Los autores dictaron talleres en el festival ciudad mínima, en guayaquil
“El 90% de lo que se hace en microficción es malo”
La microficción se prolifera en las redes sociales. A Patricia Esteban (Zaragoza, 1972) Facebook le parece una herramienta fundamental.
La escritora dice que si no hubiese sido por esta red su último libro de relatos ‘Casa de muñecas’ no existiría. El proceso previo a la publicación fue escribir una serie de esbozos de cada relato. Finalmente los publicados son totalmente distintos a los que a diario sus seguidores comentaban en Facebook.
Esteban y Raúl Brasca (Buenos Aires, 1948) fueron los dos escritores invitados de este año al Festival Ciudad Mínima, organizado por PalabraLab -celebrado en la Feria del Libro de Guayaquil-.
Ambos tienen orígenes distintos a la microficción. Esteban, por su parte, estudió Filología y se especializó en los libros que volvieron loco al ‘Quijote de la Mancha’, la literatura de caballería, que ‘no son ni sencillos, ni breves’. Si algo de aquella literatura utiliza en su obra corresponde a los elementos fantásticos.
Brasca, en cambio, escribía cuentos y durante años enseñó química. Es ingeniero químico y está convencido de que “la ingeniería, el estudio de las ciencias duras me permitió darle forma a la locura creativa. La locura sola se desborda y no puede darle forma a las cosas”, manifiesta Brasca.
Ambos coinciden en la lucha contra los estereotipos que existen en torno a la microficción y la posibilidad de ser superficial.
“En el mundo en el que vivimos como todo son flashes, la microficción se puede entender como una narrativa en sintonía con ese mundo rápido, fugaz, pero es engañoso. Creo que la micronarrativa tiene un pozo, una profundidad que tú piensas que la has consumido pero se te puede quedar dentro ese relato, mucho más que un tuit”, comenta Esteban.
“Se escribe mucho en microficción, mucho microrrelato. Creo que el 90% es malo porque le falta el rigor que debe tener la microficción. La microficción es condensación de significado, entonces las palabras tienen que estar bien calculadas, bien pensadas. Es casi una labor poética”, dice Brasca. (I)