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Ecuador, 27 de Diciembre de 2024
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El Telégrafo
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Ecuador Pillajo y su violín hacen gala de su fusión

Desde que el público llegaba para escuchar el concierto Mi violín y yo podía ver cómo un equipo técnico probaba el sonido de dos micrófonos y tres cámaras de video para registrar cada instante del programa.

El violinista Ecuador Pillajo, que siempre se muestra serio en sus interpretaciones con la Orquesta Sinfónica de Guayaquil, en la que es concertino alterno, dando clases a sus múltiples estudiantes o dirigiendo a los grupos de la Fundación Orquesta Sinfónica Juvenil del Ecuador- Guayaquil, se mostró más que jovial al ver que el auditorio de la Alianza Francesa (Hurtado y José Mascote) se llenaba casi en su totalidad, en especial de amigos, la noche del pasado miércoles, para escuchar su propuesta de muestra de los más famosos solos de violín, con arreglos propios.

Con cada tema que interpretó desde las 19:30 hasta pasadas las 21:00, venía una historia y una risa cómplice con la audiencia, pero ante todo el sentimiento, la pasión y el compromiso con la música y su violín -el que más toca desde hace un par de años -. Empezó con el estreno de su arreglo para Toccata y fuga, de  Bach, que tenía listo hace tiempo atrás, pero no había tocada en solitario desde entonces. Siguió con Capricho 13 (La risa del diablo) y Capricho 24, de Paganini; y Recitativo and Scherzo, de Kreisler; para luego pasar a la música ibérica,  Romanza, tema  tradicional español, Asturias, de Albeniz; y Recuerdos de Alhambra, de  Tarrega. De ese último utilizó un arreglo de un reconocido violinista, Ruggiero Ricci, que también lo inspiro para hacer su propio arreglo de Romanza, aunque fue el sonido evocativo de la guitarra flamenca y el perenne aire gitano del violín de Pillajo en Asturias, lo que le valió más aplausos esa noche.

Al llegar a los ritmos latinoamericanos, recordó que en los 80 tocaba en Quito Tango, un ensamble en el que solo él era músico de profesión, para tocar Adiós Nonino, de Piazzolla. Pillajo reconoció que ya no tiene tiempo para estudiar y tocar tango y en general cuando acaben las vacaciones, sus estudiantes limitarán sus horas personales de ensayo y estudio. El momento especial fue al presentar la partitura que le regalara el maestro ecuatoriano Carlos Bonilla, de su tema Guitarreando, la cual el violinista “desarregló” y tocó para su colega mientras vivía. Sendas distintas, de Araujo, y  El día en que me quieras, de Gardel, pusieron la nota romántica de la velada y el sabor del folclor nacional y de Argentina. Maestría en cada acorde y un dominio de los tonos y los timbres es lo que demostró Pillajo en su extenso repertorio.

Ya se había despedido en varias ocasiones, pero a pedido de su amigo Salvador Moro, productor de eventos, sentado entre la audiencia, para su madre que lo acompañaba, debió tocar el aguacate. Lo dedicó a alguien especial sin decir quién era y contó que la partitura que realizó para ese tema popular se extravió, pero la recuerda mucho porque la hizo por una tía que vivía en Quito y siempre le pedía el tema, que no tiene partitura y él desconocía, a lo que Pillajo respondía que no había quién lo acompañe. Al igual que cuando la tocó para su tía, sin que ella lo pida, el público descubrió que si alguna vez no supo el tema, ahora lo domina en un peculiar estilo para violín.

La despedida fue con Alma llanera, una ovación de pie y luego a comprar los discos del violinista.

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