El amor y el dolor fueron coreografiados en el TSA
“Una Puerta” es la alusión, perpetuada desde la danza, al encierro entendido cuando transcurre puertas adentro, pero también cuando éste se siente puertas afuera. El amor, el desamor, la psicodelia, el dolor... estos son algunos de los asuntos de los que se ocupa la puesta en escena del cubano Jorge Alcolea. La Compañía Nacional de Danza la trajo desde Quito y la puso sobre las tablas del Teatro Sánchez Aguilar (TSA) el sábado y domingo pasado.
Los cuerpos se sirven del discurso y del movimiento y éstos de ellos. Así, en las contorsiones los catorce bailarines traspolaron escenas cruzadas por el ensueño de los primeros días del noviazgo, la comedia/drama de la vida en pareja y la congoja del adiós. Y la puerta era un testigo. O sino, con la misma puerta enfrente, bailarines ondeando frente a un reflejo de una imagen caleidoscópica en desplazamiento constante.
“Una Puerta” es una obra de danza contemporánea dirigida por Alcolea, que fue estrenada hace cuatro años en el país. Y él, también coreógrafo, integró video en la representación artística. Algo que desde hace tiempo hizo que calificaran a la puesta en escena como danza-instalación. Las imágenes se proyectaban sobre un gran muro que, como era lógico, tenía una puerta.
Alcolea, quien está desde hace seis años en la Compañía Nacional de Danza, se anticipa a cualquier cuestionamiento sobre qué quiere decir con “Una Puerta”. Para él mayor importancia tiene la conexión o, si se quiere, la simbiosis energética, entre el público y los bailarines, provocada por el movimiento.
Y quizá para contar este vínculo se puede citar el nivel de concentración que hubo en el público. A media sala llena en el Sánchez Aguilar no sonaban ni los parpadeos, todo el sonido se apilaba en la escena. Por citar algo, salvo dos momentos, la obra tuvo una armonía providencial entre el video y las contorsiones de los bailarines.
Alcolea recuerda que, por ejemplo, para sincronizar el baile de una mujer que huye de una mano gigante -proyectada en la imagen en movimiento- que la pretende atrapar, hubo que ensayar un montón de ocasiones; otro ejemplo de este empate perfecto ocurre cuando los bailarines simulan entrar y salir del video reproduciendo una sola coreografía.
Las dos noches del fin de semana también se puso sobre la escena del teatro de Samborondón “El carnaval de los animales, una versión para danza contemporánea de Hervé Maigret que toma como base la composición de Camile Saint-Saens. Ambos artistas son franceses.
La obra propone, a través de encuentros cómicos entre animales, situaciones cuando están en manada, cuando disputan territorio o cuando deambulan en soledad. Por ejemplo, en la parte introductoria, la que se conoce como La marcha real del león, se ubica al “rey” de la selva y su hegemonía frente a los demás animales; o si no, la pieza conocida como Tortugas que anticipa movimientos sincrónicos pero lentos.
Los coreógrafos, aparte de hacer sus contorsiones simulando a los animales, emularon sus sonidos. Una red, ubicada entre el graderío y las tablas, que distanciaba al público de los bailarines, marcó la pauta para entender, quizá, una especie de alejamiento de un lado y de otro.
Esta obra, que fue estrenada este año fue interpretada en Quito junto con la Orquesta Sinfónica Nacional del Ecuador. Para esta representación solo se utilizaron pistas de la composición francesa. Ambas obras seguirán de gira por Pastaza y Quito, según anunciaron sus directivos.