra Muñoz, nacido en Chile y radicado en Ecuador desde 1986, ofreció  el martes por la noche  un recital durante una cena romántica colectiva  en un hotel de Manta y hoy interpretará los clásicos latinoamericanos con  su arpa, una  compañera que, desde hace 21 años, parece una extensión no solo de su cuerpo sino también de su sensibilidad.

El músico explica que siempre estudió el arpa latinoamericana, que se caracteriza por su construcción simple, también llamada india, porque al llegar los monjes a Paraguay trajeron con ellos varios instrumentos y, entre esos, los nativos guaraníes se dedicaron a construir arpas que se distribuyeron por el nuevo continente. En Ecuador, por distintas situaciones, ha conocido a 4 arpistas que comparten su pasión por lo latinoamericano: A Carlos Saquicela lo conoció en Cuenca en un recital suyo, a Gonzalo Castro lo escuchó en concierto hace 20 años, a su amigo Atahualpa Poalasin lo conoce por su faceta de fabricante de arpas,  y con el maestro Flavio Bastidas compartieron escenario en Riobamba.

Esta noche, 19:30, en el museo Presley Norton (9 de Octubre y Carchi, esquina), Guerra -conocido como “Arpa de América”- tratará de representar a la mayor cantidad de países latinoamericanos en su repertorio con temas como Alma llanera, Caballo viejo, Moliendo café, El aguacate, Guitarra vieja, Fina estampa y algunos tangos. Ha hecho su carrera entre referencias, participaciones en  eventos principales del país, como matrimonios de reconocidos empresarios ecuatorianos, tocadas en los principales hoteles del país y para empresas organizadoras de megaeventos.

El arpa india se cultiva en Paraguay porque los jesuitas llegaron a esa zona y desde allí empezaron a difundir el conocimiento del instrumento. Paraguay lo adoptó como suyo y luego llegó a las demás naciones, como Argentina, Brasil, Uruguay, pero su mayor presencia sigue siendo en la tierra de los guaraníes y en los llanos venezolanos y colombianos.

Los arpistas latinoamericanos como el chileno, que son pocos en el mundo, tienen su campo de acción o mercado en el sector privado, pero pueden buscar la “masificación” con recitales gratuitos en centros educativos, como colegios y universidades, por supuesto, con apoyo de una entidad cultural. El problema es transportar el instrumento.

En el caso de Guerra Muñoz, quien mide sobre 1,80 metros, lo acompaña su tercera arpa hecha acorde a su estatura -es un poco más alta de lo normal- y a la medida de sus manos; además, al escuchar su sonido se podría pensar que  suena un piano. Añade que la vena musical corre en la familia, ya que su abuelo tocaba arpa, su abuela el piano y su padre -uno de sus maestros en sus inicios, a los 13 años-, guitarra.

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