Edgar Villarruel Caviedes, la voz genera identidad
En una radio marca Philips, a través de la onda corta, escuchaba el Dorado del Fútbol Colombiano, la época gloriosa del balompié del vecino país. Era un torneo, que no fue reconocido por la FIFA, pero que incluía a un grupo de jugadores extraordinarios a escala mundial, como Alfredo Di Stéfano y Adolfo Pedernera Assalini. Era entre 1949 y 1950 y oía a los narradores deportivos, cuyas voces eran potentes y únicas.
Hablamos de Edgar Villarruel Caviedes, nacido en Ibarra, en 1942, pero que hizo su vida en Quito en los barrios: La Tola, América, San Blas y Los Laureles. Jamás se imaginó que iba a ser uno de los narradores deportivos más respetados y queridos del país.
Desde niño tuvo la afición por la radiodifusión. Su faceta de narrador deportivo la combinaba con el radioteatro y maestro de ceremonias. En el coliseo Julio César Hidalgo, presentaba a las orquestas Salgado Junior y Blasio Junior. A los 20 años tuvo la oportunidad de dar la bienvenida a Alberto Beltrán, conocido como el Negrito del Batey. En el ámbito nacional presentó a Julio Jaramillo, las Hermanas Mendoza Suasti, Orquesta Típica Tokio y una gran cantidad de artistas. En la emisora tenía un programa que se llamaba el Show de Shows.
Desde muy chico le gustó y jugó futbol, pero nunca se imaginó que tenía otro don: la voz. Su primera narración fue en el Estadio de El Ejido, entre los clubes Argentina, que posteriormente dio origen al Deportivo Quito, y el Aucas. Raúl Flores Puyol, que era el gerente de Radio Nacional Espejo, le dio la oportunidad, y así dio un salto al relato deportivo, recuerda con una sonrisa que evoca nostalgia.
Eran los años donde sobresalían los locutores de Pichincha. Es de la época de los señores del periodismo deportivo, como Blasco Moscoso, Carlos Rodríguez Coll, Alfonso Lasso Bermeo, Jaime Vega, Pepe Calero, Gilberto Mantilla y Petronio Salazar.
A pesar de que es un narrador deportivo de sepa, tuvo la oportunidad de realizar una entrevista política que le impactó: fue al expresidente José María Velasco Ibarra, quien residía en Buenos Aires. Era una Copa Libertadores y en Ecuador había elecciones. El propietario de Emisoras Gran Colombia, Eduardo Cevallos Castañeda, le insinuó que fuera a realizarle una entrevista al exmandatario, le acompañó otro conocido locutor, Marco Vargas. Lograr la entrevista no fue fácil, pues José María Velasco Ibarra era muy reservado para realizar cualquier declaración, y tuvo que decir que su hermano, como era verdad, trabajaba en el Banco del Pichincha, esta entidad bancaria tenía relación con la familia Acosta. El cinco veces presidente del Ecuador le contestó: “basta con que haya pronunciado a la familia Acosta” y la entrevista se concretó.
Entre sus referentes están Ralph del Campo, de BBC de Londres; y el boxeador Washington “Chispas” Ramírez, quien le enseñó la utilización de los diferentes términos en la narración de este deporte.
Conoce todas las disciplinas deportivas, pero su afición siempre fue el futbol. Por eso viajó al Mundial de la entonces Alemania Occidental, en 1974, y relató los partidos de las 16 selecciones participantes. Desde Ecuador lo hizo con algunos mundiales que transmitió Telesistema, Teleamazonas y Gamavisión. Narró casi todas las Copa Libertadores de América, acompañando a los equipos del Ecuador. También estuvo en las carreras de San Silvestre, en Sao Paulo (Brasil) cuando el cuencano de Oro, Rolando Vera, era el rey del asfalto.
Recuerda que antes se vivía la emoción de las transmisiones deportivas, ahora lo hacen a través de la sala de prensa donde hay cubículos y pantallas para observar el desarrollo de los partidos.
En sus más de cinco décadas como un profesional del micrófono ha transitado por varios medios de comunicación, desde sus inicios en Radio Sport, luego pasó a Radio Nacional Espejo (1960), donde laboró con Guillermo Vaca, Oswaldo Merizalde, Héctor Mejía, Vicente Vieira, Kenneth Carrera y Mario Boada. En este medio también hizo radioteatro y participó en algunos capítulos de Ronda Policial, acompañado de Juan Felton, Hilda Sampedro y América Chiriboga.
En 1967 pasó a Emisoras Gran Colombia, en donde permaneció hasta 1995, cuando Eduardo Cevallos Castañeda, propietario de la estación, falleció. La frecuencia pasó a Radio Caravana, de propiedad de Mario Canessa Oneto y él continuó laborando en este medio, hasta que se acogió a la jubilación.
Este incesante trajinar por el relato deportivo le dejó un aprendizaje: la voz genera identidad. Por ello, no comparte la imitación en el relato, porque un relato igual no le diferencia del otro. “La locución no es cuestión de velocidad, sino de llegar con el mensaje y hacerlo de manera natural”, esa es su recomendación final para quienes se inician en este oficio.
Después de décadas de jornadas entre micrófonos, cabinas y canchas, puede vivir de su jubilación. Pero ello no le impide que de vez en cuando vuelva al relato deportivo. Más historias en Voces de la Radio…