El ‘13 Baktún’ revela una cara oculta de los mayas
Los descendientes de los mayas viven en contraste con el pasado que tuvo a ese pueblo indígena como protagonista de una poderosa civilización y que dejó una herencia de impacto mundial en la ciencia, astronomía, arquitectura y arte.
El final del ciclo largo de 5.200 años del calendario maya y la amalgama con una presunta profecía apocalíptica hace que el mundo, y los empresarios del turismo, redescubran este diciembre -solo como objeto de curiosidad y explotación una vez más- a los descendientes del gran imperio mesoamericano.
La civilización maya abarcó los territorios actuales de Guatemala, Belice, Honduras, El Salvador y cinco estados del sureste de México. Hoy quedan descendientes directos en algunas regiones, pero sobre todo en Guatemala donde conservan costumbres y lenguas.
Aunque ya habían entrado en etapa de decadencia hacia el año 1200, fue bajo la colonización española tres siglos después, que fueron llevados a condiciones de vida paupérrimas, esclavizados y despojados de sus tierras, recuerdan expertos. “Desde siempre, la población indígena fue vista como mano de obra barata (...) y eso continúa hasta la fecha. Es vista como herramienta de producción (...) y es marginada de las políticas públicas”, afirmó el indígena guatemalteco y experto independiente en asuntos indígenas de la ONU, Álvaro Pop.
Cinco siglos después, las comunidades indígenas guatemaltecas son las más atrasadas y carecen de acceso igualitario a la educación, salud o servicios básicos, respecto del resto de población, que es mestiza. Además, sus idiomas originarios no son reconocidos oficialmente en el país, sino solo el castellano.
En Guatemala, donde el 42% de sus 14,3 millones de habitantes son indígenas, la pobreza alcanza niveles del 80% en esas comunidades, el 58,6% de sus niños padece desnutrición crónica (30,6% en la niñez no-indígena), y la mortalidad infantil asciende a una alarmante tasa de 40 por cada 1.000 nacidos vivos, según el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo.
Víctimas de genocidio
Además de marginados, los indígenas fueron víctimas de políticas de exterminio durante la guerra civil guatemalteca de 1960 a 1996, por parte del ejército en su enfrentamiento con la guerrilla de izquierda, en el marco de la Guerra Fría. “Fueron razones externas que se exacerbaron a partir de las condiciones de pobreza que vivía la población maya y que hizo que se estigmatizara a los pueblos indígenas”, consideró Pop.
Durante el conflicto armado en Guatemala se registraron más de 600 masacres de comunidades indígenas y decenas de miles debieron refugiarse en el sur de México, huyendo de los militares, que mataron sin piedad a hombres y mujeres, ancianos y niños, según un informe de la ONU publicado en 1999.
En la llamada política de “tierra arrasada”, llevada a cabo por el régimen de su dictador Efraín Ríos Montt (1982-83), militares guatemaltecos bombardearon casi todo.
En medio de esto, a principios de los ochenta irrumpió en primer plano la indígena Rigoberta Menchú, cuya denuncia de las matanzas le valió en 1992 el Nobel de la Paz. "El conflicto armado fue utilizado como un pretexto para exterminar a los pueblos indígenas física y espiritualmente. (Hay) un exterminio físico porque vemos la inmensa cantidad de gente que fue ejecutada (...) pero también un exterminio material para empobrecer más a los pueblos indígenas", dijo Menchú.
Hoy la región está remilitarizada en el marco del combate al narcotráfico, y los descendientes de aquella civilización expulsados de las tierras por proyectos hidroeléctricos, minería a cielo abierto o monocultivos con fines industriales como por ejemplo la palma africana.
Pese a todo -y ajenos a la comercialización de la fecha del cambio de era- los mayas celebran rituales ceremoniales por un renacer de su cultura, sin discriminación ni odios.