El 12 de Octubre y la emancipación americana

Por Maximiliano Pedranzini

Reflexionar sobre el 12 de Octubre de 1492 es reflexionar sobre la dimensión de nuestra identidad como americanos. Es reflexionar sobre el origen de nuestro devenir histórico, nuestras herencias culturales, los cómo y los porqué de nuestro destino. En suma, es reflexionar sobre nosotros mismos. No podemos esbozar un solo renglón si no hablamos de la conquista de América y sus consecuencias imperativas para la humanidad, que produjeron, en efecto, un nuevo proceso civilizatorio que subyugó nuestro continente al mundo europeo.

Con la llegada de Cristóbal Colón a territorio americano se inicia un litigio étnico y religioso por parte de los conquistadores que impondrán como caso la ausencia de alma de los nativos y las diferencias físicas entre los blancos occidentales y cristianos y los indígenas. Aquí surge lo que por mucho tiempo ha persistido -y sigue persistiendo- en nuestras sociedades que es la ‘raza’. La noción de raza en el contexto colonial sirvió para generar un clivaje entre colonizadores y colonizados que marcaron la existencia de la diversidad, pero en un sentido claramente negativo que diferencia a las ‘razas’ por cómo actúan y se manifiestan. La raza en el sentido occidental surge con la creación de la ‘otredad’ y ambos representan pilares de la dominación. Decía el antropólogo argentino Miguel Bartolomé hace unos años que “hablar de razas es absurdo porque ni las gallinas se clasifican así mismas por su color de plumaje”.

Asimismo, el libertador Simón Bolívar en la ‘Carta de Jamaica”, del cual se está conmemorando su bicentenario, hace una definición notable respecto a nuestra esencia étnica y no genética, como americanos, y dice: “Nosotros somos un pequeño género humano. (...) No somos indios ni europeos, sino una especie media entre los legítimos propietarios del país y los usurpadores españoles; en suma, siendo nosotros americanos por nacimiento, y nuestros derechos los de Europa, tenemos que disputar estos a los (nativos) del país, y que mantenernos en él contra la opinión de los invasores; así nos hallamos en el caso más extraordinario y complicado…”.

Con esta sentencia formidable de Bolívar se reinventa la historia universal, donde el ser americano, mestizo y criollo se incluye, ya no desde la colonización y la esclavitud, sino desde la emancipación.

La conquista de América significó un proceso criminal perpetrado contra los pueblos indígenas, el más grande de toda la historia. Pero también significó la construcción de nuevas identidades y un nuevo horizonte para la historia continental que conducirá 300 años después a la liberación. Así se gestó la modernidad, con la espada y la cruz empuñadas por los invasores europeos. Así se construyeron las diferentes identidades que darán forma a lo que hoy llamamos ‘Nuestra América’.