Editoriales independientes se visibilizan, las grandes venden
Con máscaras y marchando con el fondo musical de una melodía de Julio Jaramillo, un séquito fúnebre recorrió las instalaciones del Centro de Exposiciones Quito, donde se cumple hasta hoy la V Feria Internacional del Libro (FIL) 2012.
El grupo, que vestía por completo de negro, paseaba un ataúd de cartón entre pabellones llenos de libros, para guiar a los visitantes de la feria hacia la presentación de “Matar a mamá”, título del escritor ecuatoriano Santiago Vizcaíno Armijos, que recopila nueve cuentos cortos llenos de humor e ironía.
Durante la lectura del primer cuento le acompañaron sus amigos, también escritores, Edwin Alcaraz y Juan José Rodríguez, quienes, atentos, escuchaban el texto, publicado por la editorial argentino-peruana La Caída.
Antes de su intervención, Vizcaíno -que durante la marcha tenía puesta una máscara de Guy Fawkes- tuvo que enfrentarse a uno de los talones de Aquiles de la FIL: el sonido. Empezó a hablar, pero no se escuchaba nada. Al pasarle un segundo micrófono, la cosa mejoró un poco, pero los aplausos y risas del otro auditorio se imponían.
Ya con un micrófono con mayor potencia inició su intervención. “Lo mejor de la feria, sin duda, el audio”, soltó sonriente el joven escritor, y dijo que antes de empezar con la lectura quería aclarar, sobre todo a su mamá, que no la mató y que todo es ficción.
Vizcaíno, de 30 años, ha publicado libros de poesía como “Devastación en la tarde” (2008) y “En la penumbra” (2010).
Los problemas de sonido estuvieron presentes durante toda la feria: los tres auditorios estaban separados entre sí tan solo por unos tabiques que no lograban aislar el sonido de los parlantes.
La música de algunas presentaciones irrumpía en foros o conversatorios. Sin embargo, Alejo Romano, del Ministerio de Cultura, explicó que desde el jueves lograron reducir en algo las molestias: uno de los auditorios (Tránsito Amaguaña) fue cambiado a otro sector de la feria y los parlantes fueron reubicados para disminuir el problema en lo posible.
Una hora antes de la presentación de Vizcaíno, se había realizado el lanzamiento de “Tickets de ida y vuelta”, una colección de poesía contemporánea ecuatoriana.
Los textos de once poetas nacionales se pueden encontrar ahí. Entre ellos, los de dos mujeres: Marialuz Albuja y Carla Badillo Coronado.
El libro fue publicado por la editorial peruana Cascahuesos y es uno de los siete de autores ecuatorianos que ha sacado al público esa casa editorial, que pretende formar un catálogo de poesía con autores de Latinoamérica.
José Córdova, director general de Cascahuesos, editorial radicada en Arequipa, detalló con facilidad los títulos y géneros de los siete escritores ecuatorianos que ha publicado. “Solo tengo un cuentista, los demás son poetas. Son de Guayaquil, Quito, Cuenca y Ambato. La idea es hacer un catálogo latinoamericano y que la editorial tenga presencia en la región”, comentó.
“Cinco maneras de armar un travesti”, de César Eduardo Carrión; “Azahar”, de Alexis Naranjo; “Barrido de campo”, de Juan J. Rodríguez; “Geometría mortal”, de Luis Carlos Mussó; “Jardín de arena”, de Cristóbal Zapata; y “Lo que los ciegos ven”, de Carlos Vásconez; son los libros que Cascahuesos publicó. Todos los autores mencionados nacieron después de 1970.
En la actual FIL, los precios no fueron de feria y no hubo novedades. Al menos así lo consideran los ya mencionados autores Albuja y Vizcaíno, quien comentó que “debería ser una feria en la que el lector pueda acceder a los libros que le interesan y no a los que le sobra a la librería”.
Pero en los invitados sí hubo diversidad, consideró Albuja. Hubo escritores nacionales e internacionales de varias tendencias, así como de algunas generaciones, precisó.
Víctor Vimos, coordinador de la FIL, explicó que, además de los escritores locales ya conocidos, se habían esforzado por traer poetas jóvenes de distintas partes del país: desde Ibarra hasta Machala. De hecho, el domingo 11 se desarrolló un recital con ellos, como Calhi Rodíguez (Macas), Cecibel Ayala (Quito), Kléver Agila (Riobamba) y Edwin Rodríguez (Loja).
La venta de libros estuvo marcada por el horario: las presentaciones, que terminaban muy temprano (hasta 19:00), no ayudaron a llenar la FIL. Acudían más personas en fin de semana, pero la mayor afluencia se registró la noche del jueves 15. Ese día, todos los stands ofrecieron descuentos, desde el 30%, entre las 20:00 y las 23:00.
La visita del público a los stands estuvo bastante definida, los jóvenes y padres de familia se encaminaron a buscar las zagas vampirescas y novelas en las librerías tradicionales (las más visibles), que también promocionaron literatura ecuatoriana.
En la Española, lo más vendido fue “Los juegos del hambre”, de Suzanne Collins; “2666”, de Roberto Bolaño; y “Crepúsculo”, de Stephenie Meyer, incluso en inglés.
Entre los títulos de autores nacionales, la misma librería vendió “Quito: Tradiciones, leyendas y memorias”, escrito por Freire Rubio y Édgar Almeida; y “El Chulla Romero y Flores”, de Jorge Icaza.
Las grandes librerías captaron la atención del público. Santillana, franquicia de grandes capitales, tenía promociones de 2x1 y descuentos que alcanzaban hasta el 50% del costo de los libros. El jueves, las perchas casi se vaciaron. Algunos tuvieron que esperar hasta 40 minutos para pagar por sus libros.
No ocurrió igual con las editoriales independientes. Ahí la ganancia, en general, fue poca (algunos dijeron que vendían en promedio cinco o seis libros diarios).
Aquellas editoriales independientes al menos lograron visibilizarse gracias al espacio que les ha dado la feria. Eso dice el poeta Édison Navarro, autor de “Des-habitado”, pero señaló que aún falta promocionar lo nacional.
Más allá de las ventas, hay quienes piensan que en las distribuidoras tradicionales la oferta de libros es pobre. Así lo ha dicho Fernando Escobar Páez, autor del título “Miss O’Ginia”. “Las grandes librerías se limitan a exhibir best sellers y hay stands que poco o nada tienen que hacer en una feria del libro. A la mayoría no nos interesa comprar dudosos cursos de lectura rápida. Si ese fuera nuestro interés no asistiríamos a la feria”.
Páez rescata la propuesta de librerías y editoriales emergentes, como El Sabueso y La Caracola, que, según él, ponen al alcance del público algunos títulos nuevos y otros difíciles de conseguir, “como la primera obra narrativa de César Chávez y lo nuevo en dramaturgia de Javier Cevallos”.